Las siguientes reflexiones están guiadas por un interés histórico sobre el arte.
La Paz, 19 de noviembre de 2023 (AEP).- En esta oportunidad el artista multidisciplinario, con trayectoria reconocida como fotógrafo, novelista y guionista, entre otros campos de la expresión estética, presenta su más reciente saga de óleos en el Espacio Simón I. Patiño. Permanecerá abierta al público hasta mañana.
Las siguientes reflexiones están guiadas por un interés histórico sobre el arte. Algunos artistas tienen la capacidad para plasmar en sus creaciones el inconsciente colectivo de una época, es decir, el devenir y las múltiples problemáticas de su tiempo, como también las diversas vicisitudes subjetivas por las que atraviesan. En esta oportunidad me acercaré a la acción creativa de un gran amigo, Diego Loayza Minaya, en cuya obra hallo justamente esa relevancia social e histórica relacionada con un fantasma común que él titula Los fantasmas pendientes, significante que da forma a la exposición que se presenta este noviembre en la Fundación Simón I. Patiño y que invoca a todos ustedes para que le den los múltiples significados que se aguardan.
Antes de comentar aquello que me inspiran algunas de las pinturas de esta exposición, quiero realizar una apreciación del tiempo histórico que nos ha tocado vivir los últimos cuatro años. Esta es una época de muchos golpes y empujones, no solo por una pandemia mundial que castigó, de una u otra manera, a todas las familias del mundo entero, sino también porque las distintas crisis políticas que se han producido en Bolivia y en otras latitudes de la región y el mundo han inaugurado un tiempo voraz para la humanidad con la manifestación de racismos antiguos, violencias, golpes y genocidios.
Frente a este colapso del sistema la pregunta es: ¿cómo continuamos con nuestra existencia en medio de las tragedias e injusticias que otros padecen? ¿Nos resignamos ante las atrocidades del poder o contribuimos de alguna forma en su censura e impugnación?
Al rememorar el tiempo histórico boliviano que dio contexto a la gestación y al nacimiento de las obras de Los fantasmas pendientes recuerdo otro noviembre, esta vez el de 2019, en el que nuevamente el luto se alzó entre sectores sencillos y humildes por efectos de las angurrias de poder. Ante el peligro de un racismo que reaparecía como evocación de antiguos espectros, ¿qué hacía la ciudadanía? Está claro que algunos aplaudían la presencia de tanques en las ciudades y defendían la narrativa golpista de la necesidad de “pacificar el país” con base en la fuerza armamentista.
Ante la masacre y el sufrimiento de sectores populares, las voces disidentes al golpismo comenzaron siendo pocas. Es sobre esta corriente que encuentro a Diego Loayza y a su saga de pinturas Los fantasmas pendientes. El mismo apelativo de esta exposición y conjunto de obras evoca esos ajayus perdidos, cuyos cuerpos fueron sacrificados ese noviembre luctuoso. Almas perdidas pero no olvidadas, siendo que desde la ausencia no dejan de importar. En ese conjunto de óleos observo en Diego, ante todo, una postura ética contra la banalización del mal y un grito de impugnación que se alza contra los poderosos que toman las armas contra el pueblo.
En esta saga de óleos vemos a Diego Loayza danzar al unísono con fantasmas personales y comunes, en el ínterin de la observación, sus creaciones nos envuelven e involucran. Hablemos de Crucifixión 2020, en esta obra se manifiesta un grito de impugnación e indignación que mira desde la hoyada paceña la masacre en los altos y entre las montañas, en la oscuridad de noviembre, donde las rocas con sus múltiples miradas son testigos de las muertes.
Allá en la cima de El Alto se yerguen fogatas en memoria y dolor por el sacrificio de los jóvenes que salieron en protesta contra la cooptación golpista del poder político y del Estado boliviano.
El cielo mismo de los Andes está colérico por los asesinatos. La presencia de tres cruces, lejos de remitir en la pintura del artista una vocación religiosa es, en realidad, la rebeldía de desenmascarar “la crueldad de la crucifixión” (Diego Loayza, 2023).
Es como si las formas de esta obra, con tonos infinitos de melancolía y tristeza, nos cuestionaran diciendo: ¿cómo es posible imponer sobre el otro una muerte lenta sobre la cruz?, ¿cómo es posible que el hombre que se piensa a sí mismo civilizado y humanista, tenga la arbitrariedad de decidir sobre la vida y la muerte del otro? El símbolo de la cruz en las formas de esta pintura muestra la hipocresía de la “piedad” y devela su atrocidad. Esta pintura es una denuncia que recuerda que la patria es el otro, que no hay patria sin la integridad del otro.
Por otra parte, las cruces sobre un fondo de fuego y muerte revelan la impostura de la religión monoteísta, que no solo niega la existencia de otros dioses, sino también de otros pueblos, de otras naciones y otras culturas. Esta obra es el testigo y, a la vez, el resultado del tiempo doloroso sufrido en Bolivia todo el año que siguió a ese funesto noviembre de 2019. Esta obra encuentra un diálogo con Fantasmas pendientes (2021) y Revolución invertida (2021), dos óleos que atestiguan efectivamente ese episodio contrarrevolucionario que tocó padecer y resistir.
Esta rebeldía en la obra de Diego Loayza Minaya tiene que ver con una posición subjetiva que él asume para ver y oír lo que otros no quieren evidenciar. Su pseudónimo, ‘El Cholo’, devela en él un posicionamiento por el que asume el mestizaje como la renuncia a cualquier privilegio para ser capaz de asimilar lo íntimo y lo profundo, la indianidad, la choledad, la subalteridad, etc. Bajo esta identidad, el artista es capaz de censurar las masacres y no caer en el simplismo de la resignación.
Gracias a la renuncia de cualquier postura cómoda, para el artista de Los fantasmas pendientes es incluso posible explorar su propia feminidad y renunciar a las facilidades del ser-hombre en su óleo Una misma (2023). El mismo Diego nos ha revelado lo dificultoso que es ser-mujer dentro del patriarcalismo al relatar “la historia terriblemente trágica y machista de la Medusa, la más hermosa de las sacerdotisas de Afrodita” que es “una figura que le aterra y le fascina desde niño” (Diego Loayza, 2023) y que plasma en el óleo Gorgona (2022).
Hablando de la formación e influencias del artista, su incursión en la pintura no ha sido vía la academia, como sí lo fue la sociología, tampoco podría llamarse autodidacta, pues en sus obras dialoga con distintos autores que lo influencian, entre ellos, Velásquez, Rembrandt, Goya, etc.
Para Diego Loayza en el proceso de creación es “tan importante pintar como observar” (Diego Loayza, 2023). Otro de los maestros que jugó un rol importante en su trayectoria como pintor fue Ariel Mariaca, quien a su vez fue formado por Antonio Mariaca, alumno del indigenista Juan Rimsa. Recuerdo al Diego junto al Ariel en el taller de la inolvidable casa de Mallasa, tardes enteras pintando juntos y compartiendo tiempo y espacio. Un claro rastro de esta influencia es la utilización de la espátula en sus pinturas.
Recalco nuevamente, la obra de Diego Loayza cuestiona la religiosidad y se acerca más bien a una experiencia mística y andina, ligada a las formas líticas, cuya presencia multidimensional nos observa con Miles de ojos (2022). La espiritualidad no se presenta en la obra del artista desde el dogma, al que en realidad cuestiona e interpela, sino a la fusión con el entorno y al cuidado de las plantas sagradas. Intuyo cierto grado de cuestionamiento al colonialismo en Potosí, Siglo XVII (2020), es como si se elevara en este óleo una crítica a una falsa piedad en nombre de la cual se elimina a quien no corresponde con el ideal católico, gesto plasmado en el simbolismo de una iglesia desde la cual emana un corazón voraz. En medio de este caos, se elevan coloridas y majestuosas las montañas puntiagudas agujas potosinas, la queñua y el San Pedro sobre el cielo celeste.
Pasemos ahora a otra obra en la que se refleja la intensidad del lago Titicaca sobre el fondo luminoso del Illimani al atardecer, se trata de Aurora (2023). Esta pintura me evoca, como en sueños, allí donde usualmente lo encontramos, a la magnética personalidad de Rodrigo Velasco, el ‘KVR’, músico pionero del metal boliviano, con quien Diego Loayza compartió una complicidad única en la forma misma del sentir de la vida. A pesar de que la corporeidad del ‘KVR’ haya pasado (noviembre 2014), no lo hace su presencia que acompañará al ‘Cholo’ a lo largo de su vida, tal cual lo representa mágicamente en el óleo de su creación.
La pintura Aurora (2023) nos remite a otra de las facetas artísticas de Diego Loayza, entre ellas, su producción audiovisual que en este caso tiene que ver con la colaboración que hizo con la banda de metal Effigy of Gods en el video de la canción titulada justamente con el mismo significante, Aurora (2007).
Al observar este cuadro escucho la melodía de Effigy of Gods y sobre ella la voz del Rodrigo que conversa con el Diego para decirle “después de tanto estoy aquí, después de todo estás aquí” (Rodrigo Velasco, 2007). En esta obra, la presencia de extraños cuerpos tendidos sobre el suelo quizá rememoren el destino inexorable de la carne que solo queda como un resto que finalmente tiende a desaparecer, ¿será un gesto para evocar la temprana e inexplicable muerte del amigo?
Entre todo, el fantasma del ‘KVR’ retorna cargado de fuerza y de pasión sobre el imponente escenario del lago Titicaca y del Illimani, con el sonido enérgico e imperecedero de su guitarra para decir que ha “cruzado mil distancias con la esperanza de volverte a ver” (Rodrigo Velasco, 2007). En esta obra que recuerda al amigo, Diego señala encontrar la influencia de la plástica de las montañas de los Andes y de los maestros de la naturaleza presentes en las auroras que compartió con Rodrigo.
Otro guiño al amigo que retorna es posiblemente Efigie (2019) y la Llegada de Jesucristo a Mallasa (2019), esta vez el artista utiliza el color de la bóveda cósmica afirmando, como su padre Guido, “Gracias a Dios que en su infinita sabiduría hizo el cielo celeste” (Guido Loayza, 2023) para representar, esta vez, formas sublimes que han superado los “fantasmas de carne y hueso” (Diego Loayza, 2023) y esta vez se manifiestan sutilmente con el hálito del amor “que con un solo toque lo cura todo” (Rodrigo Velasco, 2007).
Es en estos momentos, en los que la experiencia mística del artista evoca fantasmas íntimos, esas ausencias que retornan, se trata no de la muerte como fin sino como un ingresar a la luz en medio de la oscuridad. La exploración de fantasmas personales la hallo también en Interior/Noche (2018) y (2020), y Ángel del alcohol (2023). Es como si en estas obras, el artista, al momento de pintar, hubiese retornado a espacios antiguos como los que habitó junto a su compañera de vida, la Vivi Baltz, en la casa de la calle Bueno, allí donde redescubrieron La Paz antigua de los abuelos, el bullicio del centro y la mística de la noche, una paceñidad olvidada.
Los artistas y sus obras son el resultado del tiempo histórico y social que les toca vivir, como también de las vivencias personales, las pérdidas, las alegrías, las tristezas y los recuerdos que acontecen en su subjetividad. Diego Loayza dedica su colección artística Los fantasmas pendientes a Gilda Minaya, su madre. Este gesto lleno de amor conmueve en tanto es posible intuir una esperanza: la muerte puede ser redentora si se aprende la sutil maestría de desaparecer con la misma elegancia, integridad y firmeza con la que se encaró la vida, enseñanza que Diego adquirió cuando contempló “la humanidad detrás del rol y la etiqueta de madre, para entender a Gilda, esta vez, también como una hermana en nuestra humana condición” (Diego Loayza, 2023).
Esta enseñanza está presente de igual manera en la pintura La última canción (2023), en la que una figura masculina, vetusta y patriarcal contempla lo real de la muerte y, sin embargo, detrás de él yace su compañera invisible que lo respalda. Quizá sea pertinente culminar estas reflexiones respondiendo el cuestionamiento del inicio: Ante un tiempo presente de colapso, fin y crueldad, ¿cómo se continúa con la existencia? La respuesta pertinente quizás sea la misma de todos los tiempos: “danzar con nuestros fantasmas y nuestros gritos de impugnación”.
* Ensayista de la Chuquiapu Marka.
Se invita a visitar la exposición del artista Diego Loayza Minaya Los fantasmas pendientes en el Espacio Simón I. Patiño, la cual estará abierta hasta el 20 de noviembre.