Encuéntranos en:
Búsqueda:

Fotos: Silvia Condori Mamani

La grandeza del Illimani, en lo alto del arte boliviano

Cual si fuese un triste verso que desgarra el alma y cala las emociones, así como el olor de las flores frescas en primavera —que al calor de la mañana se muestran radiantes ante cualquiera que se detenga a observarlas—, en ese momento que parece detenerse, el Illimani se muestra silencioso ante las miradas y, entre esa su quietud, parece radicar su magia que, como destellos fulgurantes, encanta a todo aquel que posea la dicha de convertir en arte lo que la naturaleza nos regala.

En medio de la Cordillera Real se erige el Illimani, un enorme macizo de 150 kilómetros de extensión cubierto de un manto blanco que contrasta con el azul del cielo. La sutileza de su presencia y la armonización de su forma, que va entre redondeces y puntas sueltas, parece ilusorio, propicio para que pintores, escritores y músicos creen arte a partir de la mítica figura.

Al Achachila le han hecho innumerables poemas, cuentos, canciones y hasta inmortalizaron su belleza en muchos lienzos. Desde Rubén Ochoa, con su obra El derrumbe del Illimani, hasta Antonio Paredes Candia, con su célebre leyenda: El origen del Sajama, varios escritores dedicaron su pluma a versar y construir historias sobre la colosal montaña sagrada.

El origen de su nombre es igual de místico que su aparición, con los años se han creado leyendas y mitos populares que intentan explicar su presencia, sin embargo todos coinciden en que aquel monumento natural es una deidad.

Illimani 4 1524

La historiografía se encargó de explicar algunas características físicas de la montaña y el origen de su aparición. La misma habría sido producto del fuerte desprendimiento de uno de sus picos en el siglo XVII. Asimismo, durante la época colonial fue víctima de la explotación aurífera que, a decir de algunos autores, hizo bajar el precio de este metal en el Virreinato del Perú.

Según los datos brindados en el libro Illimani. Señor de las Refulgencias Altas, investigación realizada por el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, el Illimani es un volcán extinguido, está ubicado en el municipio de Palca, provincia Murillo, tiene una altura de 6.462 metros, que lo convierte en el de mayor elevación de la Cordillera Real u Oriental (el Sajama posee la cumbre más alta de Bolivia, pero se encuentra en la Cordillera Occidental). Tiene más de ocho kilómetros de longitud y cuatro cumbres que discurren de noroeste a sureste y sobrepasan los 6.000 metros.

Primeras referencias

En el libro La Paz vista por viajeros extranjeros y autores nacionales (siglos XVI al XX), de Mariano Baptista Gumucio, se menciona una primera referencia que se tiene sobre el Illimani. En el texto se encuentra la descripción y relación de la ciudad de La Paz de 1582, en la que se menciona la importancia ritual del nevado para los habitantes aymaras y quechuas que vivían en la urbe y sus alrededores: “Hay otra adoración que se llama Hillemana [Illimani], que es una sierra alta cubierta de nieves que permanentemente se le hacen, y así Hillemana quiere decir ‘cosa para siempre’, y desta causa los naturales la tienen en adoración”.

El tiempo, implacable, no pudo detener que alrededor de la colosal figura se entreteja una especie de devoción y respeto al protector de la ciudad de La Paz. Con los años, destacados artistas bolivianos, como Gustavo Adolfo Otero, Jaime Sáenz, Fernando Diez de Medina, Franz Tamayo, Yolanda Bedregal, Arturo Borda, Óscar Cerruto, Alberto Medina Mendieta, Raúl Mariaca, Gil Imaná, y extranjeros como Alcides D’ Orbigny, Ciro Bravo, Charles Wiener, entre muchos otros, dedicaron algunas palabras al imponente nevado.

Jaime Sáenz, consagrado poeta y escritor boliviano, inspirado en el manto blanco que cubre la inmensa montaña escribió: “Illimani se está – es algo que se mira; el espacio de la montaña. No la montaña/ En el cielo de la montaña, por la tarde, se acumula el Crepúsculo; por la noche, se cierne la Cruz del Sur/ Ya el morador de las alturas lo sabe; no es la montaña lo que se mira/ Es la presencia de la montaña.

Exposición Mitos y Leyendas

En el crepúsculo, tras una delgada línea roja que nace en el horizonte, se divisa el Illimani, en el alba se distingue su sombra, como apesadumbrada por el dolor ajeno, quizá al oír los versos de aquel poeta enamorado al que todo le parece motivo de tragedia, o algún pintor que no deja de observar su magnificencia para crear su obra cumbre.

Las emociones, según Aristóteles, vienen acompañadas del dolor y el placer; Vygotzki afirmaba que el hombre tiene poder sobre los afectos, que la razón puede alterar el orden y las conexiones de las emociones, quizá por ello el Illimani no deja de aparecer en algún poema, cuento o lienzo. Ahora podemos apreciarlo en todo su esplendor en la exposición Mitos y leyendas del consagrado artista plástico Jhonny Quino.

La muestra, un homenaje a la ciudad de La Paz y a su fiel protector, se puede visitar en la Casa de la Cultura Franz Tamayo, en el salón Arturo Borda, hasta el 24 de julio.

Illimani 2 1524

La conexión del apu (espíritu protector) con los habitantes de la ciudad llamó la atención al artista y expresó ese vínculo en sus pinturas. Sus obras muestran al Illimani como protector, guía y acompañante de hombres, mujeres y hasta de otros elementos andinos, como los chullpares. A esos cuadros los acompañan lienzos de su trabajo habitual y a lo que se dedica, con regularidad, la figura humana. En ellos se refleja la lucha del hombre con su propio ego, la vanidad, el tiempo y la futilidad de lo material.

La directora del Museo Nacional de Arte (MNA), Claribel Arandia, comentó que el trabajo del artista se decanta en las márgenes del color, mismo que reta sin miedo y aplica gamas de quebrados con bastante astucia.

“En esta oportunidad nos regala un pantallazo desde lo onírico hasta una visión surrealista del Tata Illimani, conjugada con cuerpos que nos recuerdan los bordes, los caminos sin recorrer, los márgenes de la imaginación, sin olvidar su llamado al origen de la vida, el Tata Inti que día a día nos ve nacer”, expresó Arandia.

El artista y una leyenda

Quino nació el 4 de enero de 1964 en la provincia Omasuyos, municipio de Achacachi. Es licenciado en Artes Plásticas por la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y realizó un curso de posgrado en Educación Superior. Actualmente, es docente en la carrera de Artes de la Universidad Pública de El Alto (UPEA) y también ha formado a jóvenes estudiantes en la Escuela Municipal de Artes (EMDA) en la ciudad de El Alto. Además es miembro del Consejo de Administración de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia.

Entre sus obras más destacadas se encuentran los murales El Tesoro en el Proceso de Cambio, ubicado en el hall del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, y Dignidad, Libertad y Justicia, situado en la plaza Villarroel, así como en el espacio Pipiripi y varias unidades educativas. Desde 1998 ha participado en más de 42 exposiciones a nivel nacional e internacional. Además es autor del libro El cóndor Tiwanacota: Simbología en el arte (2016).

Illimani 3 1524

Para el artista, su obra es un sentido homenaje a la ciudad de La Paz y a su guardián. La figura del Tata Illimani está tan presente en el imaginario de paceñas y paceños que el pintor la comparó con aquellos seres mitológicos griegos. Por ello, la inspiración de su obra fue aquella popular leyenda del Illimani.

“Cuenta la historia que el hijo de Huiracocha, Illi, conoció a Mana, la hija desterrada por su propio padre, el temible Furia Keschua. La jovencita disfrutaba mucho cantar lo que enamoró a Illi, pero existía una rivalidad entre ambas familias que hacía que su relación sea imposible. Pese a las adversidades, Illi, inspirado por el cantar de su amada decidió casarse con ella contra todos. El día de la boda, los habitantes del valle fueron testigos del levantamiento de un inmenso nevado, blanco e imponente, que se erigió sobre la ciudad mientras la hermosa Mana desaparecía sin dejar rastros. Mana se había convertido en el inmenso nevado, su nieve es símbolo del vestido blanco. Ante la pena, Huiracocha decidió convertir a su hijo en la brisa de la cumbre de su amada, así quedaron juntos por toda la eternidad”, relató Quino.

Ya sea en una pintura, poema o en alguna obra artística, como el coreado Tango Illimani, el nevado todavía reluce imponente cada vez que contemplamos la ciudad de La Paz. Esa escena se inmortaliza en nuestra mente cada vez que escuchamos cantar: “Nido andino majestuoso de mi amor. Illimani no te olvido ni un momento. Nieve altiva que escuchaste el juramento. De tus hijos que luchamos por tu honor”.


Imprimir   Correo electrónico

Ahora El Pueblo logo

Búsqueda