Las novedades políticas de estos días son que prácticamente no hay ninguna de relevancia mayor. El resultado de las primarias santafesinas puede ser significativo, pero no es seguro. Sobre el resto, hay un acumulado de conjeturas y nada más. La campaña tiene cosas calientes, ligadas a cruces personales. Pero, como se señala en los búnkeres a un lado y otro, la calle está fría.
Si se desea encontrar alguna vuelta, es dato positivo que un fascistoide como Franco Rinaldi haya debido renunciar a su candidatura. Representa que todavía rigen parámetros sociales de vergüenza ajena, requirentes de no ser violados sino bajo amenaza de escándalo.
Desde ya, Rinaldi es un símbolo del odio gorila que encarna la derecha más rancia. Las brutalidades que dijo, rescatadas muy probablemente desde el carpeteo de la interna cambiemita, no son —en lo conceptual— más graves que las propuestas y vómitos de ese sector. Sí fueron más impactantes, que es diferente.
Liquidar empleados estatales a mansalva. Arancelar la educación pública a través de “vouchers”. Meter bala. Solucionar piquetes con camiones hidrantes. Arrasar el cepo cambiario de la noche a la mañana con facilidad esloganera. Mentar a la vez rebaja de impuestos y disminución del déficit fiscal. Confundir dolarización con bimonetarismo, y barrabasadas semejantes, no solo no despiertan bullicio mayor: son ideas capaces de ganar las elecciones.
Luego, lo que escandalizó es la bestialidad de Rinaldi debido a que transgredió fronteras de corrección política pública. Lo pulverizaron hasta en el Canal Uganda, según otro de los disparadores ingeniosos del últimamente muy citado Jorge Asís para mencionar a la señal televisiva del macrismo. Pero está bien: si hay demarcaciones que no deben infringirse, nuestra opinión es que, antes de la hipocresía, debe vérselas como un avance de los valores progresistas. O de sustentos básicos, si se quiere mejor dicho, para no convertirnos sin retorno en una comunidad desquiciada.
Lo demás de la semana consistió en el oficialismo que festeja un índice inflacionario rebajado, o desacelerado, como si fuera una goleada en contra más “aplacada” (que objetivamente es correcto). Y la certificación de que con el Fondo Monetario hay una pulseada tensa (que tampoco es malo, porque implica que hay alguna disposición de pelea en lugar de agachar la cabeza y listo. Si no se llega al re-acuerdo con el FMI, siquiera por unos meses, la perspectiva inmediata de corrida cambiaria e inflación disparada liquidaría en un santiamén las ya dudosas chances electorales oficialistas).
Mientras tanto, Sergio Massa significa un interrogante que los cambiemitas no logran descifrar por completo. El peronismo tampoco, por cierto, más allá de ser un sapo complicado de tragar para el “kirchnerismo duro” pese al apoyo que le dispensa Cristina. Si faltaban certezas al respecto, ella las despejó, con sus amplios elogios al precandidato, en el lanzamiento del gasoducto.
Juan Grabois parece haber aceptado que la confrontación extrema no le hace bien a la lógica de UxP. O, al menos, eso es lo que se deduce de sus declaraciones y spots. Bajó el tono, pero habrá de verse si eso se mantendrá después de las PASO.
Momentáneamente, hay un Massa de discurso “kirchnerizado” (digamos) que necesita “juntar al piso”, con el aval de CFK para contener a los enojados y calcular que, hacia la primera vuelta, ese disgusto seguirá incluido dentro de la coalición.
Sin embargo, transcurridas las primarias y de manera inexorable, Massa deberá salir a la conquista del “centro”. Y mucho más si su rival fuera la Comandante Pato.
Larreta profundiza su ambigüedad y Bullrich se siente más cómoda, beneficiada por encuestas de las que no se sabe dónde termina la realidad y dónde empiezan las operetas.
El resultado de las elecciones en Santa Fe quizá arroje alguna proyección más precisa. Solo quizá, vale remarcar. Son votos en el tercer distrito más importante del país, en medio de una batalla cambiemita encarnizada en la que, para que no se pierda jamás el rango de asombro, la candidata Carolina Losada acusa a su socio Maximiliano Pullaro de ser un cómplice narco. En cualquier caso, ¿hasta dónde los números santafesinos serán extrapolables a las elecciones nacionales decisivas cuando faltan, para corroborarlo, meses en los que puede pasar de todo? Son primarias, además o en primer término.
Tras este cúmulo de incógnitas y especulaciones mejor sería aferrarse a hechos constatables, de esos que no dejan interrogantes sobre ciertos recuerdos del futuro.
Hablamos de Jujuy y de la cacería de opositores desplegada por su dictadorzuelo Gerardo Morales, compañero de fórmula de la ¡paloma! Larreta, quien ya cruzó todos los límites concebibles aun dentro de los marcos de un sistema demoliberal que, se supone o se aspira, debe preservar algunas formas.
La Policía violando el espacio autonómico de la Universidad Nacional de Jujuy. Órdenes de detención contra los abogados defensores de detenidos en las últimas semanas. Fiscales de su Poder Judicial controlado a mano de hierro, que adujeron “incitación pública y sedición”. Allanamientos con formato de redada. Familiares que desconocen el paradero de los arrestados. Privaciones ilegales de la libertad en la capital y en Humahuaca.
Se recomienda la crónica de Alejandra Dandán (“El terror a cuentagotas de Gerardo Morales”), el viernes, en Página/12. Describe con enorme precisión las andanzas en la República Autónoma jujeña.
Lo mismo vale para el artículo de Juan Ignacio Provéndola, también ese día y en este diario (“Un desfile de modas en Tilcara”). Refiere el trasfondo de cuando el gobierno jujeño pidió a la Universidad Nacional de Buenos Aires entregar el manejo del Pucará, de Tilcara, lugar de supernumerario valor histórico y turístico que está bajo el cuidado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
Provéndola recuerda que, por entonces, Tulia Snopek, esposa del gobernador, llevó a Jujuy el evento de moda Argentina Fashion Week, con la idea de hacer cuatro desfiles en diferentes puntos provinciales. El primero sería en San Salvador; el segundo en la plaza de artesanos de Purmamarca; otro en las Salinas Grandes, y el restante en el propio Pucará.
“Naturalmente, la UBA no concedió el permiso y, casualmente, poco después Morales inició su embestida contra la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA”.
Todo esto a pesar de que, en 2005, cuando Morales era senador nacional por Jujuy, había manifestado al Congreso su “preocupación” por el posible usufructo privado del lugar que la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad. Vaya.
Jujuy expresa la síntesis de los bueyes con que ara el republicanismo macrista, en cualquiera de sus formas y personajes.
Suele decirse, en el palo, que lo de Morales es un “laboratorio”.
Es un argumento considerable, pero no infalible. Resulta complicado imaginar que un escenario como el jujeño pueda trasladarse así nomás al plano nacional (al del país del AMBA, en rigor, que es el que determina el humor y/o las inclinaciones generales, sobre todo en comicios en que se juega la definición presidencial). Un Morales o símil bullrichesco, que en realidad es al revés, provocaría un incendio de enfrentamiento social aunque se tratara de la suma de fragmentos.
Lo que está en juego es si el peronismo tendrá la capacidad de generar(se), desde adentro, una construcción política capaz de resistir al corrimiento total hacia derecha.
Es una pregunta que, por ahora, nadie está en condiciones de resolver por fuera, claro está, de los alquimistas de redes, foros, comentarios al paso y cualunquismos mediáticos.
La buena noticia es que esta sociedad (o este pueblo, como mejor se decía otrora) es lo de lo más dinámico que pueda encontrarse en la región.
Gracias a ese mérito, nada está dicho.
Nada está predestinado, salvo si se estima que todo y todos dan lo mismo.
Es eso de comprender textos y contextos.