Con su vibrante presencia, la cullaguada y los Whapuris Galán iluminan el alma del Carnaval de Oruro y reafirman el espíritu plurinacional de Bolivia a través de trajes que fusionan tradición y modernidad.
La Cullaguada Oruro y el Bloque Candelaria, en este Carnaval del Bicentenario, se visten de historia y orgullo para rendir homenaje a nuestra amada Bolivia en sus 200 años de independencia, con cada traje hilado con la fuerza de la tricolor boliviana.
Esta conmemoración de dos siglos de vida independiente reivindica nuestra identidad, la elegancia y cadencia de la danza de la cullaguada, que revive nuestra historia, memoria y tradiciones culturales.
El embrujo de la cullaguada
El ritual de la cullaguada es una de las danzas que en su memoria larga ha evolucionado de acuerdo a cada momento histórico. En sus inicios, representaba una alegoría a los hilanderos de las culturas prehispánicas; luego, se transformó en una expresión del amor y los amores prohibidos. Con el tiempo, adquirió también un simbolismo de ostentación, riqueza y posicionamiento social.
Actualmente podemos ver en las festividades más importantes del país que se distinguen dos variantes de la cullaguada, la antigua y la moderna, que presentan diferencias en algunos aspectos, pero se complementan en otros. Fraternidades, movimientos juveniles y distintos colectivos han contribuido a la transformación de la danza a lo largo del tiempo.
La cullaguada tiene fundamentos teóricos explicados por diversos historiadores y antropólogos como Mary Money, David Mendoza y otros, quienes fundamentan y/o coinciden en que la danza se origina de las antiguas tejedoras e hilanderas. Ellas, desde tiempos prehispánicos, desarrollaban la práctica del tejido.
Es fundamental resaltar el carácter femenino de esta práctica, ya que el nombre de la danza se vincula con la palabra aymara kullaca, que significa hermana en dicha lengua. La cullaguada, entonces, remite a una serie de rituales dentro de la cadena operatoria del arte textil, que abarca desde la crianza de camélidos hasta el esquilado, hilado, teñido y otros procesos que, en armonía con el territorio y el ciclo agrícola, establecen un vínculo profundo con la música y la danza, integrándolas como parte esencial del ritual.
Por ello, es relevante analizar que el textil es una práctica extendida en las culturas indígenas y no se limita a una comunidad específica.
Sin embargo, no existen datos que confirmen si la misma comunidad de tejedores practicaba la danza de la cullaguada al momento de su urbanización. David Mendoza plantea que es probable que esta danza haya surgido hace unos “110 a 150 años posiblemente como expresión autóctona que pronto fue apropiada por los sectores urbanos o tal vez directamente por un retrato ajeno de parte de los citadinos, en todo caso por las referencias encontradas deducimos que ya fines del siglo XIX principios del siglo XX los bailarines ya no eran tejedores sino personas que representaban a las tejedoras”, tal como se la conoce hoy en día.
Las fraternidades de las décadas de los años 30 y 50, compuestas por comerciantes floristas y carniceros, adoptaron la danza de la cullaguada con una estética de abundancia. A través de ella, establecieron alianzas familiares mediante la formación de parejas dentro de su ritualidad.
Por esta razón, también se la conoce como la “danza del amor”. Hombres y mujeres solteros bailan evocando la fertilidad, reflejada en la cantidad de polleras y enaguas que llevaban las danzarinas, así como en las joyas que ostentan. Las mujeres portan un corazón en el pecho, como símbolo del amor, mientras que ambos integrantes de la pareja llevaban sombreros adornados con perlas colgantes, que representan lágrimas de amor o desamor.
La modernidad de la danza
La cullaguada moderna, tal como se la conoce actualmente, surgió en la década de los años 70 como una expresión de rebeldía y resistencia, conectada a los procesos históricos de la revolución sexual de la segunda mitad del siglo XX.
En particular, durante las décadas de 1960 y 1970, se desarrolló un movimiento social y cultural a nivel mundial que cuestionaba las normas establecidas relacionadas con la sexualidad, libertad e igualdad, al punto de rechazar los supuestos valores y normas tradicionales de la sociedad.
Es importante analizar cómo este proceso se conecta con la moda hippie, en un contexto donde los jóvenes se reapropian de la danza de la cullaguada, que en esos años comenzaba a perderse al ser vista como una expresión tradicional de las personas mayores.
Esta moda encajó perfectamente con esta nueva etapa de la danza, al incorporar estampados coloridos, trajes sueltos y accesorios esenciales como diademas, collares y pendientes, elementos que revitalizaron su imagen y atrajeron a nuevas generaciones.
Todo esto convirtió a la cullaguada moderna en una posibilidad de transformación para la misma sociedad. La aparición de “los rebeldes extraños de pelo largo” en la festividad del Señor Jesús del Gran Poder en la ciudad de La Paz causó furor, al punto de atraer a la juventud de la época y a artistas destacados como Luis Carrión, Los Caminantes, Los Payas, entre otros.
David Mendoza, en el libro No se baila así nomás, manifiesta que se genera “una verdadera fiebre de la cullaguada que duró aproximadamente una década. Durante este periodo nombres como la cullaguada “Los rebeldes extraños de pelo largo”, “Los terribles gauchos y los cóndores de Bolivia” y “Los rebeldes montoneros de Bolivia”, entre algunos que dieron testimonio del espíritu revolucionario de las nuevas fraternidades de cullaguada. No solo se convierte en una expresión política también hubo cambios en cuanto a la estructura e imagen de la danza para permitir pasos más movidos y saltados, la ropa se hizo más liviana sustituyendo los ponchos por chalequitos y el antifaz la faja de monedas. Las polleras largas con sus numerosas enaguas en polleras más cortas, el pantalón antiguo de hombres era un buzo ceñido con elástico en la parte inferior adquirió un botapié ancho al estilo Elvis Presley o Sandro cantante argentino y las sandalias fueron reemplazadas con botas con tacos o suecos”.
El Whapuri Galán en la cullaguada moderna
En esta nueva ola de la cullaguada moderna, vinculada con la innovadora presencia del Whapuri Galán, una creación de la Familia Galán nacida en 2001, se destaca un movimiento liderado por activistas de los derechos sexuales. Esta propuesta estilizada se presentó en el Carnaval de Oruro, inspirada en un traje al estilo torero de Juan Gabriel, el cantante mexicano.
El primer traje refleja todo el amor hacia esta danza, ya que fue por nuestras propias manos. Al ensartar cada perla, lentejuela y canutillo en las agujas, acompañados por la música de las películas de Pedro Almodóvar, esas noches se convertían en fiesta para la Familia Galán. Todas ayudaban a bordar, entre copas y miradas artísticas, hasta que nuestro primer traje tomó forma. El traje negro, adornado con perlas y manchado por gotas de sangre de nuestros dedos pinchados en cada puntada, complementado con los chulos y demás piezas, es el resultado de aquellas noches selladas por el afecto.
Whapuri Galán, en el Carnaval de Oruro
Han pasado 24 años desde que nació el Whapuri Galán, un ícono que ya forma parte de nuestra historia de activismo, reconocida en el país. Como una herramienta de lucha política, ha permitido abrir nuevos espacios de diálogo con la ciudadanía. Convertir a un personaje altamente masculino, como el Whapuri tradicional, en un personaje feminizado y ‘marica’ ha sido una gran conquista, a pesar de las largas discusiones con folkloristas conservadores.
Año tras año, ellos amenazaban con impedirnos bailar y, año tras año, era mayor nuestra transgresión, haciendo de este personaje uno de los más esperados en esta danza, diferenciándose del tradicional.
Cada traje es una historia. Cito a Varinia Oros en su artículo Como pieles divinas: La convivencia de materiales, técnicas, imágenes religiosas y wak’as en trajes y máscaras festivas siglos XIX-XX, que analiza cómo los materiales, técnicas e iconografías —elaborados por los artesanos en las vestimentas festivas— tienen vida, alma y una energía poderosa. Por ello, debemos ch’allar antes de usarlos, realizar la ceremonia para pedir permiso, ya que estos elementos divinos pueden influir de manera positiva o negativa en el bailarín que los porte. Así, cada traje de los Whapuris Galán tiene vida propia, y se invoca para que se encarne en nuestros cuerpos, brindándonos armonía festiva, coreografía, color y sensualidad.
La Cullaguada del Bicentanario
Cada año diseñábamos nuestros trajes, pero este año quien los diseña y confecciona es Mónica Siles, de Alta Moda Monika. Al consultarle qué significa trabajar en nuestro traje, después de casi dos meses de labor, Mónica responde: “Cada pieza del vestuario de las especialidades del Carnaval de Oruro, más que un trabajo, es una gran pasión que se intensifica al trabajar en un traje tan especial como el del Whapuri Galán. Para mí, es una oportunidad y un privilegio mostrar el talento de las manos bolivianas”
“En el traje han participado más de 20 personas, quienes han trabajado en los diferentes elementos que conforman esta hermosa propuesta de la danza de la cullaguada. De este personaje tan particular y empoderado, se ha considerado hasta la morfología del traje, que tiene un gran movimiento: la chaquetilla, la manta que aporta alegría y dinamismo al baile con cada paso, y ese increíble sombrero, que como pueden ver, ha sido cuidadosamente ornamentado. Al igual que el traje, que incluye toda la iconografía de la danza, las ruecas y un colorido inspirado en nuestra insigne patria, como homenaje al bicentenario de nuestro país”, agregó.
Cuando nos reunimos inicialmente con Mónica, discutimos sobre estos elementos y ambos quedamos encantados. Después de meses de trabajo, se desarrolló un traje lleno de amor, que será un gran homenaje a nuestra amada Bolivia. Cada movimiento resalta el rojo, amarillo y verde, a través de una flecadura increíble, elaborada puntada a puntada, perla a perla, de manera artesanal.
Este detalle refleja todo el cariño que el equipo de Alta Moda Monika ha plasmado en el traje, y estamos muy contentos con el resultado. Es un honor mostrar a Bolivia y al mundo el talento de las manos bolivianas y el amor por nuestro país.
En todo el bloque Candelaria Cullaguada Oruro, las figuras y los Whapuris Galán, si bien el rojo, amarillo y verde predominan en sus trajes, cada bordado hecho a mano refleja la Bolivia diversa y plurinacional, que vibra en cada región y pueblo. Y este año, aspiramos a que la cullaguada se convierta en un acto ritual de fe, en una promesa de esperanza tejida con pasos y melodías, para que su embrujo siga iluminando nuestro carnaval y avivando el alma de nuestras culturas.
Por: David Aruquipa Pérez/