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Oleg Yasinsky

La pretensión otanista de Milei: ¿provocación o traición a la patria?

Muchas veces me he prometido no volver a hablar de Milei, pero una vez más incumpliré esa promesa. El actual presidente del Estado argentino, defensor constitucional de la soberanía, odia el Estado y desprecia la Constitución, y una vez más se las ha ingeniado todas para sorprendernos.

El plato de entrada fue haber invitado a EEUU a instalar una base militar en Ushuaia “como primer paso” para recuperar las Malvinas. Ahora nos ofrece el plato fuerte con la reciente solicitud del Gobierno argentino a sumarse a las estructuras de la OTAN como socio global.

Claro que a este paso ya pronto superará a su colega ucraniano. El 18 de abril, el ministro de Defensa, Luis Petri, se reunió con el secretario general adjunto de la OTAN, Mircea Geoana, en el cuartel general en Bruselas. El comunicado oficial del Gobierno de Milei nos informa que “la reunión, en la que Argentina presentó la carta de intención que inicia el proceso de incorporación del país a esta organización, marca el interés en participar de manera constructiva en la seguridad global”.

El basurero informativo conocido como Infobae no demoró en sacar su titular “Rusia pierde fuerza en América Latina: cuestionó el pedido de Argentina de unirse a la OTAN”. Stella Calloni, la corresponsal del diario mexicano Jornada, precisó que esto sucedió “después de comprar por 600 millones de dólares 24 aviones de guerra que descartó Dinamarca, mientras que el Gobierno de Estados Unidos anunció que enviará al Gobierno un fondo no reembolsable de 40 millones de dólares, con el objetivo de reforzar la seguridad nacional”.

Recordemos que en los años del nacimiento de la OTAN la República Argentina, usufructuando las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial que devastó a Europa, se convirtió en la sexta economía mundial. El país supo lograr un cierto bienestar económico durante varias décadas. Bienestar, claro, en comparación con sus vecinos de la región.

Después de Brasil, Argentina era la segunda superpotencia sudamericana, con proyección de convertirse en líder en los procesos independentistas y emancipatorios del continente. No eran asuntos netamente económicos. La música y la literatura argentinas presentaron al mundo una nueva y fuerte identidad, y rompieron los estereotipos coloniales del norte respecto a Latinoamérica. El golpe militar, la dictadura con sus 30 mil detenidos desaparecidos, la trágica guerra de las Malvinas y el desastre neoliberal iniciado por Carlos Menem (abuelito político de Milei) representaron un gran giro en la historia del país.

Así se instaló el actual modelo, que no pudo ser removido con el suave y ambiguo reformismo de los posteriores gobiernos progresistas. Después, como siempre, las corruptas e indecisas élites políticas no supieron poner freno al rápido deterioro de la calidad de vida de la población.

Los organismos financieros internacionales y las corporaciones generaron caos, confusión y desesperación en magnitudes tales que las masas de electores optaron por el más mortífero de los remedios, una cura peor que cualquier enfermedad: el gobierno de Javier Milei.

Sin embargo, la solicitud de ingreso a la OTAN tampoco es algo tan sorpresivo. Desde su campaña electoral, Milei muy claramente explicó a sus votantes que sus dos únicos referentes políticos eran Estados Unidos de América e Israel, y que la agenda internacional del país se formatearía de acuerdo con este eje ideológico bastante claro. Debemos reconocer que en esto Milei ha sido muy consecuente y no tendríamos por qué sorprendernos.

También creo que sería bastante irresponsable tratar de predecir ahora la reacción de la OTAN y las proyecciones de los comandos electorales de Trump y Biden. Por suerte para los argentinos, su país ahora no está entre las prioridades políticas de las potencias defensoras del ‘mundo libre’. Además, todo en estos últimos meses ha estado cambiando con tanta rapidez que cualquier pronóstico se hace obsoleto casi en el momento de ser emitido.

¿En las Fuerzas Armadas argentinas quedará algo de memoria de la guerra de las Malvinas cuando la Armada de la OTAN (el Reino Unido con el total apoyo logístico y mediático) los derrotó militarmente? ¿Entrar a la OTAN no sería como una vez más rendirse a los ingleses?

Antes de la iniciativa argentina, Colombia había sido el único socio global de la OTAN en la región. La Alianza del Atlántico estaba interesada en la carne de cañón de ese Ejército, el único en América Latina con una experiencia real de guerra de varias décadas.

¿Un vasto territorio para bases militares cerca de las fronteras de sus vecinos ricos en recursos naturales? ¿Un gordo punto final a todos los intentos del continente latinoamericano de ser un territorio de paz y no alineación con los imperios del norte en sus eternas guerras en otras latitudes?

Ramón Torres Molina, diputado nacional y exsecretario de la Comisión de Defensa, en su publicación en Página 12, solo al recordar sobre la disputa no resuelta con un miembro de la OTAN, Gran Bretaña, por la soberanía de las islas Malvinas, plantea al respecto algo muy concreto: “El artículo 119 de la Constitución define como delito de traición a la patria tomar las armas contra ella o prestarle al enemigo ayuda y socorro. Desde la adopción de la Carta de las Naciones Unidas en 1945, que promueve la solución de controversias en forma pacífica, cayó en desuso el acto formal de declaración de guerra que se utilizó hasta la Segunda Guerra Mundial. Los conflictos no resueltos entre los Estados se mantienen en forma latente. Por eso Argentina no puede formar parte de una alianza con la que mantiene una disputa por la soberanía, porque ello neutraliza todo reclamo. Por eso, aquellos que promuevan y aprueben la incorporación a la OTAN estarían prestando ayuda al enemigo en un conflicto latente. Estarían incursos en el delito de traición a la patria”.

No quería hablar más de Milei, ya que los temas sobre él son más psiquiátricos que políticos. Sin embargo, esta última noticia ha puesto en riesgo la paz no solo de Argentina, sino la del continente entero. Por eso es tan triste ver que la mayoría de los Gobiernos latinoamericanos no han siquiera reaccionado a esta locura, la peor hasta ahora.


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