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Claudio y el Cine

Comenzó a trabajar como programador de la Cinemateca Boliviana, en 2010. Desde ese momento hasta 2022, la Cinemateca no salió de su vida y él no salió de la Cinemateca.

La Paz, 17 de marzo de 2024 (AEP).- A poco más de tres meses de la partida del periodista, crítico de cine e investigador Claudio Sánchez, rendimos homenaje a este destacado escritor que dejó un legado significativo en la difusión y promoción del cine boliviano.

Hace 15 años, tomábamos café casi todas las tardes. Cortado, chico. Sala de fumadores. A veces, había sobre la mesa un tablero de scrabble, el juego de palabras cruzadas. Conversar era de las cosas que él más disfrutaba y este goce parecía algo expansivo: diría que casi cualquier persona podía descubrir en sus charlas una forma distinta pero familiar de hacerse y deshacerse, de transformarse frente al otro a través del lenguaje: una experiencia vital no tan común, a veces radiante, casi siempre sorprendente. Por esto Claudio Sánchez (1986-2023) era un gran conversador.

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En una de esas charlas que iban y venían entre amigos, chismes, libros, música, la universidad, descubrimientos, política, fiestas, películas, chicas, ocurrencias, historia, viajes, aburrimientos, todo y nada, Claudio tuvo una idea. En realidad siempre tenía muchas ideas, pero esta no parecía una más en el saco de alternativas para cambiar el estado de las cosas, es decir, el mundo o el pedazo de mundo que comenzábamos a habitar con consciencia, sí, pero sobre todo con deseo. Claudio quería hacer un programa de radio sobre cine. El espacio estaba dado: lo íbamos a hacer en radio Cristal, la emisora que manejó su abuelo Mario Castro por 40 años. Nos subimos al avión sin mirar atrás. Comenzamos la semana siguiente.

Cine con Cristal (2008-2012) fue la forma que inventamos para conversar de cine de forma sostenida y comenzar a hacer algo que queríamos intensamente: pensar el cine. Invitamos a amigos, realizadores de La Paz o de otros lugares que estaban en la ciudad, músicos, actores, actrices, fotógrafos, críticos de cine. Y también comenzamos a escribir.

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En su libro Notas y críticas II, textos libres sobre cine (2020), Claudio recuerda que su primer “intento de reseña” apareció en el periódico La Prensa, en 2008. Desde ese primer texto, su estilo de escritura se caracterizó por la generosidad para con quien leía: la crítica de Claudio casi siempre se movía entre la amabilidad y el deseo de no imponer una posición que pudiera afectar la libre decisión del espectador de ver una película como le diera la gana de verla. Toda su vida escribió crítica regularmente y colaboró con diferentes periódicos, durante años con el suplemento La Esquina, del periódico Cambio, (hoy, Ahora El Pueblo).

Para 2009 éramos tres amigos críticos con ganas de hacer más cosas. Así, con Sergio Zapata y Claudio, creamos otro espacio para la crítica y la información sobre cine boliviano: la revista on-line Cinemas Cine. Funcionó muy activamente durante unos cuatro años, sumándose a una pequeña, pero inquieta, movida de iniciativas de periodismo y crítica cinematográfica sub 30 en Bolivia esos años: el suplemento Ramona del diario Opinión de Cochabamba —con Santiago Espinoza y Andrés Laguna— y la columna de crítica de Mónica Heinrich, en El Deber de Santa Cruz. Claudio fue coeditor de la revista, crítico y entrevistador, además de principal entusiasta de la sección Archivo. Publicó allí los textos preliminares de su libro Los aviones en el cine boliviano (2013). Dicen que Claudio también quería ser piloto.

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Comenzó a trabajar como programador de la Cinemateca Boliviana, en 2010. Desde ese momento hasta 2022, la Cinemateca no salió de su vida y él no salió de la Cinemateca. Conocer y trabajar con el archivo fílmico debió ser lo que más disfrutaba. De su atracción por los archivos y por los cortometrajes se alimentó también un proyecto de Cinemas Cine, el catálogo de cortometrajes bolivianos Bolivia en Corto. Con esta base de datos organizamos varias muestras. Recuerdo conversar con él sobre El combate (1969) de Marcelo Quiroga Santa Cruz —película a la que siempre volvía—, pero también sobre cortos de este siglo, como los de Kiro Russo y Carlos Piñeiro, la animación Memento Mori (2012) de Daniela Wayllace, la tragicomedia Lado B (2008) del cruceño Javier Cabrera. Como Claudio era camireño de corazón, Camiri y el oriente aparecían en sus charlas como un horizonte, la imagen de una promesa o un deseo, pero también la raíz de su identidad, el mundo de su padre.

De forma paralela a su trabajo como programador y a su oficio de crítico, enseñaba en la Escuela Andina de Cinematografía Ukamau, desde 2018. Llevó un diario de sus clases en la materia Historia del Cine en Bolivia. En la entrada del 13 de marzo, sobre la sesión en la que se discutió el largometraje silente Wara Wara (José María Velasco Maidana, 1930), reflexiona: “¿Qué es realmente lo que se cuestiona cuando se ve una película? La mirada crítica debe desarrollarse en función de encontrar las respuestas más diversas a cuestionamientos similares. El espectador debe salir de su espacio de confort para interpelar a la obra”. Todo el diario de sus clases está publicado en su libro Notas y críticas II.

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Le importaba dejar rastros —por eso la escritura, el archivo, pero también la fascinación por la imagen y la fantasmagoría del cine— y no era una persona que pasaba desapercibida. Era especial y se sabía así.

El último libro que Claudio publicó es Arturo Posnansky y el cine. El argumento de La gloria de la raza (2020), una aproximación al llamativo personaje de Posnansky y al entrecruce de la arqueología y las imágenes fijas y en movimiento, a través del argumento y los rastros de una película perdida.

En agosto de 2022, nos encontramos en un vuelo a Lima, Perú, donde él iba a presentar este libro en la Biblioteca Nacional. Le gustaba mucho esa ciudad, el pisco, los alfajores, barranco, el Festival de Cine de la Católica, al que fue varias veces. Siempre hablaba del cine peruano y latinoamericano contemporáneo, y tenía varios amigos del cine fuera de Bolivia. El Claudio era inquieto y siempre se proyectaba en otros lugares. En este que habitó dejó un rastro especial, una forma de pensar el cine y, a través de él, otra libertad, la del corazón, la que siempre está.


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