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Ramiro Ramírez S.

Salvador Allende y “el cobre plebeyo”

En pleno auge del neoliberalismo pospinochetista era común escuchar a sectores de la izquierda chilena y otros, no tan de izquierda por cierto, que en su país “ni el agua del mar le pertenecía al pueblo chileno”.

El chovinismo de quienes discursaban, en su momento, haber “recuperado la patria del peligro comunista”, había terminado finalmente por privatizar la tierra, los recursos naturales y los servicios básicos. Además, la supuesta prosperidad que había alcanzado el vecino país bajo la dictadura de Augusto Pinochet tenía en sus cimientos el olor de la muerte.

Muerte no solo por los crímenes que cometió la dictadura fascista, sino por el genocidio contra el pueblo Mapuche arrinconado por un Estado que aún hoy les es extraño e injusto.

El 11 de septiembre se recordaron 50 años del golpe de Estado en Chile y del asesinato del compañero presidente Salvador Allende, quien fue elegido por el voto del pueblo en 1970 y proclamado por el Congreso en octubre del mismo año. Si los esfuerzos de la administración norteamericana por evitar que asumiera el cargo se vieron frustrados por distintas circunstancias, el bombardeo y toma por asalto de La Moneda fue el único medio eficaz que tuvo la ultraderecha chilena y la CIA para terminar con el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973).

Las lecciones de aquella experiencia socialista han sido harto recogidas y aún son motivo de reflexión de los círculos marxistas acerca de la necesidad y la importancia de la defensa de los procesos de transformación socialista, de las conquistas del pueblo o, mejor, de la construcción de un país soberano y digno.

En ese marco, una de las acciones socialistas que afectó intereses transnacionales fue la nacionalización del cobre, un mineral explotado por siglos y que, mientras fue parte de los pueblos originarios, e incluso durante la Colonia, era visto con menos precio a diferencia del oro y la plata.

A propósito, en Chuquicamata, tierras rojas (1926), Eulogio Gutiérrez relata que la idea del “origen plebeyo del cobre” se inscribe en un diálogo popular entre Felipe II y el “herrero improvisador de Madrid”; cuando el monarca inquiere al orfebre:

-              “Dicen me que viertes perlas…

Y el herrero contestó

-              “Sí, señor, más son de cobre;

Y como las vierte un pobre,

Nadie se atreve a cogerlas…”

El mismo autor refiere además que aquel mineral, que se convertiría luego en pieza clave de la industria capitalista chilena, ya era extraído de las minas de Chuquicamata “desde el remoto tiempo incásico, a raíz de la conquista del Inca Túpac Yupanqui en el siglo XIV”.

Como ocurrió con todos los recursos naturales, los pueblos originarios trabajaron el oro, la plata, y en este caso el cobre, para su uso doméstico, comunitario/religioso y pacífico, además. La acumulación y el pillaje vendrían con la Colonia y luego con el florecimiento del expansionismo liberal sobre nuestras naciones. Ya en manos de Chile, Chuquicamata fue devorada por el “fuerte sindicato norteamericano que buscaba veneros de cobre por el mundo…. Aquel sindicato o sociedad de capitalistas yanquis, era lo que después adoptó la razón social de Chile Exploration Company” (principio de 1900). La ignorancia y angurria de los emprendedores locales los hizo presas fáciles de la voracidad del gran sindicato norteamericano que les ofrecía precios que ellos creían “exorbitantes”. “¡En verdad que ellos no supieron nunca lo que vendieron!”, señala Gutiérrez.

Así como no supieron lo que vendían, los miserables industriales chilenos de finales del siglo XIX y principios del XX (los mismos que alentaron la usurpación de suelo boliviano) estaban lejos de imaginar el alto precio que pagaría el 11 de septiembre de 1973 un presidente de Chile que se atrevió a devolver la propiedad del cobre a sus verdaderos dueños, el pueblo chileno. El 16 de julio de 1971, tras firmar la enmienda constitucional que daría lugar a la nacionalización del cobre, Salvador Allende afirmaría: “Chile comienza a caminar hacia su definitiva independencia económica”. Aquel acto de dignidad le costaría la vida. Hoy, tras 50 años de neoliberalismo, “el 70% del cobre que se produce en Chile es extranjero”, reconoció en una reciente entrevista Pablo Sepúlveda, nieto del compañero Presidente.

*Es periodista.


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