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¡Salvemos a Bolivia! Pero… ¿de quién exactamente?

Red Boliviana de Economía Política

La reciente marcha convocada para “salvar a Bolivia” ha dejado en el aire una pregunta que resuena en la mente de muchos bolivianos: ¿Salvarla de quién? ¿De aquellos que, con su mala gestión, sembraron el malestar económico actual? ¿O de quienes, necesitados de poder a toda costa, ahora buscan excusas para ocultar sus errores? El país se cuestiona: qué hizo Morales con las Reservas Internacionales Netas (RIN) 11.500 millones de dólares que desaparecieron en los últimos cinco años de su gestión. ¿Qué pasó con la inversión en materias primas estratégicas, vitales para el desarrollo del país? Y, sobre todo, ¿cómo alguien que ha dejado a Bolivia en esta situación pretende ser candidato nuevamente?

Evo Morales, en su discurso, no solo arremete contra la administración actual, sino que también evade las responsabilidades de su propio gobierno. “El que bloquea Bolivia es Lucho y su gobierno, no hay plata”, afirmó, añadiendo que “el presidente es el primer bloqueador del país”. Sin embargo, detrás de estas acusaciones surge otra inquietud: ¿quién realmente está bloqueando la economía del país? ¿A quién o qué pretende ocultar o beneficiar Morales al seguir enfrentando a Bolivia? ¿Qué intereses hay detrás de su persistente protagonismo?

En medio de esta crisis, muchos se preguntan, ¿qué soluciones reales ofrece?, ¿cuál es su plan para un cambio verdadero o solo busca reafirmarse como un líder capaz de destruir lo avanzado? La marcha, lejos de ser un signo de esperanza, parece un mal augurio para las familias bolivianas, que sufren el peso de un país dividido.

En este artículo analizaremos tres miradas clave sobre el estado actual de Bolivia:

La primera representa la búsqueda de alternativas económicas y sociales que respondan a los problemas provocados por las malas gestiones gubernamentales, soluciones concretas para aliviar el malestar que ha permeado la sociedad.

La inversión en recursos estratégicos, como la exploración de hidrocarburos y minerales, es crucial para sentar las bases del crecimiento económico en Bolivia. Un enfoque en el litio se presenta como una alternativa prometedora no solo por su demanda global, sino también por su potencial para impulsar el desarrollo industrial del país.

Además, esta visión de país también aboga por un cambio de matriz productiva mediante la industrialización y la sustitución de importaciones. Estas estrategias buscan generar un cambio estructural y sostenible en la economía nacional, permitiendo a Bolivia diversificar sus fuentes de ingreso y reducir la dependencia de productos externos.

A corto plazo, implementa acciones que facilitan la entrada de divisas al sistema financiero mediante el impulso a las exportaciones. Este enfoque es esencial para sobrellevar la difícil situación económica que nos ha legado un líder cuyo ego lo lleva a considerarse el salvador de la nación, pero que hoy parece convertirse en el verdugo de la economía y, por ende, de las familias bolivianas.

La segunda mirada es la del prebendalismo político, que utiliza la confrontación y la violencia como estrategias para justificar acciones que van en contra de la Constitución Política del Estado. Esta postura apuesta por la polarización como mecanismo para consolidar intereses particulares, sin importar el impacto en la estabilidad y cohesión social.

Esta visión del evismo busca aferrarse al poder a cualquier costo, desde la ruptura de la Constitución Política del Estado hasta el daño irreparable a la economía de las familias bolivianas, jugando con el futuro de las próximas generaciones. Su enfoque económico se basa en el prebendalismo y la venganza, evidenciado en sus intentos de obstaculizar la llegada de inversiones extranjeras a través de organismos internacionales. Este enfoque está diseñado para beneficiar a un grupo reducido de dirigentes que buscan lucrar y consolidar una nueva burguesía, sustentada en el despilfarro de recursos que pertenecen a todos los bolivianos.

Las acciones del evismo desde la Asamblea Plurinacional son un claro indicativo de que su discurso se fundamenta en el odio y la polarización. La búsqueda incesante de movilizaciones solo llevará al luto a más familias bolivianas. Evo Morales, en su locura por el poder, pone en riesgo al país, llevándonos a una espiral de crisis. Ante la presión, es probable que recurra a la venta fragmentada de nuestro país y sus recursos naturales, beneficiando a un grupo selecto de la población.

Hoy, Bolivia vive en la incertidumbre y el miedo, alimentados por las acciones de un aparente líder que parece haber perdido el rumbo. El accionar de este “fabricante de mentiras” amenaza con convertir nuestras esperanzas en un ciclo de crisis interminable.

Por último, tenemos la tercera mirada: el oportunismo de una oposición sin propuestas ni líderes claros, que se aferra a las tensiones sociales provocadas por el caudillo en su intento desesperado por alcanzar el poder. Este sector no presenta soluciones reales, sino que se limita a utilizar el descontento social para avanzar en su agenda.

Esta visión busca recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) para condicionar la economía del país, llevando a Bolivia de regreso a un ciclo de gobiernos subordinados a la deuda externa. Como resultado, se limitarían la inversión social y productividad, perderíamos nuestra soberanía económica, relegando al país a la obligación de pagar la deuda externa y mendigar ayuda internacional para cubrir salarios. Esto generaría desempleo, reduciría el Producto Interno Bruto (PIB) y llevaría a la venta a precios de remate de las empresas estratégicas del Estado. Además, se desmantelarían gradualmente otras industrias bajo la justificación de que el Estado no es un buen administrador.

El desvío de los recursos obtenidos a través de préstamos hacia intereses personales se convertiría en una práctica habitual. Luego, se insistiría en la idea de que debemos “aguantar” hasta que la economía reaccione, lo que nos condenaría a vivir otros 20 años en postergación y dependencia de poderes hegemónicos mundiales.

Se nos contarían mentiras sobre la incapacidad de los bolivianos para generar industria y cambios sociales. Todo esto gracias a la obstinación del evismo, que busca el poder, pero, en realidad, allana el camino hacia una ultraderecha liberal que prioriza el interés privado sobre el bienestar colectivo.

Es hora de cuestionar estas narrativas sobre las visiones económicas del país y proponer alternativas que fortalezcan la soberanía y el desarrollo sostenible de Bolivia. El Estado busca de manera incansable estabilizar la economía para lograr un cambio estructural y sostenible en la productividad. Este proceso se está logrando mediante la inversión en la exploración de materias primas estratégicas y en industrias que fomenten la sustitución de importaciones, liberando así al país de la dependencia de insumos externos.

Además, se están generando divisas a través de alianzas estratégicas productivas que impulsen las exportaciones. Este enfoque no solo viabiliza la entrada de dólares, sino que también contribuye al crecimiento y desarrollo del país. Bajo el diálogo como base del desarrollo, se ha puesto en marcha este objetivo, siendo fundamental la participación activa de todos los actores involucrados, desde los movimientos sociales hasta el sector empresarial, con una perspectiva que se aleje del prebendalismo, la politiquería y el odio.

La construcción de un futuro económico sostenible para Bolivia requiere de un compromiso colectivo y de una visión compartida que priorice el bienestar de todos los bolivianos.

La Paz/AEP/Martin Moreira


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