Siempre existe el riesgo de sumergirse en el silencio inhóspito, pero menos mal que, cuando “las palabras entonces no sirven” (Antonio Machado), emergen las voces de los poetas. Ellos están ahí para recordarnos que, en esta vida que nos tocó vivir, aquí y ahora, no es posible acogerse al silencio fácil y oportunista, lo que entre otras cosas sería acto de cobardía despreciable, más cuando viene ocurriendo lo que ocurre en territorio palestino.
Los grandes medios occidentales se alzan en coro para condenar la acción armada de militantes de Hamás contra el ejército de ocupación israelí, la madrugada del 7 de octubre. Se empeñan en mostrar al pueblo palestino como “terrorista” y justificar así el genocidio que viene cometiendo el Estado de Israel sobre Palestina desde que fuera acogido en territorios que nunca le pertenecieron.
La humanidad es testigo de que el Estado de Israel, dominado por las expresiones ultrafascistas con el apoyo de Estados Unidos y las potencias guerreristas europeas, se ha encargado de sembrar la muerte y regar de sangre la tierra sagrada. Ellos rindieron/rinden culto a la muerte y saben de sobra lo que es arrasar ciudades y aniquilar pueblos enteros.
Pero todo lo que pueda decirse resulta corto frente al horror, vano ante al dolor y la indignación que provocan los actos criminales contra Palestina, así como quedan cortas las palabras frente al bloqueo a Cuba o el exterminio de comunidades africanas condenadas por el saqueo y el hambre.
Hace ya algunos años, en un encuentro antiimperialista en Vallegrande (Santa Cruz), los ojos brillantes de una mujer palestina iluminaban la noche mientras relataba la lucha heroica de su pueblo por su derecho a existir. “No tenemos tiempo para enterrar a nuestros muertos”, me dijo en medio de la marcha nocturna por las callejuelas de polvo y olvido de aquel pueblo en el que deambula el alma del Che y sus guerrilleros. “No sabemos lo que es estar tristes…”, acotó con una energía que quebró la noche apenas iluminada por los focos amarillentos del alumbrado público. Ahí, en medio de la calle quedo solo mientras veo a la mujer alejarse en medio de la multitud envuelta en su pañuelo palestino.
Recurro pues a los poetas para no hundirme en el silencio…
“Vi sus ojos…
¿Miras en el camino la muerte del dios de sangre?: /es el ‘Día de la Tierra’, /es el día de tus ojos, Palestina. /No lloras a tus muertos, / no llega la hora tranquila/de recoger las lágrimas/enterradas en Der Yasim, Hebrón, Sabra, Shatila…/
¿Sionismo? / ¡Recuerdos de Varsovia! / ¡Lídice! /, ¿de qué sirvió la historia? /
Ojos negros, triste ternura, / ¿miras acaso a tus hombres? /Tel Zaatar y sus huérfanos, /Dalal y sus mujeres:/fusiles de esperanza/en el diluvio ensordecedor:/ ‘Solo los héroes pueden permanecer firmes’. /La rama de olivo no cae, / Jerusalén espera/ a sus cachorros de flores, / en la tierra de la paz, / Qué más da…/tú resistes (Rolando Ramírez, 1995)
“Halt”
“Recorro el camino que recorrieron 4000000 de espectros / Bajo mis botas, en la mustia, helada tarde de otoño/ cruje dolorosamente la grava. / Es Auschwitz, la fábrica de horror/que la locura humana erigió /
a la gloria de la muerte. / Es Auschwitz, estigma en el rostro sufrido de nuestra época./ Y ante los edificios desiertos,/ante las cercas electrificadas,/ante los galpones que guardan toneladas de cabellera humana/ante la herrumbrosa puerta del horno donde fueron incinerados/padres de otros hijos,/amigos de amigos desconocidos, esposas, hermanos,/niños que, en el último instante, / envejecieron millones de años,/pienso en ustedes, judíos de Jerusalén y Jericó,/pienso en ustedes, hombres de la tierra de Sión,/que estupefactos, desnudos, ateridos/cantaron la hatikvah en las cámaras de gas;/pienso en ustedes y en vuestro largo y doloroso camino/desde las colinas de Judea/hasta los campos de concentración del III Reich./Pienso en ustedes/y no acierto a comprender/cómo olvidaron tan pronto/el vaho del infierno”. (Luis Rogelio Nogueras, Auschwitz-Cracovia, 21 de octubre de 1979)
Mientras se pueden leer aquellos versos inmortales, en el mundo se escuchan las voces y se ven los ojos, ya sin llanto, de las mujeres palestinas multiplicando el grito por la vida; por su parte, la prensa registra, como lo viene haciendo desde hace 75 años: “La artillería israelí sigue cañoneando campamentos de refugiados palestinos en el sur del Líbano”.
Palestina hoy está de pie y exige el cese de la ocupación israelí, el fin del genocidio. Es un clamor de quienes condenamos la cultura de la muerte.
*Es periodista.