La frase del título suele escucharse con frecuencia en las salas de espera de las diferentes entidades financieras y refleja la realidad de muchas personas que desconocen el cambio en la prestación de servicios financieros. Antes, el acceso a servicios financieros en Bolivia era limitado, y los derechos de los consumidores financieros estaban lejos de ser una prioridad. La banca se enfocaba en sus propios intereses, sin considerar las necesidades y derechos de los prestatarios.
¿Cómo llegamos al sistema financiero boliviano que conocemos hoy? La respuesta se encuentra en un cambio radical de filosofía, marcado por la implementación de la Ley de Servicios Financieros en agosto de 2013. Esta ley marcó un punto de inflexión en la historia financiera del país, al dar paso a un enfoque basado en la función social de los servicios financieros.
Antes de esta ley, los bancos se centraban en maximizar sus ganancias, sin tener en cuenta los derechos de los usuarios. Las tasas de interés de los créditos eran exorbitantes, alcanzando a menudo el 30-40%, independientemente del tipo de crédito o su destino. Para adquirir una vivienda se requería un 20% de cuota inicial, lo que dejaba fuera del alcance de muchos bolivianos el sueño de tener una casa propia.
Sin embargo, desde la implementación de la Ley de Servicios Financieros el panorama cambió drásticamente. Los derechos de los consumidores financieros pasaron a primer plano y la inclusión financiera se convirtió en una prioridad. Hasta la banca, lejos de sufrir pérdidas, vio sus ganancias crecer considerablemente. En julio de 2023 reportaron ganancias por $us 134 millones, en comparación con las pérdidas de $us 53 millones registradas en el año 2000.
Uno de los cambios más significativos fue la drástica reducción de las tasas de interés. Ahora, los créditos de vivienda son accesibles para la población boliviana, ya que los fondos de garantía constituidos respaldan estas operaciones. Entre julio de 2022 y 2023, los créditos de Vivienda de Interés Social aumentaron casi en un 4%, reduciendo el déficit habitacional y brindando la oportunidad de que más bolivianos cumplan el sueño de una vivienda propia. Además, se priorizaron los créditos al sector productivo, impulsando la actividad económica con tasas de interés que oscilan entre el 6% y 11%.
La línea de créditos SIBOLIVIA es un ejemplo sobresaliente de este enfoque, además de respaldar la política de industrialización con sustitución de importaciones, estos créditos ofrecen tasas de interés históricamente bajas con el 0,5%, lo que alienta a los productores a emprender negocios para la sustitución de importaciones, una estrategia económica fundamental para Bolivia.
El sistema financiero también se ha convertido en un reflejo de la economía boliviana en general. El aumento constante de los depósitos, que han crecido casi siete veces desde 2005, es un testimonio de la confianza que tiene la población en el sistema financiero y en la moneda nacional. El 88% de los depósitos se realizan en moneda nacional, lo que contribuye a generar estabilidad económica y financiera.
A pesar de los desafíos globales, como la crisis financiera internacional, la pandemia, la guerra en Europa, la desaceleración económica mundial y los factores internos como paros y sequías, entre otros; Bolivia mostró contar con un sistema financiero estable, por ejemplo, el índice de mora en otros países de la región se encuentra cerca del 4%, en cambio nuestro país se mantiene por debajo del promedio regional, alrededor del 3%.
Este éxito no solo se refleja en las cifras financieras, sino también en la ampliación del acceso a los servicios financieros. Antes de 2005, los puntos de atención financiera en los municipios apenas alcanzaban el 20% del territorio boliviano. En la actualidad, la cobertura se ha expandido cerca del 90%, brindando acceso a servicios financieros a todos los bolivianos.
En resumen, el sistema financiero boliviano ha experimentado una transformación asombrosa, priorizando los derechos de los consumidores y promoviendo la inclusión financiera. Los jóvenes de hoy disfrutan de un sistema más equitativo y accesible, respaldado por sólidos indicadores de estabilidad y solvencia. Esto es un testimonio de cómo las políticas bien diseñadas pueden cambiar la vida de las personas y fortalecer la economía de una nación.