El departamento de Potosí cobija en sus tierras una joya paisajística cuyos senderos y quebradas se erigen con majestuosidad suprema desde tiempos de la Nación Chichas. Tupiza, hogar de valientes guerreros, todavía conserva su ferviente amor por las artes y la cultura; sus habitantes honran y protegen a sus personalidades más destacadas, quienes sirven de inspiración a las nuevas generaciones.
El viaje desde la ciudad de La Paz hasta el municipio de Tupiza dura aproximadamente once horas. La mayoría de las flotas parten en la noche y llegan a primera hora del día siguiente. En el camino, aunque la oscuridad del trayecto impide apreciar con claridad el paisaje, el cielo ofrece un espectáculo casi mágico. Si el clima está a nuestro favor, es posible descansar mientras se observa el titilar de las estrellas y el brillo sereno de la luna. Ese breve espectáculo es apenas el preámbulo de todo lo que espera al llegar a suelo tupiceño.
La primera parada obligatoria es el Mercado Central. En uno de sus ingresos esperan las caseritas con ollas inmensas llenas del riquísimo tamal tupiceño, una delicia culinaria elaborada a base de maíz pelado, charque de llama, cebolla, ají colorado, pimentón rojo y, para la envoltura, la challa del maíz. El alimento cautiva el paladar de cualquier visitante y se sirve acompañado de una refrescante chicha, cuyo aroma seduce a los comensales.
El clima cálido y templado es propicio para aventurarse a largas caminatas por los sitios más emblemáticos. El municipio cuenta con dos áreas protegidas: el Eco Parque Encantado - Monumento Natural y la Cordillera de los Chichas Mochara. Ambas reservas naturales ofrecen al visitante una experiencia única y maravillosa, que también se puede disfrutar con un paseo a caballo.
Una aventura entre cañones
El Eco Parque Encantado se encuentra a pocos minutos de la plaza central. Una de las particularidades de este cautivador lugar es su suelo de color rojizo; las formaciones datan de aproximadamente 40 millones de años, según Virgili Berna, el guía que acompaña nuestra visita.
El sitio turístico posee una energía casi magnética. Su belleza serena, sus paisajes atípicos, que rememoran las viejas películas del lejano oeste, y las extrañas formaciones rocosas hacen inolvidable a la bella tierra de los Chichas. Sumergirse al interior de la reserva es casi como un viaje imaginario a la era del Paleozoico hasta el Cuaternario, en la que se diversificaron extraordinariamente los animales marinos. El gigantismo fue una de la característica de algunas especies y vegetales de la época.
Nuestra visita al lugar tuvo la grata compañía de un gran personaje, la historiadora Carmela Cazón, una eminencia en el campo de la investigación, pues dedicó su vida a indagar más sobre el origen de su región. La experta explicó que en el sitio se identificaron 12 tipos de mamíferos, 65 especies de aves y 43 especies de insectos.
Cazón detalló que en la época precolombina, entre la prehistoria y la protohistoria (periodo de transición entre la prehistoria y la historia escrita), antes de la llegada de Colón, ya se registra la historia de los Chichas. “Esto quiere decir que nuestra existencia se remonta a tiempos anteriores al periodo protohistórico; estamos hablando de una prehistoria que nos remite a la época del paleolítico, la época de los cazadores, primeros habitantes que llegan del lado del este y se quedan en la región porque es un espacio que se presta para descansar”, precisó.
Mientras nos adentramos al interior del lugar, se observan petroglifos (registros de actividad humana en forma de grabados) que se presume corresponden a los primeros hombres que habitaron esa región.
La vegetación es predominante, abundan los árboles de algarrobo, molle, churqui y flores de aloja, begonia, palán y airampu, este último fue usado por los antiguos habitantes como colorante para elaborar los textiles.
Unos pasos más adentro, nos encontramos con la Puerta del Diablo, una formación rocosa que se asemeja a un umbral semiabierto, en cuya abertura se contempla el amanecer y atardecer de forma inigualable. Muchos turistas utilizan el espacio de este lugar para meditar, ya que el ambiente apacible y sereno propicia un encuentro con uno mismo.
El Museo de Butch Cassidy y Sudance Kid
Los legendarios ladrones Butch Cassidy (Robert LeRoy Parker) y Sudance Kid (Harry Alonzo Longabaugh), que coparon los titulares de la prensa de Estados Unidos a finales del siglo XIX y fueron inmortalizados en el cine con la película Dos hombres y un destino, cometieron sus últimas fechorías en Tupiza. Las investigaciones dan a conocer que murieron asesinados en la mina San Vicente. Félix Chalar, un reconocido abogado y juez, dedica gran parte de su tiempo a conservar y cuidar su museo que cuenta la travesía de los bandoleros. Su inquietud comenzó cuando vio la película, desde entonces colecciona objetos de la época que rememoran la llegada de los rufianes al país andino.
Chalar cuenta con lucidez aquella travesía de los famosos ladrones. “Ellos llegaron en agosto de 1908 con el propósito de asaltar a una de las empresas más grandes de Sudamérica, la familia Aramayo. Se hospedaron en el hotel Términus y ejecutaron el asalto el 4 de noviembre. Casualmente, se encontraba por los alrededores el Ejército Avaroa, comandado por Pablo Balvidiveso, un militar que ordenó la persecución, iniciando así la caza de los asaltantes. Tupiza contaba con telégrafo, y desde allí se difundían todas las noticias; el telegrama se leyó incluso en Buenos Aires, y el diario El Mundo publicó que los bandoleros hicieron el asalto. El 6 de noviembre, en horas de la tarde, los bandidos llegaron a San Vicente, donde murieron después de un enfrentamiento que se prolongó toda la noche. Fueron enterrados en una fosa común”.
En esos años, este hecho parecía intrascendente, hasta que, en 1969, sale a la luz la película Butch Cassidy and the Sundance Kid, bajo la dirección de George Roy Hill. El filme, interpretado por dos grandes estrellas de Hollywood, Paul Newman y Robert Redford, es preservado desde 2003 en el National Film Registry de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos por ser considerada “cultural, histórica y estéticamente significativa”.
El museo está abierto a todos los visitantes apasionados por el cine y la historia que, como el abogado Félix Chalar, se interesan en registrar, conservar y difundir la cultura boliviana. Es todo un privilegio escuchar, de su propia voz, las aventuras de aquellos bandoleros cuyas agitadas vidas culminaron trágicamente.
Museo Municipal, un tesoro tupiceño
El Museo Municipal es otro gran atractivo turístico, se encuentra en el edificio de la Casa de la Cultura, calle Sucre, segundo piso. Al ingresar se puede apreciar un muro en el que resaltan afamadas personalidades tupiceñas como Alfredo Domínguez, Willy Alfaro, Agustín Ugarte, Pedro Arraya, Félix Avelino Siñani, entre otros notables.
El repositorio nació un 4 de junio de 1988 y fue impulsado por el abogado y exalcalde de Tupiza Félix Chalar. En esos años, en los que acababa de reinstalarse la época democrática, se puso en vigencia los gobiernos autónomos municipales. El municipio era muy pobre y se mantenía solo con los impuestos y la venta de cueros.
“En ese momento, había cosas viejas botadas en los almacenes que ya no servían, como papeles y maderas viejas. Al ver objetos interesantes, me causó impresión descubrir que algunos funcionarios querían quemar la primera central telefónica a dínamo. Como alcalde, ordené que se refaccionara y así comenzó a formarse el museo”, relató Chalar.
Conforme fue pasando el tiempo, se agregaron más piezas, la mayoría en calidad de donación. El museo tiene objetos de sumo valor, entre ellos vitrolas, lámparas de madera, mecheros a lámpara de bronce, espejo con tres caras plegables, mechero de lata, máquinas de escribir, las primeras impresoras, cerámicas, piezas arqueológicas, recortes de periódicos y una impresionante colección fotográfica de la Tupiza de antaño.
Tupiza es una joya turística boliviana. Existen aún más lugares que seguro serán descritos por visitantes en otros tiempos y espacios. Un aspecto a destacar es su gente, que ama la cultura y honra la memoria de sus personajes más sobresalientes.
Visité aquella tierra paradisíaca para el evento de la presentación de la biografía de Alfredo Domínguez, obra que forma parte de la colección Biblioteca Biográfica, que impulsa la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FC-BCB). El recibimiento del público tupiceño fue conmovedor; la actividad se celebró en el Instituto de Formación Artística Alfredo Domínguez ante la presencia de autoridades municipales, estudiantes de todas las edades y público en general, quienes adquirieron el libro para sus bibliotecas familiares.
El acto tuvo números artísticos e intervenciones oportunas e incluyó una exposición de la obra del gran maestro. Sin duda, el amor ferviente por la cultura y las artes corre por la sangre de aquellos hijos de la Nación Chichas.
De regreso a la ciudad de La Paz, uno no puede evitar pensar en volver. Queda entonces rondando por la mente aquel bello poema de Armando Tejada: “Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida…”.
Por: Estéfani Huiza Fernández/