En Bolivia, las tradiciones y la economía están profundamente entrelazadas, y el Gran Poder en La Paz es un claro ejemplo de esta relación simbiótica.
La festividad del Gran Poder, una de las expresiones culturales más importantes de la ciudad, no solo celebra la devoción religiosa al Señor del Gran Poder, sino que también impulsa una significativa actividad económica en la región. En 2023, el movimiento económico generado por esta festividad, únicamente el día de la entrada, superó los 60 millones de dólares y para esta gestión se espera que alcance a los 70 millones de dólares.
La festividad se caracteriza por la participación de numerosas fraternidades cuyos miembros, conocidos como fraternos, se organizan en torno a pasantes que asumen el rol de anfitriones. El principio del ayni, una tradición de reciprocidad muy arraigada en la cultura indígena andina, se manifiesta en las prácticas que se desarrollan en el interior de todas las fraternidades. Por ejemplo, los pasantes reciben a los fraternos con cajas de cerveza, y las directivas de cada bloque suelen retribuir este gesto devolviendo igual o mayor cantidad de cajas. Esta dinámica de reciprocidad no solo fortalece los lazos comunitarios, sino que también genera un flujo constante de recursos económicos como consecuencia directa e indirecta de la festividad.
Participar en el Gran Poder implica incurrir en gastos considerables. Los pasantes y bailarines invierten en trajes, joyas y adornos elaborados, algunos de los cuales, como los de las cholas de la morenada, pueden llegar a costar miles de bolivianos, además se debe considerar el gasto en la contratación de bandas musicales y servicios de cosmética, peluquería, banquetes, entre otros. Estos gastos personales se traducen en un movimiento económico significativo para la ciudad, que beneficia a una amplia gama de sectores.
El impacto económico del Gran Poder no se limita a los gastos directos de los participantes. La festividad atrae a numerosos turistas nacionales e internacionales, quienes contribuyen al crecimiento económico local a través del consumo de servicios de alojamiento, gastronomía y comercio. Hoteles y restaurantes tienen mejor perspectiva de ingresos, y los comerciantes aprovechan la afluencia de visitantes para incrementar sus ventas.
La dimensión espiritual de la festividad añade una capa adicional a su impacto económico. Los devotos realizan grandes sacrificios financieros para cumplir sus promesas y demostrar su fe, lo que impulsa el gasto en la comunidad. En la cultura local existe la creencia de que “si el Tata del Gran Poder no bendice, hay que hablarle o reñirle. Hay que festejarle con derroche porque si no, se enoja y castiga”. Este sentimiento subraya la importancia de la festividad para los creyentes, quienes consideran esencial honrar al Señor del Gran Poder con exuberancia para recibir sus bendiciones y evitar su descontento.
El Gran Poder es una prueba viviente de cómo las tradiciones culturales pueden integrarse y enriquecer la economía moderna. La festividad no solo celebra la riqueza cultural de Bolivia, sino que también impulsa un considerable movimiento económico, mostrando que la cultura y la economía no solo pueden coexistir, sino que pueden fortalecerse mutuamente. En un contexto global donde la modernidad a menudo amenaza con diluir las tradiciones locales, el Gran Poder subraya la importancia de mantener y valorar nuestras herencias culturales como motores de desarrollo económico y cohesión social.