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Cris González

La Chakana

La alineación de la Chakana con la luna en el cielo, en perfecta rectitud con la pirámide de Akapana y el templete en Tiwanaku, es francamente admirable. Este 3 de mayo, antes de la medianoche, visité el centro ceremonial y fui testigo de aquel acto celestial síntesis de la cosmovisión andina, a la par que concepto astronómico vinculado a las estaciones del año.

La Chakana da sustento espiritual a la estirpe y es la historia viviente, en un anagrama de símbolos que integran una concepción filosófica y científica para la cultura de los pueblos del Abya Yala.

Igualmente, mientras escribo esta columna pienso en Jader Adnan y el pueblo palestino. Adnan falleció hace poco, después de haber estado 86 días en huelga de hambre al interior de una cárcel israelí, cerca de Belén. Había sido detenido el 5 de febrero, acusado de terrorismo e incitación a la violencia, día en que inició su protesta. Como tantos palestinos muertos a manos de los israelíes, Adnan solo pudo ser culpable de defender la soberanía de su nación, siendo injustamente acusado y arrastrado a la muerte, víctima de un trato inhumano.

Miro de nuevo la perfección de la Chakana, la luna iluminando como un gigantesco faro sobre quienes en una solemne ceremonia nos rendíamos ante el espectáculo que nos brinda la bóveda celeste desde hace millares de años; se habla de cuatro a cinco mil años de culto a la Cruz del Sur.

Adnan tenía 44 años, deja familia y comunidad, muere en el anonimato y víctima también del silencio en los medios y las organizaciones de derechos humanos, quienes callan ante la barbarie padecida por el pueblo palestino. Y pregunto: ¿Hasta cuándo vamos a permitir esta brutalidad?

Hay silencio en Tiwanaku a la medianoche. Todos ensimismados, atónitos ante la Chakana posicionada sobre Akapana. En medio de la oscuridad, la luna se vuelve más grande y luminosa, y podíamos contemplar, en dirección sur, la Cruz del Sur en perfecta alineación; y a la derecha, sobre la Puerta del Sol, la estrella de Belén.

Caímos de rodillas ante el espectáculo que contemplamos. En esa fría noche nos embargó una emoción inexplicable, los ojos se nos inundaron de lágrimas. ¡Enhorabuena!, como si de Año Nuevo se tratara, como si fuera el día cero, el reinicio de una nueva energía que se sentía en el ambiente.

Pienso en Adnan y pido a la Chakana por los míos, por los pueblos en lucha, por la desangrada Palestina, por Cuba, por Venezuela y por un mundo de paz. Culto ancestral no difundido que evoca en los indígenas a sus abuelos, a la vida en la Tierra. Es el conocimiento transmitido de generación en generación. No hacen falta libros que lo expliquen, se vive.

La Chakana, tan significativa para los pueblos del Abya Ayala, ha permanecido en la historia, en el tiempo, en los siglos. Ha sido la guía desde la prehistoria de los pueblos, brújula que orientó sus pasos, sus siembras, sus cosechas, así como la navegación en sus balsas de totora sobre el lago Titicaca.

Se dice que hay tantos satélites en órbita que ya no podremos distinguir —a simple vista— entre verdaderas estrellas y estos artefactos creados por la ciencia. Pero lo sé. Nada podrá con la magia del espectro vertical que como un privilegio ofrece la Chakana a quienes la contemplan.


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