El sistema económico internacional hoy en día se encuentra en una posición descomunal. Se están produciendo cambios importantes, las crisis en varios ámbitos de la economía mundial: el financiero, energético, alimentario. Hay que analizar esto.
Destacaría el hecho de que las tendencias que ahora tanto se ponen de manifiesto comenzaron años atrás. Las famosas “sanciones infernales” del Occidente cortaron los lazos con Rusia, multiplicando los efectos negativos para la economía mundial. La obstinación de excluir a Moscú de los procesos económicos internacionales ha resultado ser un fracaso estrepitoso. La economía rusa está creciendo desde junio del año pasado, y los pronósticos de los líderes occidentales del derrumbe de esta fallaron vergonzosamente. Este año el incremento del PIB de la Federación de Rusia será de 1,5-2%, posiblemente llegando al 4% (algunos vaticinaron la caída de hasta el 20%).
Mientras que el sueño de una Eurasia unida de Lisboa a Vladivostok se tornaba pesadilla, en la orquesta económica internacional aparecía un nuevo líder: BRICS. El antiguo director trata de mantenerse en su cátedra por todos los medios, destruyendo los mecanismos de la Organización Internacional de Comercio que ya no sirven para mantener el empuje de China. La respuesta a la pregunta de cómo influye todo este escenario sobre la melodía de la economía: la orquesta está desafinada. Los intentos de los países occidentales de culpar de todo exclusivamente a Rusia no son correctos ni nuevos: es una práctica habitual suya a lo largo de muchos siglos.
El sistema financiero está bailando junto con la volatilidad de los mercados bursátiles, altos niveles de deudas privadas y públicas, déficit de recursos para financiar el desarrollo global y disminuir la desigualdad. Los países desarrollados (sobre todo los miembros de G-7) han aportado a esto. Empezando por la crisis financiera de 2008 y particularmente durante la pandemia de Covid-19 imprimieron dinero a toneladas para cubrir el déficit presupuestario y mantener su propio bienestar. Solo en los últimos dos años la masa monetaria aumentó casi en el 40% en EEUU y en un 20%, en la Unión Europea. Como resultado se aceleraron los procesos inflacionarios y se agudizaron problemas en el sector energético y alimentario de los países en desarrollo. Según los datos de las Naciones Unidas, los precios en EEUU en 2022 crecieron el 6,5%; en Gran Bretaña, el 10,5%; en la UE, el 9,2%.
El sistema monetario occidental está sutilmente confeccionado para mantener el nivel de vida de los así llamados “mil millones de oro” —los felices habitantes del “jardín floreciente”, según la terminología del Alto Representante de Política Exterior de la UE, Josep Borrell. La deuda pública estadounidense se ha acercado a 32,7 billones de dólares, pero lo paga todo el mundo. El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial están bloqueando asignaciones de recursos a los estados-accionistas bajo pretexto de las “razones técnicas”. Venezuela, Irán, Bielorrusia y Siria, entre otros, ya han sido víctimas de dicha política de doble rasero. Esta lista se ampliará a voluntad de los dueños de las instituciones financieras mundiales en cualquier momento.
El dominio del sistema mundial de liquidación y pago se traduce en restricciones económicas unilaterales, como sucedió en la primavera de 2022, cuando Visa y MasterCard bajo la presión política privaron a los ciudadanos rusos del acceso a los servicios financieros. Los bancos de Rusia fueron desconectados del sistema de pagos SWIFT de la noche a la mañana. Simultáneamente fueron bloqueados unos 300 mil millones de dólares de nuestras reservas internacionales. Además de ser un atraco, es también una lección: ya no existe el “sagrado” concepto de la propiedad, llegó la hora de expropiaciones.
Los problemas en el sector energético (la inestabilidad de los mercados correspondientes, un aumento drástico de los precios de hidrocarburos) aparecieron bastante antes del inicio de la operación militar en Ucrania. La crisis estimuló la transición energética acelerada por subsidios otorgados al sector de energías renovables junto con la disminución de inversiones en el sector petrolífero. Otro factor: las fluctuaciones bruscas de la demanda debido a la pandemia.
Tras el inicio de la operación militar especial el sector energético ruso se convirtió en el blanco de las ya mencionadas sanciones occidentales. Contrariamente al legado de Adam Smith, EEUU y la UE decidieron aplicar medidas antimercado: crear un “cártel de compradores” y establecer precios máximos para el petróleo y productos petrolíferos. En septiembre de 2022 completaron con el atentado contra el sistema de gasoductos “Nordstream”. Sin embargo, Rusia aumentó sus suministros energéticos tanto en volumen como en ganancias, incrementando su rol en el mercado internacional de hidrocarburos. En 2022 nuestro país produjo 535 millones de toneladas de petróleo y 673,8 mil millones de metros cúbicos de gas. Hemos reorientado las exportaciones a Asia y otros mercados internacionales —más prometedores que la UE.
Nos tratan de atribuir la actual crisis alimentaria. Otra vez, las primeras señales de alarma sonaron antes del inicio de la operación militar especial en Ucrania. Fueron drásticamente agudizadas por duras sanciones contra el sector agropecuario ruso, uno de los tres mayores del mundo. Fueron bloqueados los terminales portuarios utilizados para el tránsito de la producción agrícola procedente de la Federación de Rusia. Las empresas financieras y logísticas internacionales se negaron a asegurar, acreditar y atender las transacciones de venta de las mercancías y fertilizantes de Rusia. El pasado 5 de junio fue destrozado por Ucrania el conducto de amoníaco Togliatti-Odesa, cuya seguridad fue garantizada por los Acuerdos de Estambul (la Iniciativa de Grano). El conducto aseguraba las exportaciones para producir fertilizantes con capacidad de 2,5 millones de toneladas de amoníaco al año. También preveían el levantamiento de las restricciones contra el banco ruso “Rosselkhozbank”, la entidad clave para el sector agropecuario ruso. No se viabilizó. O sea, las exportaciones agropecuarias rusas las tratan de bloquear por todos los medios.
Son las sanciones en contra de Rusia, reticencia de los países occidentales a reconocer la formación inexorable del nuevo orden mundial y su anhelo de mantener el dominio mundial que están agravando las negativas tendencias económicas. Los hechos lo demuestran.