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Bolivia nació con mar y su riqueza motivó a Chile a iniciar el conflicto.

La heroica defensa de Calama: un 23 de marzo de 1879 que marcó la historia de Bolivia

A pesar de la falta de armas y recursos, los defensores del mar boliviano enfrentaron al enemigo con coraje y escribieron una de las páginas más heroicas de la historia de Bolivia.

La defensa de Calama (23 de marzo de 1879), junto con la batalla de Canchas Blancas (12 de noviembre de 1879) y el combate de Tambillos (6 de diciembre de 1879) son muestras perdurables de entrega y compromiso que merecen ser recordadas y homenajeadas por todos los bolivianos. En ese sentido, describimos a continuación de manera cronológica la primera fecha memorable.

Tras la injusta e indigna invasión militar chilena al puerto boliviano de Antofagasta, se dio inició a la denominada Guerra del Pacífico. El 16 de febrero las tropas chilenas ocuparon militarmente de manera simultánea las poblaciones bolivianas de Mejillones y Caracoles.

En este momento de conmoción, el militar boliviano Fidel Lara, subprefecto del Distrito de Caracoles, juntó con 23 hombres, llegó a Calama e informó la toma de dicho puerto. Al día siguiente la Columna Caracoles, al mando del teniente coronel Emilio Delgadillo, ingresó al citado poblado. En este contexto, poco a poco los bolivianos se concentraron y acabaron con la quietud de la plaza; el subprefecto José Santos González de Prada, conmovido por la infame agresión, instruyó el reclutamiento voluntario y la organización de las fuerzas que combatirían al invasor, de esta manera se realizó la recolección de pólvora y armas en las minas adyacentes.

El 19 de febrero, llegó a Calama Ladislao Cabrera. Luego toda la población realizó el nombramiento de una “Comisión encargada de la dirección de los Negocios”, compuesta por el torateño Cabrera, Eduardo Abaroa, Fidel Carrazana y Andrés Lizardo Taborga.

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Esta junta tuvo por objetivo “dictar medidas de seguridad local y otras concernientes al mantenimiento territorial, exijidas por el conflicto que diariamente crecía en grandes producciones”, escribió el benemérito Taborga.

La primera disposición que emitió el citado comité fue la organización de fuerzas, mismas que fueron divididas en columnas. La primera quedó al mando de los coroneles Fidel Lara, Emilio Delgadillo y Narciso Avilez. Por otro lado, el Cuerpo de Rifleros Bolívar tuvo por comandantes a los mencionados Cabrera, Abaroa y Juan Patiño.

El Escuadrón de lanceros Sucre estuvo dirigido por José Santos González de Prada. Seguidamente se reconoció como jefe de Estado Mayor al coronel Gaspar Jurado, como comisario de guerra al referido Taborga y como ayudante mayor al chuquisaqueño Valentín Navarro.

Más adelante, Gregorio Saavedra fue nombrado cirujano y el cargo de intendente de Policía recayó en Eujenio M. Patiño. De esta manera, los bolivianos, llenos de coraje, establecieron la primera línea de defensa contra el invasor.

Por otro lado, el prefecto del departamento Litoral, el coronel Severino Zapata, anoticiado de estos planes, envió pólvora, rifles y hombres. Un aspecto importante de mencionar es el desprendimiento de la población boliviana, que abasteció a los defensores de armas y transporte. Sobre este aspecto, Taborga escribió: “Después de cuatro días – Rifleros, Columna Caracoles y Lanceros estuvieron en pié de guerra bien organizados y equipados como permitieron las circunstancias”.

Posteriormente, de las poblaciones próximas de Atacama y Chiu-Chiu llegaron 20 combatientes con armas y caballos. Los comerciantes no fueron ajenos a la defensa y, en ese sentido, la Casa Artola Hermanos cedió 10 rifles y dispuso su maestranza, donde se fabricó 20 lanzas. También el periódico local Comercio de Calama, contribuyó “con dinero”.

El 22 de febrero, Cabrera propuso retomar Caracoles, operación que fue descartada cuando los defensores se enteraron de la llegada a la citada población del Batallón Buin 3°, compuesto por 400 efectivos. Cinco días después, los invasores chilenos prohibieron toda internación de víveres a Calama; en contraposición los defensores, apoyados de tropas indígenas, prohibieron que se internara desde Atacama y Salta ganado vacuno al distrito minero de Caracoles.

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El 16 de marzo, a las nueve de la mañana, el ayudante mayor parlamentario ad hoc Ramón Espech, del ejército chileno, planteó la rendición de la plaza y deposición de las armas. En respuesta, Cabrera manifestó: “que no estaba dispuesto á aceptar ni someterse á la intimidación que se le hacía, y que cualquiera que fuese la superioridad numérica de las fuerzas en cuyo nombre se le intimaba la rendición, defendería hasta el último trance la integridad del territorio de Bolivia”.

Al día siguiente, los quijotes del desierto tomaron posiciones instaladas a dos millas del pueblo y las tropas invasoras iniciaron su marcha sobre Calama. El 21 de marzo, el prefecto dirigió unas palabras a los defensores; sobre este momento Taborga apuntó: “¡Cuadro sublime en el que las lágrimas del patriotismo se confundían con los estrepitosos vivas á Bolivia, al Gobierno y á los Señores Zapata y Cabrera! No es posible describir las emociones sentidas en tan augusta hora; solo en el momento de luchar por la Patria pudo haber heroísmo tan santo, tan desinteresado, a pesar del poco número de nuestros soldados y mal armados”. Ese mismo día, llegaron 13 combatientes de Tocopilla.

El 22, las poblaciones de “Cobija y Tocopilla son ocupados por los chilenos”. De esta manera, unos 135 bolivianos (entre jefes, oficiales y soldados), apostados en rústicas trincheras, esperaron en Calama al invasor, que en la madrugada del 23, con unos 544 soldados chilenos organizados en compañías (el 2° Línea; una compañía del 4° de Línea; una compañía de cazadores a caballo; 2 piezas de artillería de montaña y una ametralladora), todas al mando del coronel Eleuterio Ramírez, empezaron a descender de la quebrada que conducía a Caracoles.

El citado invasor, en su parte oficial escribió: “a las 5.30 a. m. avistamos á Calama y á las 7.30 se cambiaron los primeros tiros con el enemigo por el piquete de la vanguardia que mandaba el alférez don Juan de Dios Quezada al hacer éste su reconocimiento en el vado Topater”.

Los defensores se encontraban atrincherados en unas colinas, entre el camino a Chiu-Chiu y el puente de Topater. Para una mejor aclaración Cabrera escribió: “nuestro campamento tiene el nombre de Yalquincha, de Topater en el lugar del puente de este nombre, y de Carvajal en el lugar del otro puente”.

Para las ocho de la mañana, el principal punto de ataque chileno era el puente de Topater, el mismo era protegido por la columna del coronel Fidel Lara y doce rifleros al mando de Abaroa. Sobre este momento, el benemérito Taborga apuntó: “a horas ocho, a.m. poco más se travó el combate más encarnizado que tendrá que rejistrar nuestra historia, por cada boliviano, cual otro hijo de Esparta, peleó contra 15 rotos foragidos”.

Luego Cabrera, junto con 15 soldados de Lara, fue a defender el norte del puente Carbajal, que unido a los hombres del coronel Delgadillo “rompieron fuego con tal certeza que quedaron nueve cadáveres en los primeros tiros, los sobrevivientes repasaron el vado en precipitada fuga y algunos de estos quedaron en las aguas del río. Fue allí que se tomaron diez rifles, una espada y un caballo”, registró Cabrera.

Por otro lado, Abaroa juntó a sus hombres, cruzaron el río donde rechazaron cuatro ataques del enemigo. Para las diez de la mañana, los defensores continuaban peleando con bravura contra 1.400 invasores. Sin embargo, otras tropas chilenas asaltaron por la retaguardia Calama. En ese momento Cabrera no quiso demandar mayores sacrificios a su gente y ordenó la retirada en dirección a Chiu-Chiu, todos obedecieron menos Eduardo Abaroa, quien se encontraba herido. Los chilenos al encontrarlo le intimaron rendición, el respondió una y otra vez con disparos de su rifle.

—“¡Por última vez ríndase!”—, le intima el chileno Souper. Abaroa contestó: “¿Rendirme yo?... ¡Que se rinda su abuela carajo…!”, una descarga cerrada es la respuesta del invasor, Abaroa cayó acribillado.

Así concluyó una de las páginas más heroicas de la historia de Bolivia, como fue la homérica defensa de Calama.

Por: José E. Pradel B/


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