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Xavier Villar

¿Por qué la guerra no termina cuando Hamás libere a los detenidos israelíes?

En las últimas horas, el ejército israelí ha intensificado sus bombardeos sobre Rafah, hogar de 1,5 millones de palestinos desplazados, acompañados de avances terrestres. Todo esto ocurre después de que Hamás aceptara la propuesta de alto el fuego mediada por Egipto y Catar.

El martes por la noche, Hamás finalmente aceptó la propuesta de alto el fuego, que implicaba tres fases de implementación. La primera fase consistía en la retirada completa de las tropas israelíes del corredor de Netzarim y el regreso de los palestinos desplazados a sus hogares. La segunda fase implicaba el anuncio del cese permanente de las operaciones militares y, por último, en la tercera fase, se levantaría el bloqueo de Gaza. Además, en esas negociaciones se alcanzó un acuerdo para el intercambio de prisioneros.

Varias horas después del anuncio de Hamás, la oficina del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, anunció que el gabinete de guerra de Israel había acordado por unanimidad que la propuesta “está lejos de cumplir con los requisitos necesarios de Israel”. Al mismo tiempo, dejaba claro que la operación en Rafah continuaría según lo planeado.

Poco después del anuncio de Netanyahu, el ejército sionista comenzó las operaciones militares en Rafah, dejando un número indeterminado, por el momento, de palestinos muertos.

Los recientes acontecimientos en Rafah demuestran que las supuestas negociaciones de alto el fuego en las que participó Israel han servido como un pretexto para enmascarar la guerra genocida contra los palestinos.

Mientras tanto, Estados Unidos ha utilizado las negociaciones para desestimar el fallo de la Corte Internacional de Justicia y proteger a los líderes israelíes de posibles órdenes de arresto que se rumoreaba podrían ser emitidas por la Corte Penal Internacional. Como señala la profesora Amal Saad, la única parte que ha estado participando en las conversaciones de alto el fuego con la verdadera intención de lograrlo es Hamás.

El papel de Estados Unidos es relevante porque suele ser identificado como un mediador activo en las negociaciones de alto el fuego. Sin embargo, esta definición no se ajusta a la realidad. No solo son el principal patrocinador de Israel en todos los aspectos, sino que también exigen abiertamente la eliminación y total destrucción de Hamás, al que consideran el principal obstáculo para la paz en Palestina. Aunque Estados Unidos participa en las negociaciones, su papel es el de servir como representante de Israel y en ningún caso como mediador.

En este sentido, los Estados Unidos pueden considerarse un actor parcial en cualquier negociación, presente o pasada, en la que estén en juego los intereses coloniales de Israel. Por otro lado, y en paralelo a lo anterior, todas las promesas estadounidenses a los palestinos nunca se han cumplido. Por ejemplo, en 1982, la administración Reagan garantizó la protección de los civiles que permanecían en Beirut después de la retirada de la OLP palestina de la capital libanesa, pero en realidad no hizo absolutamente nada para detener las matanzas en Sabra Shatila.

En el caso concreto de la actual invasión de Rafah, es importante recordar cómo el presidente Biden calificó públicamente la invasión israelí de Rafah como una “línea roja”. Sin embargo, como estamos viendo, Israel está seguro de que puede cruzar todas las supuestas líneas rojas de Washington a voluntad, porque sabe que no enfrentará ninguna consecuencia. De hecho, Washington ya está retrocediendo y ahora afirma que solo se opone a una operación terrestre sionista “importante” en Rafah.

Hay que añadir que la visión estratégica de Estados Unidos respecto a Palestina está desconectada de la realidad, insistiendo en imponer un cambio de régimen en Gaza a pesar de la incapacidad de Israel para ganar la guerra o para debilitar de manera notable a Hamás.

Como explica Amal Saad en una entrevista recientemente publicada, “los Estados Unidos todavía están intentando lograr políticamente lo que Israel no ha logrado militarmente”.

El problema con la visión estadounidense es que aún no se ha dado cuenta de que la guerra ya está perdida y de que la resistencia persistirá mientras se niegue la autodeterminación a los palestinos.

De todas formas, existe una posibilidad que no debería descartarse. Si Israel ha decidido desafiar los aparentes deseos de Estados Unidos de poner fin a la guerra, es posible que nos adentremos en una etapa muy crítica del conflicto, donde la probabilidad de una conflagración regional aumente dramáticamente. Esto es especialmente cierto si el Eje de Resistencia concluye que Estados Unidos carece tanto de la voluntad como de la capacidad para contener las acciones de Israel en Gaza.

En este sentido, como expresan varios expertos, los integrantes del Eje de Resistencia llevan 7 meses pensando que en algún momento, no demasiado distante, Estados Unidos obligará a Israel a aceptar un alto el fuego que supondrá un golpe humillante para el gobierno encabezado por Netanyahu. Pero si el genocidio en Gaza se percibe como indefinido y con él la expulsión efectiva o la limpieza étnica de los palestinos, las opciones del Eje de Resistencia se tendrán que repensar y lo más seguro, según estos mismos expertos, es que el Eje abandone su política de contención o en el caso de Irán se entendería que la nueva fase actual de disuasión activa daría paso a otro tipo de respuesta mucho más directa.

Por otro lado, la idea extendida de que todo esto es obra exclusiva de Netanyahu y motivado únicamente por su deseo de permanecer en el poder para evadir el juicio por corrupción, no concuerda especialmente bien con un gabinete de guerra que respaldó unánimemente la invasión de Rafah.

Esto demuestra que la narrativa de que la guerra termina cuando Hamás libere a todos los rehenes es falsa y es producto de la propia propaganda sionista. Lo que es claro es que el gobierno sionista busca una guerra perpetua, y es precisamente por esto que las conversaciones de alto el fuego son vistas como un obstáculo constante. Esto se puede explicar en parte prestando atención a lo que se puede llamar la maquinaria política del sionismo.

Esta maquinaria, que se basa en la ideología sionista que a su vez forma la columna vertebral de Israel, genera un único movimiento constante y permanente de exclusión y muerte. El objetivo final de esta maquinaria es la expulsión y/o eliminación de toda la población palestina nativa.


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