Son pocos los afiladores que aún subsisten en ciudades como La Paz, donde la población no posee recursos suficientes como para cambiar de forma frecuente sus herramientas de corte.
La Paz, 02 de junio de 2024 (AEP).- Cada día, Edwin recorre las avenidas de la ciudad de La Paz, desde la popular Pura Pura, en la zona norte, hasta los residenciales barrios sureños de Obrajes, Calacoto, Achumani, Irpavi, Cota Cota y Los Pinos.
A sus 26 años, enfundado en un overol de trabajo, recorre unos 30 kilómetros diarios con una pequeña armónica de plástico, arrancando melodías que anuncian su llegada. Edwin es afilador de cuchillos, un oficio casi extinto en el siglo XXI, heredado de su padre.
El silbato de Edwin resuena en cada barrio, señalando que el afilador ha llegado. Tijeras, podadoras, cuchillos y machetes reviven bajo el toque de sus expertas manos. Su labor, aunque rara en estos tiempos, sigue siendo esencial para muchos. Así, Edwin mantiene viva una tradición y un arte que pocos aún ejercen en este siglo XXI.
De 26 años, enfundado en ropa de trabajo de una sola pieza, recorre unos 30 kilómetros en cada jornada arrancando a su pequeña armónica de plástico una melodía inconfundible que caracteriza el oficio que heredó de su padre: afilador de cuchillos.
En cada barrio su silbato anuncia que el afilador de cuchillos anda por la cuadra. Tijeras, podadoras, cuchillos y machetes pueden adquirir nuevos bríos, gracias al trabajo de sus expertas manos.
“Este es, como ningún otro, un trabajo honesto”, asegura Edwin, agradecido con la vida por contar con una habilidad que le permitió lograr el bachillerato y ahora costearle los estudios de la carrera de Derecho en una universidad privada.
Edwin, quien prefiere no mencionar su apellido por temor a que le discriminen en la universidad, cobra entre cinco y diez bolivianos por cada cuchillo, tijera y cuanto instrumento para cortar pase por sus manos.
Un esmeril, una piedra de afilar y la habilidad de sus manos son las herramientas de un oficio que en España ya se tenía constancia en el siglo XVII.
El Cóndor de Bolivia, el primer periódico de la República, menciona también en una edición de 1827 a personas de esa ocupación, en Sucre, que “trabajan en el Mercado Campesino”.
“Y yo sé que en Perú, Ecuador y México hay todavía afiladores de cuchillos”, comenta Edwin de un oficio cuya imagen es menos vista en el país.
Las nuevas tendencias económicas que implantaron la cultura de “usar y tirar” dejaron sin sentido el trabajo de los afiladores que, poco a poco, fueron desapareciendo de las calles, caminos y carreteras.
Hoy, los afiladores sobreviven gracias a la venta de herramientas de corte en comercios y afilando ocasionalmente cuchillos y tijeras usadas en el hogar.
A pesar de las circunstancias, sin embargo, este antiguo oficio resistió a las inclemencias de la historia gracias a la tenacidad de hombres curtidos, como Edwin, en las más duras condiciones laborales, familiares y personales.
“Mi trabajo empieza a las seis de la mañana, recorro la ciudad y a veces llegó a pie, inclusive, hasta Mallasa y Jupanima, a más de 40 kilómetros de mi casa”, señala.
Globalización
La corriente consumista ha acabado con oficios que se apoyaban en la reutilización de los objetos. En un tiempo en el que a consecuencia de la globalización han caído los costes de fabricación, la mano de obra encargada de la reparación se ha visto obligada a ajustarse o desaparecer.
Uno de los oficios que se han visto afectados por esta situación es sin duda el de afilador de cuchillos y tijeras.
Los afiladores son comunes en los países en desarrollo, principalmente en los de América Central y del Sur, donde la población no posee recursos suficientes como para cambiar de forma frecuente sus herramientas de corte.
La tecnología, la competitividad y la falta de tiempo hacen que la mayoría de los trabajos que requieren un esfuerzo manual sean reemplazados por la industria, por lo que, ante este vertiginoso ritmo, el afilador corra el riesgo de desaparecer casi por completo de las ciudades.
No obstante, El Afilador, del famoso pintor español Goya, nos da una idea de la data del oficio y nos recuerda que los afiladores de cuchillos todavía son actores de ciudades coloniales como La Paz.
Y es que Edwin ejerce uno de los tantos oficios tradicionales que permanecerán mientras haya personas que los soliciten.
La característica melodía de la armónica de este joven paceño suena ya a nostalgia, ya que no existe generación de relevo que pueda continuar el oficio de los afiladores que, paulatinamente, van llegando a la edad de la ‘jubilación’.