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Miguel Clares

Reflexiones de fin de año

El 2024 llega poco a poco a su fin, y con él surge la oportunidad de reflexionar sobre un año marcado por retos y aprendizajes para Bolivia. La economía nacional enfrentó embates tanto externos como internos que afectaron el bienestar de todos. Mientras el contexto internacional imponía desafíos complejos, las tensiones políticas internas añadieron una carga innecesaria que obstaculizó el progreso.

A lo largo del año, los bolivianos fueron testigos de episodios de sabotaje económico que pusieron en riesgo la estabilidad del país. Las acciones de algunos asambleístas alineados con Evo Morales, lejos de priorizar el desarrollo, parecieron enfocarse en alimentar conflictos que solo perjudicaron al pueblo. Estas decisiones políticas no solo dañaron las finanzas públicas, sino que atentaron contra la confianza necesaria para fomentar inversiones y crecimiento.

Los bloqueos promovidos y respaldados por Morales fueron uno de los episodios más lamentables del 2024. Estas acciones no solo paralizaron regiones enteras, sino que generaron pérdidas económicas incalculables para productores, comerciantes y familias. Las carreteras convertidas en campos de batalla política terminaron por aislar al país, afectando a quienes menos podían soportar las consecuencias. Los bloqueos no fueron una expresión de lucha social, sino un acto de irresponsabilidad que atentó contra la dignidad de los bolivianos.

A pesar de este panorama adverso, Bolivia mostró signos de resiliencia. Al segundo trimestre del año, el país alcanzó un crecimiento económico del 2,6%. Aunque este resultado es positivo, no se puede ignorar que pudo haber sido mucho mayor de no haber mediado tantos obstáculos internos. Este crecimiento, modesto pero significativo, refleja la fortaleza de una economía que sigue avanzando incluso en medio de la adversidad.

Otro aspecto destacable fue la disminución continua de la tasa de desempleo. Este indicador brinda un rayo de esperanza en un contexto complicado, al demostrar que, pese a los desafíos, se hicieron esfuerzos concretos para proteger y generar empleo. Sin embargo, estos logros no pueden ser tomados como garantía; requieren de un entorno de paz social y estabilidad para consolidarse y traducirse en beneficios duraderos para toda la población.

El cierre del 2024 no puede darse sin un llamado a la memoria colectiva. Las acciones que afectaron al país no deben ser olvidadas ni minimizadas. Cada bloqueo, cada acto de sabotaje, representa una falta de respeto a la dignidad de los bolivianos y a las oportunidades que se les niegan en nombre de intereses políticos particulares. Reflexionar sobre estos hechos no es un ejercicio de rencor, sino una necesidad para evitar que se repitan.

En este contexto, el fin de año debe ser también un momento para la esperanza. Bolivia tiene el potencial de dejar atrás las divisiones y enfocarse en un futuro común. Si algo ha demostrado este año, es la capacidad del pueblo boliviano para resistir y adaptarse, incluso cuando las circunstancias parecen jugar en su contra. El 2025 puede y debe ser un año de renovación, pero esto solo será posible si se prioriza el bienestar colectivo por encima de agendas personales.

La unidad será clave para superar los retos del próximo año. Bolivia no puede permitirse seguir siendo víctima de intereses que fragmentan al país. Es momento de construir un camino que una, en lugar de dividir; que sume, en lugar de restar. Las dificultades de este año deben servir como recordatorio de que el progreso requiere de un esfuerzo conjunto y de un compromiso firme con el desarrollo.

Al mirar hacia el 2025, los bolivianos deben hacerlo con la certeza de que es posible construir un mejor futuro. Las lecciones de este año no deben ser vistas como fracasos, sino como oportunidades de aprendizaje. Bolivia merece un país que valore su potencial y que trabaje incansablemente para alcanzarlo.

Que el 2024 quede en la memoria como un año que nos enseñó a resistir, pero también a no aceptar pasivamente las injusticias. Que el 2025 sea un año de esperanza renovada, unidad y progreso. El desafío es grande, pero el espíritu del pueblo boliviano lo es aún más.

La Paz/AEP


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