En el vasto y exuberante territorio lleno de selvas, ríos y biodiversidad única de las tierras bajas de Bolivia se teje un tapiz de mitos y leyendas.
La Paz, 19 de noviembre de 2023 (AEP).- Una suerte de esculturas forjadas por manos de mujeres artistas que no solo atraen la mirada, sino los cinco sentidos. Una incursión de magia y embrujo, que va de lo sublime a lo aterrador y encantador.
En el vasto y exuberante territorio lleno de selvas, ríos y biodiversidad única de las tierras bajas de Bolivia se teje un tapiz de mitos y leyendas. El siniestro Mapinguarí, el temible Lari Lari o la triste historia de amor del Guajojó y del toroborochi son algunas de las fantásticas historias hechas arte a través de las manos de mujeres artistas. Estas piezas, moldeadas en barro, están expuestas y a la venta desde el 10 hasta el 24 de noviembre en el Museo Fernando Montes, dependiente de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (BCB), en la ciudad de La Paz.
Se trata de la exposición de cerámica Entre mitos y barro. Leyendas del oriente boliviano que reúne a las jóvenes ceramistas Leidy Susan Astorga, Noemí García, María Beatriz Roque, Lucia Abril Rivero, Silvia Daniela Salces, Virginia Tallacagua, Deyna Zúñiga y Adriana Zamorano, quienes rescatan historias de varias partes de la amazonia boliviana, ilustradas en un reto que impulsa a hacer interpretaciones de estos personajes míticos que son parte de la oralidad del país.
“Desde el llanto descorazonado del Guajojó, que se sostiene en las ramas eternas de la mujer- toborochi, donde sus flores fraganciosas viajan en el río amazonas junto a la rana y el picaflor. Al detenernos un tiempo, la hierba crece alrededor nuestro y en las costas de los caudalosos ríos que existen en el Amazonas, nos encontramos con las atrocidades del Lari Lari, quien nos deja escuchar los presagios del Sumurucucu. Subimos la mirada y reconocemos los castigos del Mapinguari y del Jichi a aquellas personas que abusan de la naturaleza, mientras caen las hojas en color cenizas. En ese instante sabemos que nuestro tiempo se convertirá, prontamente, en barro, en sonido... en fragilidad”, expresó Eynar Rosso, curador de la muestra cerámica, al presentar las obras en el salón del Fernando Montes.
A la vista, la propuesta se distancia ostensiblemente de muchas que solo buscan la reproducción de la realidad. Entre mitos y barro. Leyendas del oriente boliviano regala un vistazo de las creencias y enseñanzas de los pueblos de tierras bajas como una nueva estética a considerar en la retina del espectador. Una suerte de esculturas que no solo atraen la mirada, sino los cinco sentidos. Una incursión de magia y embrujo, que va de lo sublime a lo aterrador y encantador.
Estos mitos, transmitidos a través de generaciones, revelan la rica cosmovisión de las culturas y el respeto al entorno sobre el cual viven, generando un equilibrio entre la naturaleza y los pueblos.
A través de estas leyendas orientales, plasmadas en barro, donde las líneas entre la realidad y la fantasía se desdibujan, y la sabiduría ancestral cobra vida, en Crónicas, de Ahora El Pueblo, te invitamos a incursionar en aventuras míticas de las frondosas selvas amazónicas.
El Lari Lari
Cuentan que el Lari-Lari tenía alas de cuervo, cabeza de gato, colmillos de leopardo, cola de lagarto y patas terminadas en pezuñas. Su grito y canto, según la leyenda, son sus más sobresalientes habilidades. Es capaz de imitar perfectamente la voz de los parientes y amigos de sus víctimas, cualidades con las que llega a engañar y engatusar a los pobres viajeros.
El gato con alas es muy zalamero y tiene el don de adivinar el presente, el pasado y el porvenir. Se dice que arrebata el alma o la sangre del corazón, mientras su víctima duerme.
“Es un pajarito que cambia de forma a un felino y yo lo quise hacer así, como un felino”, señaló la creadora de la representación del Lari Lari que yace en el museo.
Para Silvia, su obra responde al amor desmedido que tiene por los felinos. Indicó que la leyenda es compartida con los pueblos de las fronteras entre los departamentos de La Paz y Beni.
El Mapinguarí
La leyenda se entreteje en la amazonia de Bolivia, Brasil, Colombia y Perú. Diversas tribus de la región amazónica de estos países creen en la existencia del mapinguari, una especie de oso perezoso gigante que vive supuestamente en las profundidades de la selva.
Según los relatos, esta bestia mide más de dos metros de altura, tiene el pelo enmarañado y desprende un olor fétido de una segunda boca que tiene en su estómago, que está lista para devorar a cualquiera que se le atavíese en el camino.
Cuentan que antes de ser un animal, esta criatura era un chamán. Se dice que contaba con una gran sabiduría por lo que descubrió el secreto de la inmortalidad. Una vez que fue descubierto, los dioses le colocaron un severo castigo, convirtiéndolo en un monstruo errante para el resto de la eternidad.
“Quienes afirman haberlo visto aseguran que la bestia suele ser más agresiva con las personas que maltratan el medioambiente y la selva amazónica”, contó la artista, Lucia Abril Rivero.
El sumurucucu
Según los relatos, Matayru, una mujer indígena de las tierras bajas, escuchó el primer graznido de un sumurucucu que se estiró largo y doloroso como un lamento.
Entonces recordó que sus ancestros mencionaban que: “cuando el sumurucucu grazna en el patio de las casas es porque presagia que alguien va morir”. La semana siguiente su esposo, incrédulo, quien se rio del presagio, nunca más regresó.
De ahí nació la creencia de que, cuando en el silencio de la noche se oye el graznido del búho, es seguro que no se amanece con vida.
“Muchos nos burlamos de los mitos, pero son historias que los pueblos usaban para cuidar la naturaleza. Se dice que el sumurucucu castiga a quienes destruyen su hogar y ahí anuncia el presagio”, destacó la creadora de la obra, Deyna Zúñiga.
El irupé
En medio de un ritual nocturno, una tribu celebraba a alrededor del fuego. Chiru, un joven recién llegado de la ciudad del oro, se enamora de una doncella virgen. Ebrio ignora las enseñanzas y advertencias de sus pueblos de no tocar a las doncellas y desencadena la maldición del Tupa.
Chiru persigue a la joven por el bosque; pero ella, decidida a preservar su virginidad, salta al río y se sumerge. El hombre la sigue, pero al emerger descubre que lo que tiene en las manos es una hermosa flor, el irupé. Castigado por su deseo, Chiru desaparece e las aguas.
“La enseñanza que nos deja la historia es siempre respetar nuestra cultura, no faltar el respeto a nuestras creencias y ante todo el respeto a las mujeres”, dijo la artista creadora de la vasija que refleja la imagen de la nombrada en otras regiones flor de loto.
El Guajojó
Es la historia de un amor entre la hija del jefe de una tribu de la selva y un joven. Cuando el padre de ella, quien era cacique y mago, se enteró de este amorío no consideró al joven digno de su hija y decidió poner fin al romance matándolo.
La hija se dio cuenta de las acciones de su padre y decidió contarle a la gente. El padre la convirtió en un pájaro para callarla. Pero la voz de la mujer se lamenta por la muerte de su amado todas las noches.
Su triste canto simboliza el dolor de un amor perdido y sirve como advertencia sobre las consecuencias de desafiar las normas sociales.
La leyenda destaca la conexión entre la naturaleza y las emociones humanas, tejiendo una relación de amor, sacrificio y transformación.
El toborochi
Narra la historia de un árbol sagrado en el oriente boliviano. Según la leyenda, una joven que es obligada a ser casada pide ayuda al toborochi para escapar. Cuentan que el compasivo árbol, que pareciera que tuviera una gran panza, la refugio en su interior se convirtió en un toborochi para escapar de un pretendiente no deseado.
Este árbol floreció con hermosas flores blancas y se convirtió en un símbolo de amor y libertad en la región, recordando a todos que la belleza y la libertad pueden surgir de las adversidades, destacó la creadora de la cerámica que también parece una madre protectora de la selva.
El jichi de Isireri
Cuenta la historia de un espíritu acuático que habita en las aguas de la región. Se dice que el jichi adopta la forma de una mujer hermosa para atraer a los pescadores llevándolos consigo al fondo del río.
La leyenda advierte sobre la seducción peligrosa y la atracción irresistible del jichi, subrayando la conexión entre la belleza y la peligrosidad en las aguas de Isireri. Teje un relato cautivador de mitología y precaución.
El sapo
En la mitología, Añá, el rey de las tinieblas, envidia las creaciones luminosas de Tupa. Intenta superarlas creando una figura hermosa, pero su reino oscuro produce un sapo grotesco en lugar del elegante mainumby (picaflor) de tupa.
La historia destaca la influencia de la naturaleza y la intención en la creación, transmitiendo lecciones sobre la importancia de la luz, la benevolencia y las consecuencias de la envidia en la cultura guaraní, donde Tupa y Añá representan fuerzas opuestas de luz y oscuridad.
El Guabirá
En la época de la colonización, un guerrero español cae pricionero del cacique guaraní Jaguati. Su hija, Apykasu, se enamora de él, pero el español, fiel a su promesa, la rechaza. Apykasu busca la ayuda de una hechicera que le aconseja usar los frutos mágicos del guabirá para hacer que el extranjero olvide su pasado.
El hechizo tiene éxito y el español se queda en la aldea dando lugar a una prospera dependencia entre Apykasu y él.
A medida que avanzamos en el tiempo, los mitos continúan evolucionando y adaptándose. Encuentran nuevos hogares en libros y obras de arte contemporáneas, perpetuando su influencia en la imaginación humana. Los mitos, en todas sus formas, siguen siendo faros de sabiduría y fuentes inagotables de maravilla, conectando nuestro presente con las eternas historias que han dado forma a la condición humana.