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Roberto Chambi Calle

Rusia-EEUU: entre la paz y la guerra

A lo largo de la historia, solo se lanzaron dos bombas atómicas sobre una población, las cuales pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial (1945), siendo el saldo más de medio millón de personas fallecidas, cuyas secuelas siguen presentes hoy después de 78 años. El peligro aún está latente, pues en caso de no frenar los amagues y las agresiones recíprocas de las potencias, cualquiera de los poseedores del material nuclear podría imponer nuevamente “su paz”. Si en Hiroshima y Nagasaki los muertos eran casi medio millón, hoy con toda la capacidad tecnológica y dominio sobre estas armas, con seguridad sus efectos serían lapidarios; ya no se tratarían de ciudades periféricas como otrora en Japón, sino mundiales como Moscú, Washington o Pekín.

La idea de haber instaurado organizaciones internacionales (ONU, Liga Árabe, Unión Africana) y sus órganos fueron para sepultar los polvorines de guerra. La historia de la humanidad desde sus albores nunca fue pacífica, sino conflictiva, en donde unos cuantos imponían e imponen sus decisiones (Consejo de Seguridad) y si no es por la vía institucional, es por la armada o el amedrentamiento en todas sus dimensiones (políticas, económicas, sociales, etc.), incumpliéndose descaradamente los Convenios de Ginebra de 1949 y el armazón jurídico internacional.

Hoy se habla de un mundo multipolar, pero la realidad indica que nuevamente los Estados se van unificando en bloques, en donde los países del tercer mundo no escapan a ello, pues frente a las ideologías políticas, un estado “X” directa e indirectamente debe tomar postura, ejemplo palmario de ello es el apoyo a Rusia o a EEUU, pongámosle el glase que queramos, pero la realidad es así de simple. Las normas internacionales bi o multilaterales no están cumpliendo su fin en la solución de los conflictos armados ni mucho menos la guerra, entonces, ¿dónde queda la efectividad de los tribunales internacionales y sus leyes?

Con seguridad, si el conjunto de normas internacionales en el marco de la pacta sunt servanda se cumplieran, hoy no tendríamos la guerra entre Rusia y Ucrania (EEUU-Unión Europea); ya que el oso asiático, sus ex Estados y las naciones europeas firmaron acuerdos en 1990 como el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (OSCE), cuyo fin era “abstenerse en sus relaciones mutuas, así como en sus relaciones internacionales en general, de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o independencia política de cualquier Estado, o de cualquier otra conducta incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”, pero no solo ello, sino que la Federación Rusa y la treintena de Estados europeos reafirmaron su compromiso por la paz y la seguridad al firmar la declaración de Estambul en 1999, la misma que hoy es incumplida por Ucrania y los Estados europeos.

Los incumplimientos al derecho internacional, por ende a sus instituciones instauradoras de la ley y el orden son irrespetadas y tomadas como una burla, por ejemplo, cuando la fiscal de la Corte Penal Internacional, Fatou Bensouda, inició sus investigaciones respecto a las violaciones de Washington al Derecho Internacional Humanitario en Afganistán, el entonces presidente Donald Trump amenazó y sancionó a los funcionarios de la Corte, tomando las mismas acciones su gendarme Israel, quien a cada instante que le place pulveriza el derecho de los palestinos, así como no coopera con la Corte Penal al descalificarla como incompetente e ilegítima.

Las guerras y la conflictividad internacional fácilmente hoy pueden ser solucionadas a partir de que los Estados miembros de las Naciones Unidas le den el sentido humano y humanitario a las normas y al ius cogens, pues amedrentar y seguir alimentando guerras en el mundo como lo hace EEUU al financiar las revueltas y las rebeliones en Taiwán, donde aprobó mandar 500 millones de dólares en armamento en desmedro de la seguridad del Dragón Chino o que siga sosteniendo y cooperando a los grupos “rebeldes” en Sudán, cuyo saldo de fallecidos son más de 500, no beneficia en absoluto a la humanidad; pero la administración estadounidense no solo lo hace con esos países, sino también con Ucrania a la cual no ha dejado de “asistir”.

Hoy las naciones conscientes del mundo deben apostar por el respeto a la normativa internacional, su cumplimiento no puede estar yuxtapuesto a los caprichos de poder de algunas potencias, que las derogan o cambian cuando no les conviene, creando con ello inseguridad jurídica para los actores internacionales, quienes al darse cuenta de la debilidad de este andamio jurídico optan —sin más remedio— por la violencia, el conflicto y la guerra. ¿Será esta la constante de la humanidad?


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