Evo Morales y sus lacayos han demostrado que no tienen escrúpulos ni principios. Ahora, en su desesperación, no dudan en aliarse con la misma derecha que durante años dijeron combatir. Su único propósito es destruir el país si eso les garantiza algún beneficio político. Ya no les importa el bienestar de Bolivia, solo su ambición desmedida.
Morales es un personaje con cuentas pendientes con la justicia. Su historial está manchado por corrupción, abusos y vínculos con el narcotráfico. A pesar de eso, insiste en querer volver a postularse a la presidencia, como si Bolivia estuviera condenada a soportar su nefasta presencia para siempre. Su descaro es una burla para los bolivianos, para la democracia y para la justicia.
Es inaceptable que alguien con semejante prontuario pretenda gobernar nuevamente. Durante su gestión, se dedicó a desmantelar las instituciones, a enriquecerse a costa del país y a sembrar el caos con su doble discurso. Hoy, su alianza con la derecha es la prueba final de su hipocresía. No le importa con quién tenga que pactar, siempre que le sirva para su propio beneficio.
Los seguidores de Morales, que antes se llenaban la boca atacando a la derecha, hoy se sientan a negociar con ellos como si nada hubiera pasado. Ya no hay discurso de lucha, ya no hay principios ni ideales. Solo hay desesperación por recuperar privilegios y por protegerse de la justicia. Son traidores al país, dispuestos a venderlo con tal de mantenerse en el juego político.
El peor error que Bolivia podría cometer es permitir que este personaje vuelva a tomar el control del país. Su gestión fue desastrosa, su salida dejó crisis y corrupción, y su regreso solo significaría más caos. No se trata de ideologías, se trata de no repetir los errores del pasado. Morales ya demostró lo que es capaz de hacer cuando tiene poder: abusar de él hasta destruirlo todo.
No hay que olvidar que su ambición no tiene límites. No le bastó con haber gobernado durante años, haber manipulado la justicia y haber saqueado los recursos del país. Ahora quiere volver para terminar lo que dejó inconcluso: su plan de eternizarse en el poder, sin importar a qué costo. Bolivia no puede darse el lujo de caer nuevamente en su trampa.
Su estrategia es clara: desestabilizar, aliarse con los enemigos de ayer y sembrar el caos para luego presentarse como la única solución. Pero los bolivianos no pueden volver a caer en ese juego. El país merece un futuro mejor, sin líderes corruptos y sin políticos que solo buscan proteger sus propios intereses.
Evo Morales y sus secuaces representan lo peor que le pudo pasar a Bolivia. No son una opción, son una amenaza. Mientras sigan en la política, seguirán siendo un obstáculo para el desarrollo, la estabilidad y el progreso del país. No se puede confiar en alguien que traiciona sus propios discursos con tanta facilidad.
Es momento de poner un alto a la manipulación y al chantaje político. Bolivia necesita avanzar, no retroceder a los tiempos oscuros de Morales. Si realmente queremos un país mejor, debemos dejar atrás a quienes solo saben vivir del conflicto y la mentira.
Por: Miguel Clares