Es directora del Museo Nacional de Etnografía y Folklore, investigadora, tejedora, poeta y escritora.
La Paz, 10 de junio de 2024 (AEP).- Recientemente, Elvira Espejo, artista, investigadora y directora del Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef), fue condecorada como Caballera de la Orden de las Artes y las Letras por la Embajadora de Francia en Bolivia, Hélène Ross.
La Orden de las Artes y las Letras es una distinción honorífica francesa creada en 1957 por el Ministerio Francés de Cultura. Esta condecoración se otorga a personas que han destacado por sus creaciones en el ámbito artístico o literario, o por su contribución al resplandor de las artes y las letras en Francia y en el mundo. Entre los galardonados se encuentran figuras de renombre internacional como el escritor japonés Haruki Murakami, la actriz estadounidense Meryl Streep, y el músico británico David Bowie, lo que subraya la importancia y el prestigio de esta distinción.
—¿Qué significó para usted este nombramiento otorgado por la Embajada de Francia?
—Es una responsabilidad. Es bonito recibirlo, que reconozcan tu trabajo, tu trayectoria, todo lo que has hecho, porque incluso en nuestro país no todo es recordado. Tuve el reconocimiento de Alemania —Espejo es la primera mujer boliviana en recibir la Medalla Goethe, en 2020—, ahora Francia, entonces eso quiere decir que mi propuesta se ha vuelto internacional.
Ha sido muy lindo, porque incluso había pasajes que yo había olvidado, pero la embajadora Ross sí nos los ha recordado. Es interesante que se reconozca este aporte, que ya no es solo nacional, sino internacional, es una voz propia desde Latinoamérica y Bolivia, lo que implica mucha responsabilidad.
Creo que también fue por lo que soy muy crítica, no estoy trabajando algo común, sino siempre desde la autorreflexión, la autocrítica desde lo interno.
—¿Cómo le ayudó saber hablar tanto idiomas indígenas andinos como extranjeros para crear su propuesta académica?
—Estos idiomas me han abierto a hacer una una lectura de los textos académicos y para hacer una crítica de las traducciones que se hacen en los estudios académicos sobre las culturas andinas. Hacen descripciones desde lo externo, desde la belleza superficial, mientras que nosotros tocamos estos temas desde la estructura lingüística, desde el despliegue de la lengua aymara o quechua y no concuerdan.
Es el tema de la descolonización del pensamiento, porque ahí (en esos estudios y traducciones) nace el tema del eurocentrismo y el egocentrismo. Cuando debatimos junto a las tejedoras sobre esto nos damos cuenta del problema; así nos ven desde afuera, pero no es así. Desde nuestras lenguas se estructura de otra manera, por ejemplo, no hablamos de “objeto”, sino de “sujeto”. No se dice el hilo que va a ser para el tejido, sino el “hilo de la vida”, porque es construir tu camino para conformar una personalidad.
El contenido es muy distinto, el tema epistémico y filosófico y la estructura ontológica de los términos, de cómo se arman, no es el mismo que tienen afuera. Ha sido muy bueno reconstruir el pensamiento desde la estructura lingüística —la Unesco ha reconocido nuestro derecho lingüístico— y como al derecho lingüístico lo acompañan el derecho a la epistemología y la filosofía, ambas diversificadas y estructuradas de diferentes maneras en distintas regiones, comunidades y territorios.
—¿Cómo evalúa los 10 años que ha liderado el trabajo en el Musef?
—El museo tiene varios años, cumplió recientemente más de 60 años y antes de mi llegada tenía muy poca producción académica, y creo que la relevancia de mi trabajo es esta producción. Actualmente, ya he perdido la cuenta de la cantidad de artículos y libros y esa voz (que se transmite desde la producción) ha mejorado desde la producción práctica de las comunidades.
Y esto tiene una importancia muy grande, lo veo en las clases de maestría y doctorado que doy, por ejemplo, en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), o bien en los programas que he dado en Colombia y España, porque no sigo la corriente académica popular, vertical, formal y que yo diría incluso decadente, de la época de los sesenta y que no se ha actualizado.
Porque la parte crítica que proponemos va con la realidad, por ejemplo, la cadena operatoria (noción que incorpora todo el proceso de producción de un bien cultural y que puede verse en las exposiciones del Musef). La cadena operatoria nunca se ha tocado a detalle, entonces ese despliegue, de los procesos y procedimientos ya sea de textil, ya sea de cerámica, le ha dado una nueva voz, desde la de las propias productoras, como artistas, desde los artesanos de las comunidades. Este planteamiento ha generado un impacto a nivel mundial, así como la crianza mutua (otra propuesta que nace de Espejo y el Musef) que son cambios profundos de paradigma.
Tuve esa fuerza de hacerlo, porque conozco la parte práctica y conocí la parte teórica, entonces como que tengo la posibilidad de ver en una balanza de ambos lados. Entonces yo creo que eso ha pesado bastante. Es una voz de la praxis, desde el aymara y el quechua.
Artista e investigadora
Elvira Espejo es parte del ayllu Qaqachaka, en la provincia Avaroa, de Oruro. Habla aymara, quechua, castellano, inglés, fránces y alemán. Tiene una importante carrera como compositora y cantante, tejedora y poeta, además de una producción importante de investigaciones y trabajos académicos que generan propuestas centradas en las cosmovisiones indígenas que rompen con el eurocentrismo y se ponen en práctica desde el Museo Nacional de Etnografía y Folklore, instancia que dirige desde hace diez años.