Una libreta roja anillada y una agenda alemana fueron los depositarios de las últimas notas del guerrillero que murió hace más de medio siglo.
La Paz, 07 de octubre de 2023 (AEP).- El sábado 7 de octubre de 1967 Ernesto Che Guevara escribió por última vez en su diario de campaña, a horas de librar un combate en la Quebrada del Yuro.
El Che hizo anotaciones del 7 de noviembre de 1966 al 7 de octubre de 1967.
El revolucionario argentino registró en su diario no solo las desventuras de su ejército guerrillero, compuesto en su mayoría por bolivianos y cubanos, sino que también hizo una lista de sus lecturas en medio de la guerra y comentarios individuales sobre sus camaradas y personajes políticos bolivianos de la época.
En sus primeros apuntes, el Che señaló el 7 de noviembre de 1966: “Hoy comienza una nueva etapa”.
Se refirió así, de forma escueta, a su estadía en Bolivia.
En diversas ocasiones comentó que el asma seguía en aumento, o que se le habían agotado las medicinas para aliviar ese mal o que casi no tenían comida ni agua.
El diario del Che fue uno de los documentos más valiosos que cayeron en poder de las Fuerzas Armadas.
7 de octubre de 1967
El 7 de octubre de 1967 el Che anota en su diario:
Se cumplieron los 11 meses de nuestra inauguración guerrillera sin complicaciones, bucólicamente; hasta las 12.30 hora en que una vieja, pastoreando sus chivas entró en el cañón en que habíamos acampado y hubo que apresarla.
La mujer no ha dado ninguna noticia fidedigna sobre los soldados, contestando a todo que no sabe, que hace tiempo que no va por allí.
Sólo dio información sobre los caminos. De resultados del informe de la vieja se desprende que estamos aproximadamente a una legua de Higueras y otra de Jagüey y unas 2 de Pucará.
A las 17.30, Inti, Aniceto y Pablito fueron a casa de la vieja que tiene una hija postrada y una medio enana. Se le dieron 50 pesos con el encargo de que no fuera a hablar ni una palabra, pero con pocas esperanzas de que cumpla a pesar de sus promesas.
Salimos los 17 con una luna muy pequeña y la marcha fue muy fatigosa y dejando mucho rastro por el cañón donde estábamos, que no tiene casas cerca, pero sí sembradíos de papa regados por acequias del mismo arroyo.
A las 2 paramos a descansar, pues ya era inútil seguir avanzando. El Chino se convierte en una verdadera carga cuando hay que caminar de noche. El Ejército dio una rara información sobre la presencia de 250 hombres en Serrano para impedir el paso de los cercados en número de 37 dando la zona de nuestro refugio entre el río Acero y el Oro.
A sus padres: “Los he querido mucho”
El 11 de octubre de 1965, Guevara envió a sus padres, residentes en Argentina, su última carta, fechada en un lugar no revelado, antes de desaparecer definitivamente del escenario político mundial.
“Queridos viejos: otra vez siento en mis talones el cosquillear del rocinante. Vuelvo al camino con mi adarga bajo el brazo. Hace casi diez años les escribí otra carta de despedida.
Según recuerdo me lamentaba de no ser mejor soldado y mejor médico, lo segundo ya no interesa. Soldado no soy tan malo. Nada ha cambiado en mi esencia, salvo que soy mucho más consciente, mi marxismo está enraizado y depurado.
Creo en la lucha armada como única solución para los pueblos que luchan por liberarse y soy consecuente con mis creencias. Muchos me dirán aventurero y lo soy, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades. Puede ser que esta sea la definitiva. No lo busco, pero está dentro del cálculo lógico de posibilidades. Si es así, va un último abrazo.
Los he querido mucho, sólo que no he sabido expresar mi cariño, soy extremadamente rígido en mis acciones y creo que a veces no me entendieron.
Ahora, una voluntad que he pulido con deleitación de artista, sostendrá unas piernas flácidas y unos pulmones cansados. Lo haré. Acuérdense de vez en cuando de este pequeño condotieri del siglo XX. Un beso a Celia, Roberto, Juan Martín, a Beatriz y a todos. Un gran abrazo del hijo pródigo y recalcitrante para ustedes, Ernesto”.
Esta carta, escrita a mano, fue publicada en fotografía en junio de 1967 por un semanario de la capital argentina.