Desde tiempos inmemoriales, el municipio paceño es productor de la hoja milenaria de los ayllus Lupaqa, quienes desde la región circunlacustre del Titicaca diversificaban su dieta alimentaria en las tierras yungueñas.
La Paz, 08 de octubre de 2023 (AEP).- El viernes 15 de septiembre, el Gobierno Autónomo Municipal de Coripata invitó al Museo Nacional de Arte (MNA) a ser parte del jurado para la ‘Creación del símbolo escudo Municipal de Coripata’. Para su creación el municipio, a través de una convocatoria pública, convocó a los residentes a enviar propuestas de un escudo (soporte físico) que articule elementos materiales y simbólicos representativos de la región. Si bien la heráldica instituye los componentes de un escudo, lo que se lee en la presente crónica es la evocación de representaciones sociales que se plasman en un símbolo de identificación.
La serpenteante carretera que va por las poblaciones de Coroico, Arapata al sitio encima del oro, Coripata, está atiborrada de arbustos de cocales asfixiados por el polvo, pidiendo el auxilio de las lluvias. El escudo elegido construyó una narrativa que reúne la identidad colectiva de sus habitantes, pasamos a detallar sus características.
A manera de fondo escénico se encuentra la sagrada hoja de coca, sobresale por su tamaño y expresividad, se distinguen sus texturas, pliegues y diversas tonalidades de verdes que hacen que la hoja se esparza entre luces y sombras. La hoja tiene una estructura recia, sobre todo en el nervio central, que se desliza en sus ramificaciones en nervios secundarios. Los detalles del haz permiten percibir su profundidad, el ápice se encumbra al sol, erguida, como una analogía de la supremacía de la voluntad. En los cimientos está representado un jugador de fútbol afroboliviano, la figura está realizando un amague para evitar al adversario y enfilar en ch’utazo al arco.
Estos dos elementos destacan la vocación por el fútbol, Coripata dio más de una decena de icónicos jugadores a la liga del futbol boliviano, la Selección y este año será sede del icónico campeonato ‘Inter-yungueño de fútbol Coripata 2023’. A su vez, la hoja sagrada es parte del presente y pasado inmemorial de su historia. Bajo la hoja, el cerro Kahuasiri, representado en diversas tonalidades, con pinceladas precisas que evocan a los diversos pisos socio-ecológicos, en su base se ubican las dos torres de la iglesia de Santiago y la cancha donde antiguamente se comercializaban productos de la región. La bandera de Coripata, impoluta y de bordes verdes, se complementa con la tricolor boliviana y la wiphala.
Adjunto a la montaña, a ambos lados, se distingue música y trabajo. El tambor mayor, percusión primordial de la música afroboliviana, junto a instrumentos autóctonos andinos que hacen un contrapunto con instrumentos de la faena agrícola (machete, paleta, llaulla y picota).
El tradicional símbolo heráldico (hojas de laurel) es reemplazado por cafetales. Por último, en la base del escudo dos fusiles que evocan a los residentes en los ejércitos de Lanza, en la Guerra del Chaco y la lucha feroz para extinguir el cruento gobierno hacendal.
El escudo seleccionado refleja la formación plástica y la construcción de una narrativa visual, creada por la ganadora de la convocatoria, Delia Rivas Solís. A continuación, tres relatos breves respecto de la región.
Semillero de fútbol coca y música
Era un sábado 8 de julio, Bolivia jugaba con Argentina, en el marco de la Copa América de Uruguay 1995. Un año antes (1994), la Selección disputó la Copa Mundial de fútbol en Estados Unidos, corría el minuto 65 en reemplazó de Miguel Mercado, con el dorsal siete, entra Demetrio Angola, delantero del Wilstermann.
El segundo tiempo trascurría enredado, al minuto 75, luego del cambio de banda, Borja recibe la pelota, amaga, sortea la marca y la pasa para Valdivieso, quien con bastante oficio triangula con el ‘Diablo’ Etcheverry, este la frena y la manda picando al delantero coripateño. Angola, quien conjugaba su vida entre el fútbol y la Armada, toma la pelota, impone su talle fornido y transita tambaleante por el área, aun en pie alza la cabeza y dispara un trallazo que se cuela sobre el arquero. El relator se desgañita en un profundo grito de gol y cerrando su locución saluda al “semillero del fútbol”, la patria del ‘Chocolatín’ e Iván Castillo y otros, Coripata.
II
Desde tiempos inmemoriales Coripata es productora de coca de los ayllus Lupaqa, quienes desde la región circunlacustre del Titicaca diversificaban su dieta alimentaria (cítricos y coca) en las tierras de la región. Hasta la reforma agraria de 1953 rigió un duro sistema de haciendas, agravado por el agio y carroña de los denominados rescatiris (intermediarios). Estos últimos, para Xavier Albó, extendieron sus feudos adueñándose de los gobiernos locales (alcaldía), lo cual fue duramente combatido luego de que la reforma agraria debilitara su omnipotencia. Hoy el municipio está organizado en distritos, pero mantiene la nominación de comunidades, la más antigua es Milluhuaya.
El pongueaje fue un sistema rígido, los colonos trabajaban cuatro días a la semana en faenas agrícolas, además cumplían con otras obligaciones (mit’ani, muleros y aqmani) sin ningún pago, más que la posibilidad de usufructuar las parcelas de la hacienda en sus días libres, procurando el sustento familiar.
Durante el Congreso Indígena (1945), impulsado por Gualberto Villarroel (1943-1946), la región como otras vivió días de agitación debido a la acreditación de delegados que respondiesen a los organizadores gubernamentales. Luego del congreso, Villarroel intentó mitigar los abusos de los hacendados aboliendo el pongueaje, razón por la que enfrentó la dura resistencia de los patrones. Debido a la convulsión de otros sectores, el Presidente “amigo de los pobres” fue colgado el 21 de julio 1946.
En los años siguientes al congreso (1946-1947), en Coripata eclosionaron sindicatos de colonos vinculados a la Federación Agraria Departamental (FAD), afiliada a la entidad anarquista Federación Obrera Local (FOL). La experiencia derivó en la persecución y destierro de sus promotores, un tema pendiente por investigar.
III
El libro Carambola. Vidas en el jazz latino, de Luc Delannoy (FCE), menciona que en 1973 el percusionista boliviano Fernando Sanjinez, residente en San Francisco (EEUU), difundió los ritmos y bailes de las poblaciones de ascendencia africana de los Yungas (Norte y Sur) y Potosí, a través de su álbum Heart beat of the Jaguar y su tema de Saya de San Francisco en el país del norte. El tema evoca la esencia del ritmo, “la manifestación musical más auténtica de la cultura afroboliviana, propia de las regiones de los Yungas” (2005:247).
El autor, como el título lo menciona, iba tras las huellas del jazz en el continente. Para el autor, el origen de los ritmos afrobolivianos estaba en Angola, enfatizando que la “afrosaya” es una danza, un canto y una polirritmia interpretada por tres tambores, cajas o bombos, hechos de corteza de árbol, una wancha, güiro y cascabeles. El conjunto de tambores tenía los nombres de tambor mayor o asentador, el menor o cambiador y el canjengo. Su entusiasmo lo llevó a crear una escuela de música, en la que los ritmos afrobolivianos tendrían un protagonismo único.
Los afrobolivianos prefieren la denominación de “baile de la tierra” o “matrimonio negro” a la de saya, porque es parte de los rituales de festejo y agradecimiento en momentos o periodos del calendario o ciclo agrícola. Las variaciones modernas incorporaron guitarra, charango y zampoña. El baile de la tierra, al igual que el flamenco, tiene variaciones o palos (subgéneros); por ejemplo, el mauchi, parecido a una saeta, un ritmo que abriga, que cuida a los dolientes ante la muerte de un familiar, es tocado en entierros. Como parte de los elementos del ritual, también está la danza, en algunos conjuntos los bailarines realizan movimientos aeróbicos y usan látigos, a manera de denuncia y de crítica contra el esclavismo.
Elegir un tambor mayor como símbolo de representación, fue acertado, pues durante la Colonia se instituyeron estigmas sobre los rituales de los grupos humanos extraídos de África, así por ejemplo, los golpes que caían en las membranas de los troncos eran sindicados como “las más bárbaras y groseras que se puedan imaginar (…) acompañaban su música con los sones que daba a un tronco huevo cubierto en los dos extremos por un cuero o pellejo grueso que golpeaban con palillos sin orden ni ritmo. Para el viajero, las danzas eran grotescas “y deshonestas” (Crespo, A. 1977. Esclavos negros en Bolivia. UMSA). De ahí que la música de los africanos en el continente cargó la etiqueta de satánica, pagana o “música del diablo”.
La mayoría de los grupos humanos traídos como esclavos eran extraídos del África occidental, el comercio criminal de humanos comprendió los siglos XVI, XVII y XVIII. El tráfico de esclavos siguió diferentes rutas y desde su partida hasta su arribo tenía una duración de nueve meses. El circuito partía de Europa con barcos cargados de manufacturas con destino a costas africanas; a su llegada eran intercambiadas por esclavos, grupos humanos recién extraídos de diversas etnias, a su retorno los barcos, una vez dejados los esclavos en nuevo mundo, eran cargados con mercancías de las nuevas colonias (metales, azúcar, algodón o tabaco) con dirección a Europa. La nefasta forma de comercio otorgó a traficantes inmensas ganancias y a traficados altos niveles de mortandad.
Esta historia infame de la humanidad comenzó en Portugal en el siglo XV con la colonización de las costas africanas y su traslado forzoso hacia América, Asia y Europa. Para ello, la monarquía europea respaldó el tráfico de esclavos jurídicamente, creando el Código Negro de Versalles de Luis XIV (1685) o el Código Negro de la Isla Española (1784). Por lo complicado del clima, la altura (más de 4000 msnm) y las condiciones de trabajo, muchos no se acostumbraron al entorno potosino, adonde fueron traídos para reforzar la mita, de ahí que fueron trasladados a otras regiones como los Yungas y Mizque (Cochabamba), sobre este último véase el trabajo de Negros, indios y españoles en los Andes orientales: reivindicando el olvido de Mizque colonial 1550-1782 (Plural editores, 2009).
Hasta 2023 se han identificado 50 comunidades afrobolivianas en el departamento de La Paz, las mismas que están asentadas en las provincias de Sud Yungas, Nor Yungas, Caranavi e Inquisivi. Los africanos extraídos de su hogar y traídos al “nuevo mundo” eran de Angola, Congo, Bran (Guinea y Senegal), Soso o Xoco, Sierra Leona, Costa de Barlovento y otros.
* Marcelo A. Maldonado Rocha es pedagogo a.i. del MNA