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Cris González

Homenaje a La Paz

La Paz es esta boca arenosa

con su arista expandida

reseca

con sus ríos hundidos bajo los cimientos

de una ciudad cavernosa

sus vertientes brotando en los surcos

de sus calles anegadas

en medio de las rocas debajo de los cerros

con sus animitas en ruego sempiterno

La Paz es como la aurora boreal de junio sobre el hielo

de sus montañas espectrales

de la nieve blanca y transparente sobre la Cumbre

es la escarchada madrugada del invierno

sobre los techos

sobre todas las cosas

que se quiebran y se desvanece en segundos

La Paz es el aire que falta en pleno vuelo

de las aves fatigadas que se tragan las cenizas

de sus calles atestadas de humo y ruido

La Paz me asfixia hoy

acelera el latido en mi pecho

empuja su latir fuera de las osamentas

volcadas de las catacumbas

como la invocación a un inevitable llanto

que ruge desde adentro

La Paz engulle al altiplano en un solo bocado

y nos devora a todos

su mascada de dientes afilados sobre

la congoja de las desdichadas

vomita su furia sobre la calle sin cautela

repleta de premoniciones

deambulan en su borde redondo

las voces que pululan

en los cementerios

al centro de la hoyada

La Paz es una calle que sube adoquinada

perfecta en sus puertas clausuradas

su historia de brujas que bajan imprudentes

y se pierden entre pócimas y llamitas disecadas

sacrílega

sacrificada

pagana

religiosa

La Paz es la iglesia erigida sobre wacas sagradas

donde destila como hilos de plata

la historia milenaria

con sus monasterios sin monjes

que lapidaron sus secretos en los escondrijos

de sus templos sacros

La Paz es un Prado

calle larga donde veo deslizarse

la vida en un aguayo a la espalda

a cuestas del futuro

sobre las polleras anchas

los pasos angostos de esta ciudad mía y tan ajena

que porfía de amor y odio

de esperanza

III

La Paz es el yatiri en el sahumerio

el Valle de la Luna dibujando

sedimentos de aluviones

caprichoso relieve de esta paz

La Paz es indecisa en

la abrupta subida

hacia los altos escarpados

la intempestiva Yungas

que se nos viene encima

acelerada

La Paz es un desfile en carnavales

donde jugué contigo

y lastimé los destellos

de toda tu ternura

entre las máscaras de los perjudicados

entre diablos asustados y sonoros petardos

bordados sobre los cristales de las

lentejuelas de la calle Los Andes

La Paz es una humareda para hacer el pan sin leña

que luego llega en canastas tejidas de un mimbre

negro de tanta harina curtida

en los hornos de Llojeta

y se vende en las calles

bajo la lluvia

a mano alzada

pan que sacia el hambre pasajera

que espera

IV

La Paz es el desfile del Gran Poder

donde bajas vestido de oro

y con sombrero

de mantas adornadas

de espejos que me confundieron

entre tanta devoción

alejada de toda la dialéctica

sorbo espeso hirviente que quema entre las manos

embebido en su hogaza

estidos de amasarse unos a otros

con los dedos partidos

V

Pero La Paz no se enteró de nada

tan alta ella en su

madurez repentina

tan antigua

con sus hielos eternos

sofocada entre la noche y el día

hastiada de mí

de mis diatribas

burlándose de mi desilusión

guiñando desde abajo su cómplice sonrisa

La Paz es una niña

que juega con nosotros

Con su río espumoso y amarillo

valle abajo cueste lo que cueste

boquiabierto apresurado

en duelo denso y eterno

contra el hervor venenoso de su margen

La Paz se levantó entre atriles

mecida por la última hora de revuelo utópico

y ondula sobre las laderas

La Paz que se derrumba cada tanto

en su labio de arena

que se inunda en el granizo

que sacude en la cara con heridas fugaces

que ruge entre su clase obrera

su majestad plebeya

su poderosa casta india

La Paz me nubla los ojos en la partida

cuando fue posible levantar el vuelo

Me voy de tu suelo amado sin promesas

sin explicaciones añorando el regreso. Extracto poema La Paz del libro Altiplano. Cris González


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