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Soledad Buendía Herdoíza

La seguridad social con perspectiva de género

La perspectiva de género es un enfoque que busca analizar y comprender cómo las relaciones sociales de género influyen en diferentes aspectos de la vida como la política, la economía, la cultura y la sociedad en general.


Esta reconoce que el género es una construcción social, que va más allá de las diferencias biológicas entre hombres y mujeres. Y que se expresa a través de normas, valores, roles y estereotipos que influyen en la forma en que las personas se relacionan entre sí y en la distribución de poder y recursos en la sociedad.
Este enfoque se utiliza para identificar y abordar las desigualdades de género, la discriminación y la violencia de género, así como también para promover la igualdad de oportunidades y derechos entre mujeres y hombres. Igual permite analizar cómo las políticas y prácticas de una sociedad afectan de manera diferente a hombres y mujeres y cómo se pueden mejorar para lograr una sociedad más equitativa y justa.
La perspectiva de género en la seguridad social implica considerar cómo los sistemas de seguridad social afectan de manera distinta a mujeres y hombres. Y cómo se pueden diseñar políticas y programas que promuevan la igualdad de género y aborden las desigualdades de género.
La seguridad social es un conjunto de políticas y programas que buscan proteger a las personas y sus familias de los riesgos económicos asociados con la vejez, la enfermedad, el desempleo, la discapacidad y otros eventos que pueden afectar la capacidad de las personas para ganarse la vida. La perspectiva de género en la seguridad social se enfoca en cómo estos riesgos afectan de manera variada a mujeres y hombres y cómo se pueden abordar estas desigualdades.
Uno de los ejemplos más emblemáticos de este enfoque, aplicado a la seguridad social, es el reconocimiento del trabajo no remunerado de cuidados en el Ecuador. Este país latinoamericano tiene el estándar más alto de protección identificado en la región, con rango constitucional y legal para el acceso a las prestaciones de seguridad social, por el solo hecho de identificarse como persona que se dedica al trabajo de cuidados no remunerado.
En Ecuador el reconocimiento del trabajo no remunerado de cuidados fue un proceso largo y complicado. Para que este derecho sea ejercido se debió recorrer un largo camino de luchas, enfrentando pequeños avances y retrocesos.
La Constitución de 2008 marcó un hito fundamental en materia de derechos de las mujeres, porque recogió y sintetizó sus propuestas y demandas. Se formuló la necesidad de que el trabajo producido por las mujeres fuera considerado equivalente y con el mismo valor que el de los hombres y que se visibilizara el trabajo no remunerado de cuidado.


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