La Paz es esta boca arenosa
con su arista expandida
reseca
con sus ríos hundidos bajo los cimientos
de una ciudad cavernosa
sus vertientes brotando en los surcos
de sus calles anegadas
en medio de las rocas debajo de los cerros
con sus animitas en ruego sempiterno
La Paz es como la aurora boreal de junio sobre el hielo
de sus montañas espectrales
de la nieve blanca y transparente sobre la Cumbre
es la escarchada madrugada del invierno
sobre los techos
sobre todas las cosas
que se quiebran y se desvanece en segundos
La Paz es el aire que falta en pleno vuelo
de las aves fatigadas que se tragan las cenizas
de sus calles atestadas de humo y ruido
La Paz me asfixia hoy
acelera el latido en mi pecho
empuja su latir fuera de las osamentas
volcadas de las catacumbas
como la invocación a un inevitable llanto
que ruge desde adentro
La Paz engulle al altiplano en un solo bocado
y nos devora a todos
su mascada de dientes afilados sobre
la congoja de las desdichadas
vomita su furia sobre la calle sin cautela
repleta de premoniciones
deambulan en su borde redondo
las voces que pululan
en los cementerios
al centro de la hoyada
La Paz es una calle que sube adoquinada
perfecta en sus puertas clausuradas
su historia de brujas que bajan imprudentes
y se pierden entre pócimas y llamitas disecadas
sacrílega
sacrificada
pagana
religiosa
La Paz es la iglesia erigida sobre wacas sagradas
donde destila como hilos de plata
la historia milenaria
con sus monasterios sin monjes
que lapidaron sus secretos en los escondrijos
de sus templos sacros
La Paz es un Prado
calle larga donde veo deslizarse
la vida en un aguayo a la espalda
a cuestas del futuro
sobre las polleras anchas
los pasos angostos de esta ciudad mía y tan ajena
que porfía de amor y odio
de esperanza
III
La Paz es el yatiri en el sahumerio
el Valle de la Luna dibujando
sedimentos de aluviones
caprichoso relieve de esta paz
La Paz es indecisa en
la abrupta subida
hacia los altos escarpados
la intempestiva Yungas
que se nos viene encima
acelerada
La Paz es un desfile en carnavales
donde jugué contigo
y lastimé los destellos
de toda tu ternura
entre las máscaras de los perjudicados
entre diablos asustados y sonoros petardos
bordados sobre los cristales de las
lentejuelas de la calle Los Andes
La Paz es una humareda para hacer el pan sin leña
que luego llega en canastas tejidas de un mimbre
negro de tanta harina curtida
en los hornos de Llojeta
y se vende en las calles
bajo la lluvia
a mano alzada
pan que sacia el hambre pasajera
que espera
IV
La Paz es el desfile del Gran Poder
donde bajas vestido de oro
y con sombrero
de mantas adornadas
de espejos que me confundieron
entre tanta devoción
alejada de toda la dialéctica
sorbo espeso hirviente que quema entre las manos
embebido en su hogaza
estidos de amasarse unos a otros
con los dedos partidos
V
Pero La Paz no se enteró de nada
tan alta ella en su
madurez repentina
tan antigua
con sus hielos eternos
sofocada entre la noche y el día
hastiada de mí
de mis diatribas
burlándose de mi desilusión
guiñando desde abajo su cómplice sonrisa
La Paz es una niña
que juega con nosotros
Con su río espumoso y amarillo
valle abajo cueste lo que cueste
boquiabierto apresurado
en duelo denso y eterno
contra el hervor venenoso de su margen
La Paz se levantó entre atriles
mecida por la última hora de revuelo utópico
y ondula sobre las laderas
La Paz que se derrumba cada tanto
en su labio de arena
que se inunda en el granizo
que sacude en la cara con heridas fugaces
que ruge entre su clase obrera
su majestad plebeya
su poderosa casta india
La Paz me nubla los ojos en la partida
cuando fue posible levantar el vuelo
Me voy de tu suelo amado sin promesas
sin explicaciones añorando el regreso. Extracto poema La Paz del libro Altiplano. Cris González