A través de cooperativas, ferias y alianzas con guías turísticos, las mujeres de estas comunidades ancestrales han logrado transformar su trabajo artesanal en un motor de resistencia, visibilidad y supervivencia económica.
La fiebre del estaño convirtió a Uncía en un imán para empresarios, obreros y aventureros, pero también en un escenario de disputas por el control del orden y la legalidad.