El auge del estaño y la migración masiva marcaron el destino de Uncía, donde la necesidad de imponer el orden derivó en la creación de una Intendencia con fuerte injerencia empresarial.
El Taller del Historiador aborda en esta oportunidad los orígenes urbanos del asiento mineral de Uncía, debido esencialmente a la migración abrupta procedente de Colquechaca. En esa coyuntura se genera la necesidad de imponer la ley bajo la administración de un intendente. Esa decisión política, debido a la importancia del mineral para la economía nacional, afectaría dramáticamente a la Villa de Chayanta.
Los corregidores de Uncía
Hacia julio de 1904, el corregidor Anselmo Puente era dueño y señor de Chayanta y se negaba sistemáticamente a la necesidad de organizar una policía o intendencia, y sugería que “...un corregidor sagaz y competente es suficiente, más que todo si las autoridades no abusan”. Señalaba que en los asientos minerales como Uncía sería donde se necesitase, por ser gente reunida.
Con la caída del precio de la plata en el mercado internacional, Colquechaca experimentó la fuga de experimentados perforistas, que en estampida subieron al mineral de Uncía. Junto con ellos, llegaron especuladores, facinerosos y criminales, atraídos por la fiebre del estaño, imponiendo en el poblado la ley del más fuerte. El buen gobierno se había tornado muy delicado en el mineral de Uncía y los centros adyacentes, lo que obligó a desplegar mayores esfuerzos del inerme corregidor, que no estaba preparado para hacer prevalecer el imperio de la ley, pues estaba acostumbrado a atender asuntos domésticos, como reyertas familiares y el pillaje, matizados por actividades de extorsión para acrecentar su pequeña propiedad y garantizar un buen llevar, en parte porque se trataba de un cargo no rentado, es decir ad honorem, pero que le retribuía notable prestigio social sobre todo por el secular estado de sometimiento de los indígenas, a quienes exaccionaba sistemáticamente.
En enero de 1905, llegaron noticias alarmantes procedentes de Uncía hasta el subprefecto César Laguna, las cuales denunciaban una sublevación en esos minerales, motivo por el que el corregidor detuvo a siete hombres y los envió a la ciudad de Oruro en calidad de malhechores.
No se trataba, por cierto, de un temido brote o conato subversivo, tampoco de una sublevación indígena, sino más bien de pleitos de linderos entre mineros, que empezaban a disputarse palmo a palmo la posesión de las ricas vetas de estaño, en ese abandonado pueblo, sin dios ni ley.
Sin embargo, ese detalle no era de conocimiento del subprefecto. Casi inmediatamente recibió otro informe, esta vez procedente del intendente de la Villa de Chayanta, representante de la autoridad, que en estos casos velaba por el orden de los minerales de Uncía. En su versión, él descalificó esos alcances y afirmó que “la nota pasada por el corregidor de Uncía, alarmante en todo, según informes, ha sido falso en todo sentido; lo único que había sucedido es que se presentaron en el pueblo una cuadrilla de ladrones y de esta noticia se alarmó el pueblo”. Detrás de la aparente contradicción, se escondía un esfuerzo de última hora de los industriales mineros para evitar una intervención del subprefecto a los minerales.
El subprefecto detectó un claro síntoma de conflicto de jurisdicciones entre el corregidor de Uncía y el intendente de Chayanta. Por la naturaleza del cargo de este último, le dio mayor crédito. Sin embargo, no podía soslayar el informe del corregidor de Uncía, pues se trataba nada menos que del mineral más importante para la economía de la república.
El subprefecto decidió observar la situación en el terreno, dirigiéndose a Uncía, donde sin proponérselo, iniciaría un proceso de consolidación del avance urbanístico de Uncía, objetivo que hasta entonces no era más que un vago anhelo de mineros, comerciantes y vecinos.
En un extenso informe dirigido al prefecto de Potosí, fechado el 31 de enero de 1905, esboza una especie de política de fortalecimiento del mineral de Uncía, con un costo social en desmedro de la Villa de Chayanta que, a partir de ese momento, fue superada por Uncía y así se reflejará en el comportamiento de las autoridades provinciales, departamentales y nacionales.
Se puede decir que, a partir de enero de 1905, Chayanta ingresa en un rápido período de decadencia, del cual no se levantará más. Esa situación se agudizaría mucho más, con la aprobación de la Ley de Creación de la Junta Municipal del Cantón Uncía, en 1906.
El informe del subprefecto sostenía que “en obsequio a la correcta administración política de la provincia y en vista de los informes un tanto divergentes del Intendente de Chayanta y corregidor de Uncía, con motivo de algunas colisiones mineras que se decía; juzgué conveniente emprender viaje a aquellos lugares y informarme personalmente dictando de inmediato, órdenes del caso que corten situaciones anormales. Constituido en el asiento minero de uncía me dirigí a los gerentes de empresas mineras, comerciantes y vecinos del lugar, quienes me manifestaron no haber tenido lugar ningún desorden; muy especialmente entre las empresas que gozan mas bien de perfecta armonía y acuerdo, como he tenido motivo de convencerme personalmente. Igualmente, queriendo aprovechar de mi permanencia hice una invitación a los Srs. empresarios, comerciantes y demás vecinos en general, con objeto de cambiar algunas ideas sobre la necesidad del lugar dependiente de la autoridad política como una buena policía, mediante el contingente de las empresas y el comercio, como también de un buen corregidor, que todos ellos unánimemente la aprobaron, la de Camilo Cardona, lo que determinó le diera inmediata posesión, con cuyo motivo le dirijí la palabra, recordándole de sus deberes y a la vez que ordenándole sea estricto y justiciero en sus funciones y preste toda atención y garantía a las empresas y el comercio. Respecto a la organización de una policía, competente según requiere el lugar, manifestaron los concurrentes uniformemente la conveniencia de traslación del Intendente de Chayanta a Uncía y la creación de 6 vigilantes más a los que designa el presupuesto, los mismos 6 que serían sostenidos por las empresas y el comercio con un prediario de Bs. 1.20, dándoles a la vez igual o aumentándoles a los otros 4, a cuyo efecto se firmó una acta y presupuesto que en copia le adjunto, para lo que creyere conveniente”.
Creación de la Intendencia de Uncía
De esa manera, en los albores del siglo se promueve de manera oficial la injerencia de las empresas mineras en la administración de la ley, al extremo que, a falta de local, la Empresa Minera Uncía de propiedad de John B. Minchin, ofreció instalar a la policía en tres ambientes de sus dependencias.
A medida que se consolidaba la explotación minera en Uncía, las intermitentes oleadas migratorias, procedentes de Colquechaca y de otras regiones del país, amén de los numerosos extranjeros, habían provocado serios problemas en el gobierno local, a tal punto que el corregidor de Chayanta fue rebasado por los acontecimientos.
El ex Subprefecto César Laguna, ya como subprefecto de Charcas, veía como interlocutores válidos en esa época eran las empresas, el comercio y el vecindario, aunque para entonces ese estamento carecía de suficiente representatividad legal, y poder de decisión.
El 18 de enero de 1905, se conformó una Comisión ad hoc tripartita conformada por Walter Stuart Menteth, Alberto Nanetti, Dulfredo Campos, Moisés Valdez e Indalecio López, Fue nombrada por el vecindario de Uncía, cuyos miembros manifestaron al subprefecto las necesidades de la localidad, resumidas en lo siguiente: “Pedir la organización de una Policía de seguridad con la dotación de diez soldados vigilantes a cuyo sostenimiento se comprometen concurrir las principales dos empresas de este mineral: la “Compañía Minera de Uncía” y “La Salvadora”, con lo principal del comercio de esta plaza en la forma del presupuesto que se ha aprobado, siempre que en el curso del tiempo resultase sobrante en la inversión de la suscripción según el acápite anterior, el se empleará en la construcción de un local para policía o en lo que la comisión creyese conveniente para el servicio público”.
En las deliberaciones, los industriales hicieron conocer sus condiciones para precautelar sus intereses: “los señores gerentes de las empresas suscritoras, se reservan el derecho de suspender su suscripción con aviso anticipado de un mes, siempre que no consigan encarrilar convenientemente, algunas irregularidades que pudieran presentarse en el desempeño de la policía conforme al reglamento de ella”.
Era evidente que los miembros de la comisión eran juez y parte, como se observa en esta resolución: “el señor Walter Stuart Menteth ofreció dar en préstamo, mientras se obtenga un local propio, tres habitaciones de la casa Minchin para la Intendencia y vigilantes; se le aceptó tan generoso ofrecimiento con aplauso general”.
La Comisión recibió el encargo de elaborar un presupuesto para instalar la policía local, que luego del análisis colegiado se estableció en la suma de Bs 360, sin considerar los gastos de alquiler, y como toda comisión que se precie, estableció las fuentes de su financiamiento, obviamente con el valioso concurso de las empresas mineras y el comercio local establecido.
El presupuesto se originaba en los fondos regulares del gobierno, inicialmente destinado a la Intendencia de Chayanta, transferido luego a Uncía, que correspondía al 19%. Las empresas aportaban con el 56 % y el comercio con el 25%. Como se puede ver, el 81% de los recursos para sostener la Intendencia procedía del sector privado, con lo que era difícil garantizar ecuanimidad o equilibrio.
Debacle de la Villa de Chayanta
La aprobación del presupuesto determinó la instalación inmediata de la Intendencia de Policía, incluso sin esperar una instrucción oficial. Lo más delicado del asunto era que necesariamente debía instalarse la Intendencia de Uncía, desplazando hacia allí la que existía en Chayanta, a pesar que ésta tenía estatus de villa, y contaba con una Junta Municipal. Paralelamente, se determinó mantener las funciones del corregidor de Uncía, lo que generó el germen de ingobernabilidad.
Con la creación de la Intendencia de Uncía, la colonial Villa de Chayanta experimentaba los primeros síntomas de su desmoronamiento. El subprefecto afirma a colación: “En la capital Chayanta, permanecí algunos días con objeto también de arreglar la anarquía en la que se encontraba la Junta Municipal y algunos vecinos del lugar, que hacía tenaz oposición, mas he tenido la buena suerte de armonizar esta deplorable situación, hasta en el terreno personal que generalmente son los medios más eficaces de aproximación en un cargo oficial como el que invisten los munícipes. Todos ellos reunidos en mi alojamiento se comprometieron mantener la perfecta armonía en la que los dejaba”.
El 18 de febrero de 1905, una vez tranquilizados los ánimos de los pobladores de Uncía y Chayanta, el subprefecto retornó a San Pedro, la sede de sus funciones. Por entonces no existían mayores problemas en la región, pero se había experimentado ya un sutil incremento en la internación de bebidas alcohólicas en los minerales de Uncía, en consecuencia, remitió una circular-telegrama, por intermedio del subprefecto de la provincia Chayanta, para designar subinspectores y comisionados para las provincias y cantones, encargados de vigilar la aplicación del impuesto de timbres sobre bebidas alcohólicas.
En la nómina remitida al prefecto, incluía a Pedro Cardoso en Uncía, Marvin Levy en Llallagua y Silverio Chávez para Chayanta y justificaba esta medida, a pesar que se aseguraba que “casi no existe ninguna internación de bebidas alcohólicas en la provincia y únicamente a Chayanta, pero no he creído demás dar cumplimiento del reglamento”.
La Intendencia de Policía fue establecida en Uncía. Se nombró como primer intendente de Uncía al ciudadano Torrico, quien ejerció su función con mucho celo y rigor. Ronzaba del apoyo del vecindario, de los comerciantes y de los gerentes de las empresas mineras, con ciertas facultades para disponer de las multas, para la atención de necesidades imperiosas de la Intendencia.
Por: Luis Oporto Ordóñez (Magister Scientiarum en Historias Andinas y Amazónicas. Docente titular de la carrera de Historia de la UMSA).