Hace apenas dos semanas, desde la provincia de Idlib, grupos yihadistas, liderados por Hayat Tahrir al Sham, iniciaban una ofensiva sobre el resto del territorio sirio. Una semana después de estos sucesos, el presidente de la nación árabe, Bashar al Assad, abandonaba el país.
Para algunos, este acontecimiento marca el fin del conflicto armado que se inició en el país en 2011. Sin embargo, hasta el momento los datos reflejan un escenario, como mínimo, contradictorio. Si bien no ha llegado la paz a Siria, lo cierto es que tampoco llegó la victoria.
De hecho, mientras los grupos yihadistas se enfrentan en distintos puntos del país, Israel profundiza una ofensiva desde el sur bajo la excusa de preservar su seguridad. Todo ello habrá de ser tenido en cuenta para entender en qué punto nos encontramos.
El conflicto en Siria y la caída de Al Assad
La nación siria lleva arrastrando las consecuencias del conflicto armado por más de una década, lo que ha supuesto un debilitamiento económico y demográfico. Un Estado en quiebra, con las capacidades de su aparato de defensa y de sus servicios de inteligencia claramente mermadas. Esta crisis, además, se agudiza por las medidas coercitivas impuestas tanto por EEUU como por la Unión Europea (UE), que han retrasado labores de reconstrucción, con el objetivo de profundizar el aislamiento comercial y político de la República Árabe. Siria ha acabado siendo una sociedad debilitada donde, evidentemente, han surgido otras complicaciones como el aumento de la corrupción o la pérdida de confianza en las instituciones gubernamentales.
A este complejo escenario debemos sumarle que el Estado no había logrado controlar todo el territorio, destacando parte de la provincia de Idlib, donde se reorganizaron las fuerzas integristas como Hayat Tahrir al Sham, y el noreste de Siria bajo control de milicias kurdas con el apoyo de EEUU. Estas fuerzas, además, participan en un saqueo sistemático de los recursos gasísticos y petrolíferos de la nación árabe, agravando con ello la crisis económica.
Otro actor clave es Turquía, que ha apoyado a distintos grupos integristas que operan al norte de Siria, y que incluso inició una ofensiva en territorio sirio en algunas fases del conflicto armado. La excusa de Ankara es combatir a los grupos kurdos (aliados de los estadounidenses, con el pretexto de combatir al Estado Islámico*), que pretenden establecer una autonomía en zonas fronterizas entre Siria y Turquía.
Las mesas de negociación para una resolución del conflicto en la que han participado Rusia e Irán, como mediadores entre Turquía y Siria, han tenido muy presentes estos dos focos abiertos. Sin embargo, pese a que estaban previstos nuevos encuentros para buscar una solución política, los acontecimientos han creado un nuevo escenario que complica aún más la posibilidad de que Siria pueda recuperar su integridad territorial, independientemente del régimen que finalmente acabe imponiéndose.
Siria y los siete frentes de Israel
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, advirtió que su país mantenía siete frentes: Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria, Irak, Yemen e Irán.
Tras más de un año de un genocidio televisado, no ha conseguido doblegar a Gaza. En el caso de Líbano, Israel recientemente tuvo que aceptar un alto el fuego y, pese al éxito de distintas operaciones contra Hezbolá, incluido el asesinato de su líder, Tel Aviv no ha conseguido imponerse sobre el grupo insurgente libanés.
Así pues, en relación con Siria, y dados los acontecimientos recientes, podemos advertir que estamos ante el primer éxito real del operativo israelí desplegado contra los siete frentes de Netanyahu en Oriente Medio.
El éxito no solamente radica en la destrucción del Estado sirio y el aumento del riesgo de balcanización total del país, donde Israel está jugando un papel destacado con su invasión desde el sur, sino también en la paralización de la conexión por tierra entre Irán y Hezbolá, cerrando su salida a Líbano.
En ese sentido, la destrucción de Siria es, a su vez, una catástrofe para el Eje de la Resistencia en sentido amplio, y en particular para la articulación de este eje en el contexto específico de apoyo al pueblo palestino en medio del genocidio en Gaza.
No dejan de ser controvertidas algunas reacciones de sectores próximos a la causa palestina que han festejado la caída de Siria. ¿Serán conscientes de lo que eso realmente significa para los palestinos?
Oriente Medio y la pugna política mundial
Pecaríamos de excesiva ingenuidad si no abordásemos la cuestión siria dentro del escenario más amplio de pugna geopolítica que se desarrolla en la actualidad. El conflicto armado en ese país siempre fue de carácter internacional, no solo por los actores que participan en él, sino también porque ha servido como reflejo de la correlación de fuerzas presente en la región.
Prueba de ello son distintos artículos publicados en medios occidentales estos días, siendo especialmente destacable la cobertura de la estadounidense CNN, que emitió una entrevista exclusiva con Abu Mohammad al-Jolani, líder de Hayat Tahrir al Sham. Distintos artículos buscan blanquear al grupo yihadista que dirige, pese a las contradicciones evidentes tanto de su discurso como de su accionar. ¿No era que EEUU estaba en Siria (de forma ilegal) para combatir precisamente a este tipo de grupos?
El Eje de la Resistencia, así como en otras épocas el socialismo árabe o los partidos Baaz, ha actuado como oposición a la dominación colonial y neocolonial occidental en la región. Incluida la resistencia contra Israel, entendiendo este proyecto como un artificio colonial mantenido bajo intereses occidentales, pese a la supuesta descolonización mundial festejada por Naciones Unidas en los años 60.
Siria ha sido referente de resistencia luego del inicio de las llamadas “primaveras árabes”, las cuales, más allá de si tenían implicaciones internas, fueron procesos que facilitaron un escenario proclive a Occidente en distintas naciones, en un contexto en que esa dominación empezaba a profundizar su decadencia.
Si hasta este momento la correlación de fuerzas parecía favorable a los movimientos de resistencia en la región, la caída de Siria supone una victoria para la hegemonía occidental en el territorio. Y aunque no podemos hablar de una victoria definitiva —la resistencia aún existe y se puede consolidar y profundizar por distintas vías—, sí pone de manifiesto la derrota de los pueblos del mundo en una importante batalla.
Esta situación se convierte en una oportunidad para la reflexión, la acción estratégica y la reorganización de la esperanza, tanto dentro como fuera de Siria. De alguna manera, la resistencia evolucionará, encontrando nuevas grietas desde las que florecer y avanzar. Como decía Bertolt Brecht en su ‘Loa a la dialéctica’: “¿Quién podrá contener al que conoce su condición? / Pues los vencidos de hoy son los vencedores de mañana / y el jamás se convierte en hoy mismo”.
Carmen Parejo Rendón/