No hay nada nuevo en las recientes declaraciones y filtraciones del primer ministro israelí Netanyahu sobre la supresión de la idea de establecer un Estado palestino y enterrar el proyecto de la solución de dos Estados que ya se venía expresando muy claramente en las posiciones sionistas de los sucesivos gobiernos sionistas de extrema derecha desde el asesinato de Rabin y en las elecciones de 1996.
Las declaraciones de Netanyahu se produjeron durante una sesión a puerta cerrada del Comité de Asuntos Exteriores y Seguridad de la Knesset, en la que declaró que “Israel debe bloquear el camino para las aspiraciones de los palestinos de un Estado independiente para ellos”.
La alternativa que Netanyahu le propone al pueblo palestino es que se mantenga el statu quo y dar luz verde para perpetuar la ocupación y su supervivencia, y profundizar en el sistema de apartheid en la Palestina ocupada, de acuerdo con dos leyes racistas discriminatorias: una ley de ocupación racista y represiva que abusa de los ciudadanos palestinos con una legislación que permite el robo de sus tierras dejándolos en cantones aislados, y otra ley con una legislación específica para los israelíes que les permite que establezcan su supremacía y soberanía sobre la tierra palestina ocupada por la fuerza de las armas.
El sionismo y la paz son opuestos. El sionismo se basa en conceptos racistas y coloniales, en el asentamiento, la práctica de la violencia y del terrorismo. El sionismo se basa en herramientas agresivas otorgadas a los colonos, se les empuja con mitos bíblicos y prebendas a migrar a Palestina para establecerse allí. Los judíos fueron utilizados por el movimiento colonial y por el sionismo que mostraron su proyecto como la salvación ante la diáspora de las comunidades judías por la persecución a la que estaban expuestos en sus diversas sociedades, especialmente en Europa, siendo este el origen del matrimonio y de la compatibilidad entre el movimiento sionista y el movimiento colonial, el fascismo europeo y luego el nazismo.
Todo ello revela que la continuación del proyecto sionista y la consolidación de su control absoluto sobre toda Palestina no se puede lograr por medios pacíficos, sino solo por la violencia y el terror que se practicaron y practican contra el pueblo palestino, y que no se puede detener porque su cese significaría el fin del proyecto sionista y su desaparición.
La negación de la existencia del pueblo palestino y la adquisición y el control de su tierra representan la meta y el pilar principal para lograr los fines sionistas en el establecimiento de lo que ellos llaman la patria nacional, colonizadora y racista, en la cual la relación entre el individuo y el Estado se basa únicamente en la religión, considerando el judaísmo como religión y nacionalismo al mismo tiempo, y trabajando para derrocar cualquier derecho nacional del pueblo palestino (musulmanes y cristianos o de cualquier otra religión).
Esta entidad basada en los mencionados cimientos racistas en los que convergen las posiciones de sus líderes, sus élites fundadoras y sus gobernantes, la sitúa en un estado contrario a la paz y opuesto a garantizar los derechos de otros pueblos autóctonos y dueños legítimos de la tierra palestina.
Históricamente Israel nunca creyó en el Estado palestino, incluso durante las negociaciones de Camp David, en las que Israel presentó su visión de “Autonomía” y no de “Estado” cuando no era más que un gobierno local. Desde entonces no ha habido un solo acuerdo con los palestinos al que se haya comprometido Israel, ni Oslo, ni Madrid, ni Washington, ni Ana bolis, ni Taba…, sin embargo, lleva a cabo matanzas, violencia, destrucción, quemas, y prosigue insultando lugares sagrados.
Las declaraciones recientes de Netanyahu son un claro desafío a la legitimidad y el derecho internacional, son una afirmación del rechazo a la iniciativa de paz árabe y una renuncia a todos los acuerdos firmados con el Estado de Palestina, así como con el resto de los países occidentales que abogan por la solución de los dos Estados según las resoluciones del Consejo de Seguridad.
El pueblo palestino no se someterá a los deseos de Netanyahu y su gobierno. La comunidad internacional debe darse cuenta de la seriedad de estas posiciones sionistas fascistas y agresivas, de su peligro para la paz y la seguridad internacional, debe mantenerse firme en la lucha legítima del pueblo palestino para imponer sus derechos nacionales legítimos e inalienables, el principal de los cuales es su derecho a retornar a su patria de conformidad con la Resolución 194 de 1948, poniendo fin a la ocupación y asentamiento de sus tierras ocupadas y permitiéndole, con su derecho a la autodeterminación, el establecimiento de su Estado palestino independiente, en las fronteras de 1967 y con Jerusalén Oriental como su capital.