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El desafío de ser mujer escritora en tiempos de dictadura

A un mes y trece días de la muerte de la veterana y aguerrida polígrafa Gaby Vallejo Canedo, éste su servidor amanuense desea dedicarle una crítica despeinada y no muy rigurosa de su novela Hijo de opa ya que está hecha al calor de su desaparición.

La Paz, 03 de marzo de 2024 (AEP).- En una época donde la narrativa boliviana estaba dominada por el sexo masculino vino a descollar la presencia de Gaby Vallejo Canedo. La autora cochabambina irrumpió como un filón de plata en las arenas literarias bolivianas. Es cierto, una que otra mujer también navegaba por estas aguas turbulentas: Hilda Mundy, Yolanda Bedregal, Adela Zamudio, etc. Sin embargo, en el ámbito narrativo una pluma femenina no había causado una conmoción como Gaby. La codiciada presea Erich Guttentag le dio el espaldarazo en el año de 1977 y una mención del mismo premio nacional de novela en el año de 1973. En terreno internacional otras narradoras también se estaban abriendo paso como Isabel Allende, Laura Restrepo y otras.

A un mes y trece días de la muerte de esta veterana y aguerrida polígrafa, éste su servidor amanuense desea dedicarle una crítica despeinada y no muy rigurosa de su novela Hijo de opa ya que está hecha al calor de su desaparición.

LA BRUTALIDAD DE LA PROSA

Conocí a Gaby Vallejo uno de esos días dedicados a la literatura en Sucre. Después la vi en el centro cultural Simón I. Patiño y su buen talante me llevó a pensar que era una mujer dulce en todos los sentidos. Sin embargo, estaba equivocado. La novela Hijo de opa me permitió redescubrir a una Gaby brutal, contundente, afilada y que no tenía miedo a decir las cosas sin pelos en la lengua. Para la época ha debido levantar más ronchas que una insolación. Una especie de Gaby que te escupe a la cara la realidad brutal de una época en donde la vida valía menos que una gallina muerta. Una época en la que la dignidad de una mujer no existía o se cosificaba como algo natural y que no debería despertar indignación. Confieso que si yo hubiera sido el jurado del premio de novela hubiera pensado que era un varón el que escribió la novela en concurso. Su prosa, como una ráfaga soltada a quemarropa, quema los ojos y la conciencia y la metáfora funciona no solo como algo literario sino como un preludio que anuncia al lector el tema recurrente de la dictadura. Recurrente en muchas de las novelas de los años 60 y 70 del boom literario como El señor Presidente, Yo el supremo y algunas otras novelas y sus dictadores. Novelas como Conversaciones en la Catedral, El Otoño del Patriarca ofrecen su atmósfera de represión, sangre y muerte. Y ese es el contexto que se desgrana en esta obra. El lenguaje, entonces, con que fue escrita la novela ya era un desafío para la censura.

Una urdimbre de balas y fosas comunes donde la bota militar está a punto de aplastar a cualquiera es el fresco que ofrecía Gaby Vallejo encarnado en un personaje estereotipado: Juan José Cartagena como el personaje Bermudas de Conversaciones en la Catedral.

¿HIJO DE OPA O LAS HERMANAS CARTAGENA?

Hablando del título hay que reconocer que ésta no es la novela que mantiene en la incertidumbre al lector por el título. Es como Perfume, La Metamorfosis o un nombre: Paura, Justina o Julieta con lo que de principio ya se sabe de qué trata la novela. No es como La Canción de Salomón, El Guardián entre el Centeno o El Juguete Rabioso, que te mantienen en vilo casi hasta el final tratando de desentrañar el mismo. Para empezar la novela te avisa que va a tratar sobre el hijo de una opa, denominación quechua con la que se designa a un tonto. Pero avanzando en la lectura (alerta de spóiler) descubrimos que más habla del otro hermano, el legítimo que es hijo de Don Luis Cartagena, el ‘niñito bien’. Descubre entonces el lector que éste odia a su hermano natural engendrado en la empleada o sirvienta que tiene una discapacidad mental y a partir de ahí la personalidad irascible de Juan José se manifiesta con odio y rencor en páginas y páginas como una epidemia. En el capítulo Alguien Más (pág. 133) recién se habla de Martín como otro estereotipo de niño huérfano. Incluso la ‘Opa’ es la más viva ya que se mete con el patrón, no con cualquier hijo de vecino. Más bien, pienso que la novela es un pretexto para hacer una denuncia fundamental en defensa de la mujer y sus derechos.

El DESAFÍO DE SER MUJER ESCRITORA EN TIEMPOS DE DICTADURA

Otro desafío para la escritora cochabambina fue el de haber vivido en una época de convulsiones sociales. Ser una mujer activista en esos tiempos tenía sus riesgos. Era enfrentarse al machismo y el patriarcado. Si el título de la novela hubiera sido Las Hermanas Cartagena hubiera sido un revuelo para el país o, tal vez, al contrario. Tenía que llevar un título camuflado y la película igual, Los Hermanos Cartagena. Es más, en la película casi no salen las mujeres. El protagonismo lo tienen los varones, sin embargo, las veces que aparecen ellas electrizan. Obviamente, la novela desarrolla la revolución del 52 y la etapa posterior de gobierno del MNR en el primer lustro de 1960. Pero en esa época era peligroso ser explícito y dar nombres por lo que el gobierno solo se sugiere y no se dan nombres. Muchos de los escritores que se atrevieron a hacerlo fueron exiliados o silenciados por lo que Gaby Vallejo también ha debido correr ese riesgo. No obstante, el verdadero leit motiv de la novela era visualizar a las hermanas Cartagena como un estereotipo de la mujer de los años 50 que no tiene derecho ni al sufragio. Es más, no tiene derecho a la protesta y está condenada a sufrir en silencio. A la mujer no se le conquista o corteja, se la obliga a tener relaciones a la fuerza. Se la mansilla, se la ultraja, más en tiempos de dictadura y después quedan con traumas psicológicos como Angela, cito:

Angela confiesa que tiene aversión a los hombres, “Rodo, el hijo de la tía Inés, me llevó con engaños al canchón de Tarata”.

E Isabel, la otra hermana lamentablemente se enferma de cáncer. cito: “Vivir era: Una sangre de cáncer entre las piernas de Isabel…” pág. 131.

Hasta la madre de Martín es discriminada y usada como un objeto sexual. Muda solo atinaba a gemir y la esposa de don Luis Cartagena a silenciar los hechos sabiendo que era inútil quejarse. Después, la prostituta que se entrega a los amigos de Juan José es obligada a usar falda, no pollera ya que su clase burguesa no se lo permite. Y mil vejaciones más. Por lo tanto, toda dictadura tiene el paladín o la heroína que se merece.

LA CRÍTICA

Hijo de opa podía haber sido un cuento largo con un tema puntual, ‘la venganza’. Eso sí, el final había que trabajarlo mejor. (Alerta de spoiler) Martín va por su venganza usando un revolver, en el momento en que está en frente de Juan José Cartagena su mano le tiembla y su ánimo se reprime no consiguiendo su cometido. (así hubiera sido un posible final alternativo) La resolución de que Martín se desanima de vengar la muerte de su madre es muy facilona, famélica y el ímpetu que mantiene la tensión de su ánimo se apaga muy fácilmente. Es inverosímil. Asimismo, el destino del ‘Rajado’ es un tanto ambiguo. No hay una investigación o un examen médico legal dado que él es una persona tan importante para la causa nacionalista.

Tal vez se podía haber desarrollado mejor el tema de las hermanas, pero ya sabemos que eso tenía que quedar camuflado.

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LOS PERSONAJES

Los personajes son estereotipos y arquetipos. Juan José Cartagena es el arquetipo de matón (pobre matón), perdona vidas, rajado, mujeriego que odia a su medio hermano. Martín es el humillado, tímido, famélico de actitud que le cuesta estar con el sexo opuesto. Las hermanas, encabezadas por su madre, calladas, sumisas, abusadas y con un destino trágico son estereotipos de esa época. Si no tienen hijos no sirven para nada o existe ese temor latente de la presión social para que tengan descendencia. No tienen derecho al sufragio y jamás han tomado la iniciativa para reclamar alguna injusticia. No se las puede personalizar bien. Cito: “La obligación irrefutable de que una mujer debe tener un hijo” pág. 102, 103. No obstante, es un rasgo que imperaba en esa época respecto a la literatura.

En fin, requiere desarrollar las características psicológicas con mayor profundidad y desarrollando aspectos como, sino físicos, rasgos actitudinales, de proyecto de vida, temores fortalezas, etc.

Por otra parte, se destacan los temas paralelos como la violación, la idiosincrasia cochabambina, el alcohol y las francachelas, la prostitución, la política, el afán de mostrar Tarata pintoresco y el erotismo. Hay algunos temas que vale la pena comentar como si fuesen aristas inconfundibles.

LA VENDETTA

Al leer la página 168 no pude evitar recordar el cuento de Edgar Allan Poe, El Barril de Amontillado. Martín quiere la revancha, pero al ver a Isabel le invade la impotencia, cito: “…Desde que vio a Isabel supo que iba a perder, que no sería capaz de hacer nada estando ella (…), que su madre se quedaría sin venganza (…) que no se daría el gusto de decirle quién era…”. Pues, parafraseando a Poe. Si no le puedes decir a tu enemigo que tú eres el causante de su desgracia no es una buena venganza.

SALUD, UNA MÁS

“Pero luego se dijo que no era hombre si se desanimaba por una borrachera. El vaso se le apareció como un tesoro… chicha de maní. Secó el vaso. Quería más (…)”. No podemos negar que el tema del alcohol es insoslayable en la literatura boliviana. La Chaskañawi, Felipe Delgado y el más representativo con sus obras, Víctor Hugo Viscarra. “Por qué doña Estela no cuidaba a las niñas? ¿Por qué siempre estaban en fiestas bebiendo, comiendo, riendo, vomitando, orinando, como locos, tan distinto de lo que reían y hablaban cuando no había chicha? (…) la chicha, le parecía una bebida mala, que algo tenía que ver con el supay porque enloquecía a las personas”. Pág. 136

EL EROTISMO DE GABY

Si bien había dicho que la escritura de Gaby era brutal tampoco es menos cierto que está cargada de un erotismo a veces sutil y a veces apasionado e irracional. Su erotismo está a la altura de las mejores narradoras de latinoamericana. Las Hermanas Cartagena hubiera sido una bella novela erótica salpicada del tema político y de la dictadura como La Casa de los Espíritus de Isabel Allende o Laura Restrepo con su novela Los Divinos, brutal y salvaje como en su cuento que recomiendo de ella: Amor sin pies ni cabeza.

“Esa noche, Martín aprendió el goce rabioso de los toros unicornios. La corrida le esparció dolor y gusto. Fue la noche de las lágrimas hechas semen (…) la ceguera del deseo”. “hoy (…) se me ha encajado todo el pecado de Eva (…) Hoy no sé si podré despojarme de este deseo inagotable (…) Se me entremezclan todos los valores, vertiginosamente. Cuando estas tú, con toda la sabiduría de tu sexo”. “Ahí nomas, Martín la tendió al suelo. Con torpes manos le buscó el calor entre las piernas”. Y la yapa: “Y en el vertiginoso momento en que le caía la imagen, se le escurrió la potencia. Su miembro estaba fláccido como un trapo mojado entre sus piernas”. Irracional en cuanto al monstruo que llega a ser el hombre cuando se degrada por su instinto.


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