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// FOTOS: Archivos particulares de Jaime Fernández, Raúl Rojas y otras colecciones

Llallagua, ciudad minera y universitaria del norte de Potosí

Desde el auge del estaño y las luchas obreras hasta su consolidación como centro industrial y académico, Llallagua resume la historia económica y social de Bolivia.

Orígenes de Llallagua

La historia de Llallagua se remonta a 1557, cuando el capitán Juan del Valle ubicó el cerro Intijaljata, en la cordillera de Espíritu Santo, buscando plata, pero al encontrar estaño abandonó el paraje. La región cobra importancia a fines del siglo XIX. En 1899 se crea el cantón Llallagua. A inicios del siglo XX existían tres importantes empresas mineras: Compañía Minera del Cnl. Pastor Sainz, la Empresa Minera Uncía de John B. Minchin y La Salvadora, de Simón I. Patiño.

La Compañía Estañífera de Llallagua, de capitales chilenos, adquirió la empresa del Cnl. Pastor Sainz. En 1907, su administrador, Alberto Nanety, presidía el Comité Cívico de Uncía que exigía la creación de una nueva provincia. El diputado Dulfredo Campos presentó el proyecto de Ley de Creación de la Provincia Rafael Bustillo. Promulgada el 8 de octubre, dispone su división en dos secciones municipales, la primera con los cantones Uncía (Capital) y Llallagua y la segunda con Chayanta y Amayapampa. Uncía y Llallagua contaban con diez mil habitantes, vecinos, obreros y empleados de las empresas mineras. La provincia recibió un presupuesto de Bs 18.469, destinado a Gobierno y Subprefectura, aguas potables, postas, hospital, médico y botiquín, escuela, cementerio, alquileres y amoblaje de oficinas, escuela, casa abasto y oficinas. La Salvadora controlaba la provincia, gracias a su poderío económico.

La era del capitalismo de enclave: la Patiño Mines y la Compañía Llallagua

La Compañía Llallagua contaba con un capital de 425 mil libras esterlinas; ensanchó su concesión con 312,03 hectáreas (ha). En 1914 alcanzó una producción mensual de 9.000 quintales (qq) de barrilla de exportación con ley de 66%. Desarrolló el socavón ‘Azul’, por donde se extraían los minerales de las vetas La Blanca y San Fermín; y el socavón Maestro Cancañiri, con dos perforadoras de percusión electric drill, con fuerza eléctrica y aire comprimido. Se sumaron los socavones San José (extraía minerales oxidados, ‘pacos’); La Blanca (con un decauville); La Encantada y Carnavalito.

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La clase obrera revolucionaria de Siglo XX y Catavi.

Su fuerza motriz contaba con dos motores de gas deutz, con 120 HP c/u; dos motores diésel de 160 HP c/u; tres turbinas en El Tranque (represa construida en 1915), con 150 HP c/u, haciendo un total de fuerza producida de 1.010 HP, para sus minas y su ingenio. Los minerales eran transportados por un andarivel de 5.000 metros de longitud, capacidad de 70 baldes por hora, de 3,5 quintales cada uno, hasta el ingenio Chile, que trataba 5.000 quintales de minerales sulfurosos de buena ley en 12 horas de trabajo, en los molinos de cilindro, los giggers de clasificación, las mesas Wiffley y Vanner de concentración y los buddles.

El material piritoso era calcinado en cinco hornos mecánicos Kauffmann. La empresa instaló una escuela de niños en Catavi para atender a los hijos de los trabajadores del ingenio Chile, contaba con un médico encargado del cuidado de los enfermos, cuyos gastos de curación eran cubiertos por la empresa.

La Salvadora y la Compañía Llallagua se repartieron Uncía y las tierras del ayllu Carachas y las del ayllu Chullpas, adquirieron propiedades mineras y de tipo agrícola para el ensanche de sus instalaciones y campamentos. Los problemas y conflictos se suscitaron al interior de galerías y bocaminas, caracterizados por las comunicaciones, es decir “propases realizados por una empresa, en los intereses o propiedades de la otra”. Los propases terminaron con la suscripción del “deslinde entre La Salvadora y la Compañía Estañífera de Llallagua” (1914), propiciando la construcción del Socavón Siglo XX para facilitar los desagües de la impresionante ‘Montaña de Estaño’.

La población de Llallagua estaba compuesta de “gente reunida de distintas nacionalidades, especialmente en la clase baja chilena”, quienes eran los que provocaban constantes demandas y protagonizaban reyertas, y se habían atrevido a atentar contra las pulperías y los almacenes. La Patiño Mines implantó la “americanización del campamento”, prohibiendo la injerencia del Estado que estaba obligado a garantizar la seguridad industrial con el uso de la fuerza armada, empleando como método la masacre y la ocupación militar de los campamentos.

La fuerza productiva de la Compañía Estañifera Llallagua sufría el trato autoritario del administrador general Emilio Díaz, quien provocó reclamos airados de los obreros ante la Subprefectura, “por la considerable alza de precio en los artículos de primera necesidad que expendía en sus pulperías arrendadas y además porque el pago de saldo de jornales, se acostumbraba hacer muchas veces después de transcurridos cuarenta días”.

En 1915, la empresa chilena despidió a muchos obreros y recontrató mano de obra en número suficiente para reanudar sus labores de producción, pero no aumentó salarios. Esta situación llevó a sus obreros a ingresar “en una especie de huelga, que en tumulto i en actitud hostil, reclamaban aumento de salarios, amenazando atacar las pulperías de la Empresa”. La Empresa aceptó el pliego y accedió a un incremento del 20% sobre el salario nominal. Los administradores de la compañía vieron con asombro que, al día siguiente del aumento de salarios, nuevamente sus trabajadores se hallaban en conflicto, esta vez “pidieron la reducción de las horas de trabajo y la salida de la mina en las horas de almuerzo y comida”. La respuesta fue la movilización del aparato coercitivo del Estado, que emplearon los Barones del Estaño para reprimir al movimiento obrero, despedir a los trabajadores militantes de izquierda, enviar al destierro, la prisión y el exilio a los dirigentes e identificar a los dirigentes comunistas radicales para su eliminación física. La fuerza policiaca de Uncía arremetió contra “los amotinados que querían abandonar la bocamina con gritos y amenazas, obligando a los mineros a continuar en el interior de la mina hasta la hora de costumbre y capturó a los principales cabecillas, que fueron puestos a disposición de los jueces ordinarios”.

Patiño, con un golpe de mano, compró las acciones de la Compañía de Llallagua en la bolsa de Santiago. En julio de 1924, era el único propietario de esas minas. Construyó un ramal del ferrocarril de 6 kilómetros en dirección al ingenio Victoria, de Catavi, que se nutría con preconcentrados de Uncía y Siglo XX. Para el transporte del mineral de la mina de Siglo XX al ingenio de Catavi se utilizó dos locomotoras diésel eléctricas General Motors, con 20 vagones Orenstein & Koppel.

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En 1899 se crea el cantón Llallagua.

En 1924, el ferrocarril Machacamarca-Uncía transportó 50.000 toneladas de barrilla de estaño y otros minerales; además de 40.000 pasajeros a Oruro. Los viajeros reemplazaron al caballo de hierro por el automóvil, que ingresó a las minas con mejores precios y menor tiempo de viaje, sepultando definitivamente al carruaje y el carretel para el transporte de pasajeros.

Comerciantes y emprendedores de Uncía y Llallagua

Pedro Sapunar, miembro de la Junta de Caminos de Uncía, instaló su casa principal en Uncía y una sucursal en Andavilque, próximo al ingenio de Catavi, con un almacén de abarrotes, barraca de maderas y calaminas, la fábrica de velas ‘Yugoslavia’, se ocupaba de cobranza de letras y expedición de giros sobre la plaza de Oruro. Fue el primero en introducir autos y camiones Oakland y Chevrolet para servicio de su clientela, implantando el servicio ‘puerta a puerta’.

Isidoro Mena introdujo automóviles Overland de seis cilindros, con cinco asientos, modelo 1926. Bernabé Jiraldez, comerciante, director del periódico La Libertad y dueño de la Proveedora San Miguel, tenía un surtido de licores legítimos del país y extranjeros y una fábrica de gaseosas y aguas medicinales, vinos de mesa y singani de Turuchipa y el “único depósito de la sin rival Cerveza Boliviana Nacional”. El visionario comerciante adquirió omnibuses para el servicio de transporte de pasajeros entre Catavi y Uncía e instaló una empresa de taxis con servicio a Llallagua. Jiraldez sucumbió ante el embrujo del estaño y en las postrimerías de su vida perdió su capital en una aventura minera.

En Llallagua, Enrique Frolek y Juan Bacovic poseían automóviles Buick 29, Sedán de siete asientos, adquiridos en la Casa Gundlach. El doctor Alfredo Vera atendía a pacientes de Llallagua, Catavi y Chayanta en un automóvil Buick, modelo 30. Los comerciantes yugoslavos dominaban el comercio: Lorenzo Butkovic, propietario de los Almacenes Generales de Llallagua, los traspasó a Gerónimo Ramljak, en 1921; Miguel Abugder y su esposa Guadalupe, instalaron un almacén de mercaderías y entregaron en consignación a José Zorán, de Palestina, por Bs 6.000; Franja Bakovic y Alfonso Versalovic, de Yugoslavia, formaron sociedad para establecer una tienda de mercaderías de abarrotes y otros artículos, por un valor de Bs 26.391; George Sapunar, yugoslavo, era dueño de la casa comercial Almacén Bolívar, de abarrotes en general, instalada en calle Campero, con capital de Bs 61.169.20, formado en sociedad con Pedro Versalovic.

Julio García Agreda, natural de Sucre, fue uno de los comerciantes más antiguos de Llallagua; minero, propietario de una tienda de mercaderías de abarrotes, vendió sus existencias en Bs 4.000 a Julio Ruiz, minero natural de Cinti. Juan F. Lozada, procedente de Colquechaca, administró la casa comercial La Paloma, situada en calle Linares, que fue transferida en 1936 al palestino Said Tejada, en Bs 3.285.45. Víctor Lizárraga era dueño de la casa ‘Víctor’, especializada en máquinas de coser, vitrolas, máquinas de escribir, fonógrafos, catres y bicicletas; entregaba mercadería a comisionistas al 7% de comisión sobre ventas.

El hotel Llallagua se instaló el 1 de enero de 1907; el dueño era propietario de la empresa de carretas Palacios y Cía. Laura M., de Durán, comerciante, adquirió el hotel que regentaba Miguel Saat, instalado en la casa de José Abujder, en la avenida 10 de Noviembre; Durán vendió el hotel a los comerciantes yugoslavos, Santiago Eterovic e Irislav Yaksic, procedentes de Chile, “con sus muebles, servicio de comedor, dormitorio, billar, cantina y armazón, por Bs. 2.064.10”. En 1934, fue transferido por Bs 2.000 a Juan Eterovic.

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Antigua calle Linares, hacia 1920.

Las chicheras, mujeres empoderadas

Las chicheras, mujeres mal vistas por autoridades municipales y las esposas de los mineros, gozaban de independencia económica, asumían el control de sus hogares, eran más decididas que sus compañeros, tenían iniciativa para los negocios y enviaban a sus hijos a estudiar en ciudades del interior del país. Se establecieron en proximidades de los campamentos de Siglo XX y en la población civil de Llallagua. Efigenia Plaza, casada con el sastre Miguel Villarroel, compró sitios ubicados en el camino a Cancañiri, y desembocaban de la esquina de la plaza, se encontraba en el camino de los trabajadores mineros. Dorotea Arroyo, chichera de Sacaca, concubina del minero Alfredo Zabala, compró un terreno de los labradores indígenas Pantaleón Mamani y María Leyva, en la calle que conducía a las minas de la Compañía Llallagua, iniciando un negocio muy rentable. Era una respetable y próspera chichera que poseía muchas propiedades, entre ellas una casa junta que constaba de una tienda, salita, patio común, la que vendió en Bs 500 a María Flores, una qhatera de Colquechaca.

La Patiño Mines expulsó a las chicheras, comerciantes y qhateras del campamento de Siglo XX, al ver en ellas a las causantes de los males sociales que aquejaban a los trabajadores mineros, quienes sucumbían a los encantos de las chicheras, en ambientes de seducción, donde se cultivaba el baile franco y la galantería, al son del autopiano.

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El socavón Patiño Mines.

La estrategia del ‘superestado’ y la ‘Rosca Minera’: la masacre

Las empresas mineras conformaron un grupo de políticos, legisladores, abogados, economistas e intelectuales, denominado ‘La Rosca’, que diseñó la nefasta estrategia de usar la masacre como método de control y actuaban en beneficio del ‘Superestado Minero’.

La primera masacre se produjo en Uncía, en julio de 1918, cuando obreros de Socavón Patiño y Callapería, de la Empresa La Salvadora de Simón I. Patiño, “formularon su reclamación del pago de haberes; fueron reprimidos violentamente por el Jefe de Punta un tal José Soruco (alias ‘El Rosco’), lo que motivó el levantamiento y consiguiente indignación de los obreros que apedrearon y asaltaron la Pulpería y la Caja. El gerente Máximo Nava, en compañía de los empleados y de sus guardias blancos armados de carabinas y pistolas, subieron a la mina donde ocurrió el suceso (…)”, relata Rodolfo Soliz.

La segunda masacre tuvo epicentro en Uncía, en septiembre de 1919, en la que se reivindicaron las ocho horas de trabajo, ordenada por Emilio Díaz administrador de la Compañía Llallagua en Catavi, que usó los hornos de calcinación de Catavi para desaparecer los cuerpos de mineros asesinados. La tercera masacre sucedió en marzo de 1923, cuando la Federación Obrera del Trabajo Central Uncía (FOCU), dirigida por Guillermo Gamarra, reclamó ante la empresa. El presidente Bautista Saavedra, a pedido de las empresas capitalistas, envió tropas militares para sofocar la manifestación. El 21 de diciembre de 1942, el Gral. Enrique Peñaranda instruyó la cruenta, torpe y salvaje masacre minera de Catavi.

Sin embargo, el régimen de explotación capitalista generó el germen revolucionario obrero y popular, una clase obrera politizada que abrazó la ideología comunista, empleando métodos propios de la lucha de clases para proponer desde las bases mineras radicalizadas, un proyecto político para la toma del poder e impulsar el desarrollo económico del país. Hasta 1936, mujeres y niños trabajaban en las minas. Posteriormente trabajaron a destajo como palliris. El viejo régimen fue herido de muerte, con un amago de guerra civil en 1949. En las elecciones de 1951, triunfa inesperadamente el Movimiento Nacionalista Revolucionario de Víctor Paz y Hernán Siles, con el 42,91% de los votos. El presidente Urriolagoitia dimite a favor del Gral. Hugo Ballivián Rojas, con el consecuente apresamiento y destierro de la joven dirigencia ‘movimientista’.

El 9 de abril de 1952, un golpe de Estado se transforma en revolución social. Las milicias populares de trabajadores fabriles del barrio de Villa Victoria y mineros de Milluni, en alianza con la fuerza de carabineros, asaltan la plaza fuerte, los centros neurálgicos de poder, enfrentan y derrotan a los regimientos Ingavi y Lanza y a los cadetes del Colegio Militar.

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Transporte de mineral en carretas.

 67º aniversario de creación de Llallagua: ciudad industrial y universitaria

El 22 de diciembre de 1957, el doctor Hernán Siles Zuazo promulgó la ley de creación de la Tercera Sección Municipal de la Provincia Bustillo, con la capital Llallagua, disponiendo que los impuestos a la corambre, internación de artículos de primera necesidad, abarrotes y otros que eran pagados en Uncía por la Empresa Minera de Catavi, deberán ser distribuidos entre Uncía y Llallagua y pagados en cada una de las municipalidades, debiendo la de Llallagua asignar el 10% de estos ingresos para obras públicas de Andavillque.

En su segundo mandato, el doctor Hernán Siles Zuazo creó la UNSXX, por DS 20979, el 1 de agosto de 1985. En su cuarto mandato, el doctor Víctor Paz Estenssoro promulgó la Ley de 10 de noviembre de 1986, que eleva al rango de ciudad a Llallagua. Hoy es una ciudad industrial y universitaria pujante.

El municipio tiene 40.865 habitantes y la ciudad cuenta con 25.166 (Censo de 2012). Producto de su larga historia, generó una infraestructura atractiva para el turismo, con los balnearios de Catavi, La Salvadora (Uncía), el socavón de Siglo XX, los arenales de Catavi, las granzas y cerros de cascajo, el Tranque (represa) de Lupi Lupi, las pampas María Barzola (sitio histórico donde se firmó la Nacionalización de las Minas) y el cerro Llallagua, denominado también ‘Cerro Camello’.

Luis Oporto Ordóñez es Magister Scientiarum en Historias Andinas y Amazónicas. Docente titular de la carrera de Historia de la UMSA.


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