En Bolivia, la historia no se repite como farsa ni como tragedia: se repite como un castigo. En pleno siglo XXI, cuando el pueblo clama por dignidad, soberanía y justicia social, los fantasmas del pasado retornan envueltos en trajes de modernidad y discursos de eficiencia.
Imagina a Don Vito Corleone con corbata roja, una cuenta de X en lugar de gato persa y el código nuclear en el bolsillo: así se conduce Donald Trump en su segundo mandato.
Bolivia cumple dos siglos y, aunque el calendario lo marque como un número redondo, lo que realmente celebramos son doscientos años de lucha, esperanza y resistencia.
El lunes (4), el juez Alexandre de Moraes ordenó el arresto domiciliario del expresidente Jair Bolsonaro (PL). La decisión se debió al incumplimiento de las medidas cautelares, tras la difusión de contenido en redes sociales por parte de aliados y familiares, incluidos sus tres hijos parlamentarios.
Este es el deseo del Partido de los Trabajadores del presidente Lula da Silva. En una carta dirigida a Lula, el Partido de los Trabajadores (PT) exige el fin de las relaciones diplomáticas y comerciales con Israel.
Al cumplir 200 años como país, Bolivia se presenta como una nación que ha sabido resistir embates externos, crisis climáticas y vaivenes económicos gracias a la fortaleza de dos pilares históricos y estratégicos: producción agropecuaria e industria manufacturera.
