Conceptualmente, el proceso inflacionario genera un aumento de costos por el precio de una canasta de bienes y servicios, penalizando principalmente a la clase trabajadora, que tiene menos mecanismos de defensa frente a la devaluación y capacidad adquisitiva de una moneda nacional. Así, la inflación se definió como la realidad de un aumento sostenido en el nivel general de precios, si lo miramos desde el punto de vista del dinero, la inflación lo hace valer menos. Sería su depreciación, porque a mayor inflación, menos bienes se pueden consumir con la misma cantidad de dinero. Reflexionar para los ciudadanos significa la pérdida de poder adquisitivo.
La medición la realiza el Instituto Nacional de Estadística de cada país al elaborar el índice de precios al consumidor (IPC), que mide el nivel de precios con base en una canasta de bienes de consumo común de un hogar promedio del país. Este índice tiene un impacto directo en el aumento de salarios, pensiones, alquileres, etc.
A principios de 2020, la economía latinoamericana sufrió un fuerte colapso atribuido a las consecuencias de la pandemia del Covid-19. En los siguientes dos años, la región continuó siendo una de las más afectadas del mundo y los pronósticos de recuperación son menos positivos de lo esperado, ya que el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronosticó un crecimiento del producto interno bruto (PIB) regional para 2022 y 2023 por debajo del 3%. Esto es lo que llamamos estanflación: cuando hay inflación acompañada de una caída del PIB o bajo crecimiento.
Además, la inflación en América Latina y el Caribe sigue siendo una de las más altas del mundo; siendo este uno de los problemas más apremiantes de la región. En 2022 fue del 10%, mientras que la previsión (es.estatistica.com) para 2023 es del 7,1% y 2024 con el 6,25%. En tanto que para la zona euro, 4,2%; 2,1% y 1,8%; y para América del Norte 5,3%; 2,2% y 2,1% para la misma secuencia de años. Los destaques positivos en 2022 fueron Panamá y Bolivia con 1,7% y 2,9%, respectivamente, y los problemáticos, Venezuela y Argentina con 146% y 87,8%.
Es dentro de estos parámetros que identificamos la importancia de la Cumbre Presidencial de la Alianza de Países de América Latina y el Caribe contra la Inflación, que se llevó a cabo de manera virtual. El objetivo no es solo apuntar a definiciones conceptualizadas históricamente, sino lanzar una mirada a las soluciones en la región. Por lo tanto, debemos analizar las causas y efectos de la inflación, que se presenta sintéticamente como el cambio en el nivel de precios de los bienes incluidos en una canasta demandada.
Las causas clásicas dentro del estudio económico son: inflación del consumo, que ocurre cuando la demanda crece más que la oferta, el sector productivo no logra adaptarse y los precios suben. También hay inflación de costos cuando ocurre porque las empresas necesitan aumentar el precio de sus productos para mantener los márgenes de ganancia. Uno de los temas viene del entorno financiero, que se denomina inflación autoconstruida, que se presenta ante expectativas futuras de aumentos de precios; los productores los aumentan para anticiparse, provocando que estas expectativas se cumplan. Otra razón es el aumento de la base monetaria, cuando la cantidad de dinero que se encuentra en una economía aumenta, hace que la demanda crezca más rápido que la oferta, lo que provoca un aumento de precios.
Abordando de manera heterodoxa, sin embargo, esta cumbre virtual convocada por López Obrador (México), que luego generará un encuentro presencial en el futuro, pretende buscar superar de manera conjunta este problema estructural que es una región que es una de las más desiguales. Protagonizando un análisis más amplio que el clásico, el foco es generar facilidades comerciales a través de un mecanismo que permita el intercambio de bienes y la reciprocidad entre estas naciones. Por lo tanto, generando menores costos para esta canasta de productos y servicios que benefician a la población, especialmente a la menos favorecida, con miras a la alimentación y necesidades básicas.
Inevitablemente, la originalidad radica en respetar la realidad de los monopolios, la burocracia y la falta de integración, en beneficio del consumo básico. En definitiva, es garantizar la soberanía alimentaria de la población a través de una verdadera integración que involucre mecanismos de préstamo financiero que agilicen el abastecimiento mutuo y la competencia interna, así como una logística que reduzca costos.
Superar la exportación de materias primas, generando productos más industrializados que generen divisas y valorizando nuestras monedas que deben ser utilizadas en el comercio continental. El efecto es aumentar el poder adquisitivo de nuestro dinero en sentido contrario a las pérdidas inflacionarias.
Los pueblos latinoamericanos están en condiciones de enfrentar la inflación construyendo una economía soberana, pero mediante una integración real y definitiva. Así, vale la pena mencionar la declaración del presidente de Bolivia, Luis Arce: “La única manera de enfrentar es trabajando en el problema y ver que nosotros sí podemos y tenemos la capacidad de hacerlo si nos ordenamos un poco, si nos organizamos un poco entre nosotros mismos”.